Abel Matutes Juan, presidente de Grupo Empresas Matutes, en la sede de Palladium Hotel Group en una imagen de archivo.

La última vez que coincidí con Abel Matutes Juan (Ibiza, 1941) éramos felices. Asistí a la rueda de prensa en el stand que Palladium Hotel Group montó en Fitur en la que se dio cuenta del primer paso atrás empresarial de quien fue ministro de Asuntos Exteriores con Aznar y comisario para Asuntos Exteriores de la Unión Europea durante dos mandatos.

Horas más tarde, Palladium celebró en el antepalco del Santiago Bernabéu su 50 aniversario. Se hablaba en Madrid de Thomas Cook, del Brexit, del estancamiento alemán y de que 2020 pintaba mejor que 2019. Ni una palabra de coronavirus, un término tan exótico para nosotros como el pangolín que, al parecer, lo transmitió. Era finales de enero.

Ahora no se habla de otra cosa. Abel Matutes, abuelo, empresario y político, nos atiende telefónicamente desde su hogar de Ibiza, donde está confinado y teletrabaja como presidente del Grupo de Empresas Matutes. «A todo se acostumbra uno», confiesa entre videollamadas y call conferences, con una vitalidad y lucidez envidiable.

A pesar de la gravedad de la situación, especialmente para la industria turística, la actividad principal del Grupo de Empresas Matutes, trata de infundir ánimos y rezuma optimismo moderado. Quizá le ayude, como recuerda, que «por encima de todo, soy hijo y nieto de navieros, y ya sabemos que en la vida ocurre lo mismo que en la mar, que unas veces el tiempo es favorable, otras veces el viento es de proa, y en otras una tempestad pone en peligro todo. Afortunadamente, hay buen gobierno al frente de la empresa, estamos todos al timón, mis hijos, los empleados y nuestros socios».

No ve por ningún lado que se estén dando las circunstancias para reeditar los Pactos de la Moncloa e insiste cada vez que tiene ocasión en que el objetivo es «mantener vivo el tejido empresarial».

—¿Se atreve a hacer un pronóstico?
—Más que un pronóstico, me atrevo a formular un deseo. Hemos llegado tarde a afrontar la crisis, esperemos que no lleguemos tarde para la recuperación económica y la superación de las dificultades que estamos atravesando.

—¿Es un mensaje al Gobierno?
—Es un mensaje a la sociedad y el Gobierno también forma parte de la sociedad.

—¿Qué valoración hace de la gestión que está haciendo Pedro Sánchez?
—Creo que ha reaccionado tarde. Lo importante ahora, una vez que hemos llegado tarde, es llegar bien, hacer lo que hay que hacer para superar la situación. Para ello, es necesario que se cumplan dos condiciones. Primera, que se corte la pandemia. Y la segunda, que lleguemos a tiempo para evitar la catástrofe económica. Hemos de ser conscientes de que todavía vamos a sufrir. Mantener vivo el tejido empresarial será la única manera de que podamos después superar la situación de caos económico y de destrucción de millones de empleos. Eso es especialmente necesario para nuestras Islas porque dependemos en más de un 80% del turismo. Hay que mantener vivas las empresas con las ayudas que hagan falta, para que después sean capaces de seguir la senda de la recuperación.

—¿Qué debería hacer el Gobierno para mantener vivo el tejido empresarial?
—Destinar los recursos que hagan falta a través del sistema bancario, que es el canal ideal para canalizar adecuadamente las ayudas de organismos internacionales, la propia Unión Europea, el Fondo Monetario Internacional (FMI). Si logra el Gobierno, si logramos entre todos, mantener vivas las empresas, como no hay nada destruido todavía, saldremos adelante, no sin tener que asumir todos sacrificios.

—¿Lo que está proponiendo son ayudas ilimitadas? Ha dicho las que hagan falta.
—No tengo otra alternativa que decir que efectivamente las que hagan falta. Quiero ser optimista, pienso que en la segunda parte del verano va a ser posible iniciar esa recuperación que todos queremos. Estamos atravesando desafíos sustanciales que comportarán cambios cruciales para nuestra sociedad. Del mismo modo que las pandemias de los siglos XIII y XIV (la famosa peste negra) cerraron la Edad Media en Europa y alumbraron la Edad Moderna, estoy seguro de que esta amenaza nos conducirá a unos cambios cruciales en nuestra relación con la economía y con el futuro.

—¿A qué cambios se refiere?
—Es muy difícil predecir cuáles, pero yo soy optimista porque la reacción de los españoles ha sido ejemplar. Desde el ejemplar comportamiento de nuestros sanitarios, de la Policía, de la Guardia Civil, de los españoles en los balcones, un ejemplo emocionante y del que me siento orgulloso. Por eso, soy optimista sobre el futuro.

—¿Durará esta actitud?
—Siempre hay que aguantar para superar las dificultades. Mientras sea así, tiraremos adelante.

—Hemos publicado en Periódico de Ibiza y Formentera que el Govern balear no tiene ni sobre la mesa retirar la ecotasa.
—Eso me parece un gran error. Teniendo en cuenta, además, que, en estos momentos, la prioridad de las prioridades es mantener las empresas vivas, encima gravarlas, en una situación prácticamente de emergencia, creo que es un error que pagaremos todos, empezando por nuestro Govern. El primero de los gestos que tiene que hacer el Govern para conectar las aspiraciones, por no llamarle exigencias de nuestra sociedad, es eliminar este impuesto.

—¿Hay que congelar el pago de impuestos?
—Desde luego. En estos momentos se impone congelar los impuestos hasta que se supere la pandemia que nos azota. Las empresas han de atender muchas necesidades, empleados y proveedores, y estando paradas no pueden afrontar el pago de los impuestos.
Es especialmente válido para los empresarios individuales y para las pequeñas empresas que, en general, no tienen los fondos de reserva que tienen otras empresas mayores. Estas empresas mayores también tienen obligaciones mucho mayores y, por lo tanto, todos estamos en el mismo barco.

—¿Cuál es la previsión de Palladium?
—Manejamos varios escenarios. A medida que avanzamos en el calendario, cada vez se hace más improbable que en el mes de junio pueda abrir la mayoría de establecimientos, pero todavía considero posible que ello pueda ocurrir la primera quincena de julio, con lo cual salvaríamos media temporada. Esta es una de las razones por las que insisto en mantener vivas a las empresas para que en cuando empiece a soplar el viento favorable, estemos en condiciones de aprovechar la coyuntura.

En hostelería hay 1,7 millones de trabajadores, cerca de 1 millón de empresas, además hay otras que no son hostelería pura, pero son esenciales para el turismo, como transportistas, aerolíneas, navieras…, que suman otro millón, por lo que la crisis está afectando a casi tres millones de trabajadores en España. Cuando las circunstancias permitan una cierta reapertura, es fundamental que estas empresas estén vivas. Si ese tejido de un millón de empresas, de autónomos encima ha naufragado, la situación será muchísimo más grave. Entonces, esos vientos de cola, ese viento favorable, que ojalá se produjera en julio o cuando se produzca, ya no tendría actores para desplegar velas y poner la economía en actividad.

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—Se está refiriendo al riesgo de colapso de todo el sector auxiliar y también de la oferta.
—Claro, claro, todo el tejido empresarial, especialmente las compañías aéreas, es fundamental para que haya turismo.

MADRID - Isabel Oliver y Abel Matutes Juan se reunieron a iniciativa de El Económico

—Ustedes tienen intereses en lo que se conoce como ocio, antes nocturno, ahora también diurno. ¿Manejan planes de contingencia diferentes?
—Sí. Hay que ser realistas y estas cosas vendrán después. También hay que mantener vivas esas empresas porque contribuyen a estimular la demanda de la actividad básica, que es la hotelería, por lo tanto, hay que estar preparado.

— ¿Tiene Ibiza capacidad real para alargar la temporada y palíe en parte la pérdida de negocio de un inicio en blanco?
—Una parte de ese negocio que no se ha podido desarrollar puede trasladarse a los finales de la temporada, siempre con las limitaciones del clima, de menos horas de sol y especialmente del transporte. Una parte siempre será posible, puede que haya una demanda insatisfecha de los que tenían previsto viajar cuando todavía estábamos cerrados o no había plaza por haberse concentrado todo en julio, agosto y septiembre. Es posible trasladar esa demanda a octubre y a las primeras semanas de noviembre, pero eso ya se verá y no será lo mismo. Para ello, Ibiza ha de hacer confluir muchas cosas, por eso hablo de la importancia de mantener todas las empresas vivas y con capacidad de reaccionar cuando las circunstancias lo permitan.

—Comparte la opinión del consejero delegado de Meliá que prevé un mejor comportamiento en aquellos destinos que, al contrario que nosotros, no necesitan transporte colectivo.
—Es posible. Si alguien entiende de estas cosas y conoce este mercado son el presidente y el consejero delegado de Meliá. Compartimos todo lo que han dicho hasta ahora Meliá y otros competidores y colegas.

—¿Cómo ha afrontado el Grupo Palladium la crisis?
—Todo está cerrado. En Caribe, la alta temporada coincide con los meses de invierno, aunque en verano también se trabaja. Hemos llegado a acuerdos con los líderes de los trabajadores. Las autoridades también son conscientes de la situación y estamos con las plantillas mínimas, mantenimiento y vigilancia, pero preparadas para arrancar. Afortunadamente, en los países más cálidos, la pandemia presenta unos índices más suaves, más leves que en Europa.

—Baleària comunicó esta semana que renuncia al dividendo de 2019.
—Tuve una larga conversación con el presidente y principal accionista, Adolfo Utor, hace unos días. Lo que se ha hecho es aplazar el reparto hasta diciembre, no se ha anulado. Si las circunstancias lo permiten, el dividendo se repartirá con unos meses de retraso.

—¿Qué movimientos ha hecho Globalia, otro grupo en el que tienen intereses?
—La está afrontando, como todos, con medidas de ahorro y haciendo frente a esta situación adversa con eficacia y con transparencia. Tenemos una participación limitada, y tenemos la máxima confianza en el accionista mayoritario, la familia Hidalgo. Mi hijo Abel es miembro del Consejo de Administración. Estamos informados y apoyando la gestión de los administradores.

—¿Cómo valora los movimientos que se están produciendo en el Eurogrupo con dos grupos enfrentados con matices?
—Estamos en un momento especialmente delicado. Esa dialéctica a la que se refiere ha estado presente siempre en Europa, en sus instituciones, desde su fundación. No es tanto un enfrentamiento entre ricos y pobres, como un debate sobre hasta dónde debe llegar el gasto público y dónde debe el sector público dejar la iniciativa a la sociedad.

Por un lado, tenemos las hormigas, que son las que creen que hay que seguir trabajando y ahorrando para el invierno, porque más tarde o más temprano llega y a veces es muy crudo, como lo estamos constatando en estos momentos. Y luego están las cigarras, que creen que siempre se puede gastar en cualquier circunstancia sin preocuparse de ahorrar. Ahora este debate ha vuelto a aflorar a la superficie. Hay argumentos para todo.

Está claro, y yo comparto esta opinión, que ante una amenaza de esta profundidad y gravedad, Europa, como institución mundial, como actor importantísimo en el escenario mundial, no puede permanecer ausente de este debate y de los remedios que se han de aplicar para atenuar la gravedad. Por lo tanto, Europa no puede permanecer ajena a este debate.

MADRID - Isabel Oliver y Abel Matutes Juan se reunieron a iniciativa de El Económico

Hemos de ser conscientes de que los países que siempre han jugado sus cartas con prudencia, que han intentado ahorrar, como las hormigas, porque no siempre vienen vientos de popa, tienen también sus razones para decir ‘cuidado que nosotros ya advertíamos de que podrían venir tiempos peores y había que ahorrar’. Tienen sus razones para ser prudentes a la hora de mutualizar, a la hora de intervenciones de Europa de cientos de miles de millones. Es comprensible que no se atrevan a endeudarse y a avalar a todos los demás sin unas determinadas garantías.

Este debate entre gastadores y ahorradores tiene que resolverse con un equilibrio, con unas soluciones que tengan en cuenta la parte de razón que tiene cada uno de los actores.
Ahí es donde nosotros, que estamos en la parte de los que teníamos pocas reservas, por decirlo diplomáticamente, tendremos que actuar con responsabilidad. No basta con condenar a los ricos y decir ustedes son insolidarios. Es mejor decirles que nosotros somos conscientes de que son ustedes muy necesarios y por nuestra parte haremos los deberes, ésa es la clave de la cuestión, para que haya una solución justa y equilibrada que es la única posible, insuficientemente a gusto de unos, demasiada generosa a gusto de los otros. Desde la fundación de la Unión Europa con el Tratado de París y el nacimiento de la Comunidad Europea del Carbón y el Acero (CECA) ha estado presente este debate de modelos.

Mutualizar un fondo, se llame como se llame, supone que cada estado avala el cumplimiento de todos los demás en este crédito y ahí es donde los que aportan más garantías quieren ser prudentes y alguno de ellos en exceso.

—A pequeña escala, es lo que sucede en muchas empresas cuando los socios han de avalar solidariamente a la propia empresa. Cuando la empresa no paga, lo pagan los socios. Y si unos socios no pueden pagar, acaban pagando los que sí tienen.
—Exacto. Los que tienen más que perder, piden a los administradores que las cosas estén muy claras. Ese es el debate. Cierto es que ante una pandemia de esta envergadura que ha paralizado la economía mundial, la UE como gran actor internacional, no puede permanecer impasible.

—Influye que haya un partido comunista en el Gobierno de España.
—Influye todo. Lo importante es que las instituciones del país sean conscientes, no solo de las responsabilidades que tienen de administrar el patrimonio de todos los españoles, también de cara a los socios que tenemos.

—¿Qué valoración hace del acuerdo alcanzado por los 27 el pasado jueves?
—Son unas medidas de urgencia necesarias y bienvenidas. La parte más importante del programa es, en cualquier caso, la que no se ha acordado todavía, el fondo de recuperación que los ministros han dejado para los jefes de Estado y de gobierno. Este es el instrumento más importante y su cuantía ha de depender del periodo que tardemos en salir de la crisis sanitaria.