No parecía ayer Viernes Santo en Ibiza. Frente a otros años, cuando las calles tenían ambiente pre-veraniego y con el acompañamiento de la procesión, ayer apenas se podía ver a unas decenas de ciudadanos caminando por las calles más céntricas de la ciudad, como Vara de Rey, Ignasi Wallis, Bartomeu Rosselló, Isidor Macabich o la Avinguda d’Espanya.

Varios de ellos iban con su perro, como la italiana Yolanda Asaja, quien lleva ocho años en la isla al frente de un restaurante. Caminaba por Vara de Rey. Según dijo, a ella no le importaba si había más o menos, gente, «pero el perro tiene que salir». Otro ciudadano también con su mascota y que prefirió permanecer en el anonimato dijo, sobre la situación actual, que «cuesta concienciarse, pero hay que hacerlo».

Donde más gente se podía ver, como viene ocurriendo últimamente, era frente a la farmacia, con colas de hasta cuatro personas en la que está en Vara de Rey. También había unas pocas al principio de la Avinguda d’Espanya, donde la italiana Tiffany Vannini -cinco años en la isla en una tienda de ropa- iba al mediodía a realizar la compra a uno de los pocos supermercados de la ciudad que ayer estaban abiertos.

Entre tanto comercio cerrado y con tan poca gente por la calle fue difícil encontrar a quien quisiera hablar, pues casi todos bajaban la cabeza o directamente rechazaban la oportunidad. Entre ellos, un señor que miraba un escaparate en Ignasi Wallis y varios otros en Vara de Rey, incluyendo a todos cuantos hacían cola a la puerta de la farmacia. Tan sólo accedió un ciudadano tunecino llamado Amer Ben. Desde su balcón en un lugar privilegiado en el centro de la ciudad, Ben aseguró que lo que hacía falta ahora mismo es «mucha paciencia». Dedicado también a la hostelería, este ciudadano lamentó que, además de la cantidad de ERTEs que se están realizando, «todo es más caro en el supermercado y, además, hay que pagar la luz, el agua y el alquiler». Bien lo sabe él, que ya lleva diez años en Ibiza.

De vuelta a Ignasi Wallis, en la parte más cercana al Parque Reina Sofía, la Policía Nacional había retenido a un coche. Más adelante, en esa calle, otro vehículo del Cuerpo Nacional de Policía estaba parado, realizando algún otro tipo de investigación.

Después de rodearlo para poder continuar -con la preceptiva autorización de la agente-, ya no se veía a nadie más en esa avenida. Tampoco abundaban los coches durante el paseo. Eran, más bien, pocos.

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Además, las playas, que deberían tener afluencia de gente en esta época y más con buen tiempo, presentaban un aspecto bien distinto. Momentáneamente, están clausuradas. Este año no existe la Semana Santa.

Nada de procesiones

Tampoco existió para los cofrades y feligreses de la Semana Santa. Y es que las Pitiusas se quedaron ayer sin las procesiones del Santo Entierro en Vila y Santa Eulària y el Via Crucis viviente que tradicionalmente se lleva a cabo en la mañana del Viernes Santo en la Villa del Río.

Huelga decir que, entre ellos, reinaba una mezcla de desolación y esperanza, ya que, por segundo año consecutivo, no pudieron salir a desfilar, aunque por motivos bien distintos a los de 2019, cuando lo que estropeó la fiesta fue la lluvia.

Así, el cofrade de Santo Cristo de la Agonía, Pepe Marchena, se mostró triste, a la par que extrañado, ya que ayer debería de estar preparando todo desde la mañana para acabar por la noche.

Desde la Cofrafía de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder, en Jesús, Jesús Osuna tenía ayer «una sensación muy rara», como si le «faltara algo», y añadió que se la hará «muy larga» la espera hasta el año que viene.

Desde Nuestra Señora de la Piedad, Juan Marí Mayans tenía «un nudo en la garganta» ante este día «tan triste». Para él, la suspensión fue «como un jarro de agua fría», así que prometió «lucir aún más» en 2021. A las 20.30 horas de ayer, junto con el resto de cofrades, se asomó al balcón para un rato de oración y tocar el tambor en honor a la figura que custodian.

Por parte de la Cofradía del Santo Cristo Yacente, Nieves Jiménez apenas podía contener las lágrimas, ya que «ser cofrade es un sentimiento». «Lo viviré en oración, rezando y teniendo fe y esperanza, y pidiéndole al Santo Cristo que nos ayude», concluyó Jiménez.