Esta es la vista que Aida Escandell tiene cada mañana lectiva.

Recibir clases a través de un ordenador y en casa. Este es el panorama que tienen los estudiantes actualmente por culpa de la crisis de la COVID-19. Obligados a permanecer en su domicilio, los jóvenes ibicencos, al igual que el resto de españoles, han sufrido un giro drástico en su forma de recibir lecciones, estudiar y examinarse. Y, como todo, tiene sus pros y sus contras. Eso sí, tras una consulta a varios alumnos, parece claro que cualquier tiempo pasado fue mejor.

Aida Escandell
Aida Escandell, que estudia Comercio Internacional en el Instituto Técnico de Estudios Profesionales de Madrid, tuvo que regresar a la isla por culpa del coronavirus. El cambio en la forma de estudiar lo cataloga como «raro». «Pero no me disgusta», añadió. «Me parece que es buena idea para que podamos seguir con las clases y no recuperarlas más adelante», defiende Aida, para quien lo mejor es «la comodidad» y lo peor, «que no se aprende lo mismo que presencialmente». «No hemos hecho exámenes todavía, pero creo que no será lo mismo que si los hacemos en clase, y a la hora de exponer trabajos orales también es bastante extraño», expuso.

Eso sí, no puede evitar la melancolía y añora el día a día de la vida de un estudiante: «Yo echo mucho de menos vivir en Madrid y mi independencia, a la gente de mi clase y a mis amigos de allí. En cuanto a los estudios, echo de menos ir a clase y tener ese trato directo con los profesores y compañeros porque el aula virtual no es lo mismo». «No me cambiaría a esta manera de clases a distancia porque me gusta relacionarme con mis compañeros y hacer amigos nuevos», sentenció.

Nadia Sánchez
Nadia Sánchez, de 18 años, cursa primero de Fisioterapia en la UIB. Esta estudiante quiso recordar que «la mayoría de universidades están organizadas en dos cuatrimestres». «Con esto quiero decir que nos encontrábamos cerca de la mitad de esta segunda parte y no ha sido un cambio tan drástico como sería para los alumnos de Bachiller», comentó.

Al igual que Escandell, se queda con «la comodidad de poder elegir cómo hacer las clases». Eso sí, considera que hace falta «mucha fuerza de voluntad y muchas ganas». «Los primeros días lo ves todo positivo, pero, a medida que van pasando, te das cuenta que, al no seguir una rutina, no puedes adquirir los conocimientos que deberías y te frustras bastante. Las pocas clases que hemos hecho online son difíciles de seguir ya sea por la mala conexión o por la falta de concentración», argumentó.

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«Personalmente, podría decir que echo bastante de menos ir a clase. Parecerá una broma, pero no», continuó Sánchez, que no cambiaría el sistema anterior por el actual: «Para grados sanitarios como el mío, no me cambiaría a esta forma de estudio ya que no podemos adquirir todo el conocimiento sin realizar las prácticas presenciales pertinentes y este método no puede ofrecérnoslo».

Inmaculada Martín
Inmaculada Martín estudia primero de Enfermería en la Universitat Internacional de Catalunya, donde se «ha afrontado esta situación de manera correcta». «Dependiendo del profesor, en mi facultad nos han proporcionado materiales de estudio para hacer más amena la estancia en casa y, de esta manera, poder llevar al día cada una de las asignaturas», dijo.

Al igual que Nadia, echa en falta ciertas cosas: «Al tener prácticas en laboratorios y tratarse de una carrera con numerosas clases de carácter práctico, parte de esas no se van a poder recuperar, lo que supone un gran problema para los estudiantes». Lamentó que «entregar trabajos en grupo» fue «una tarea bastante tediosa». «Teníamos que intercambiar numerosas opiniones continuamente y tanto a mi grupo como a mí nos ha resultado difícil comunicarnos por vías tales como WhatsApp o correo electrónico. No es la manera de trabajar con la que más cómoda me he sentido», señaló.

María del Mar Serra
María del Mar Serra estudia el primer curso de Farmacia en el Instituto Químico de Sarriá y ha notado un «un cambio notable». «Antes hacía 12 horas a la semana de prácticas en el laboratorio. Ahora mismo solo podemos hacer búsquedas o tratamiento de datos, lo cual implica estar cada día las seis horas de clase y más delante del ordenador», apuntó.
Destaca como nota positiva que «los profesores han mostrado una gran dedicación» y lamenta que los exámenes se hayan endurecido «para evitar cualquier tipo de copia». «Además, la cantidad de trabajo mandado estas semanas es desmesurado», agregó Serra, que echa en falta «la vida universitaria y todo lo que esto engloba, en especial a las nuevas amistades creadas en este primer curso, tanto en la residencia como en la carrera». «No me cambiaría al estudio vía online, porque me resulta insatisfactorio tanto personal como académicamente», aseguró.

Juanjo Garrido
Juanjo Garrido oposita al Cuerpo Nacional de Policía y preparaba este proceso selectivo en una academia privada en Madrid. Considera que «este cambio ha sido radical, ya que es un proceso que consta de varias fases». Lamentó que «en unas oposiciones donde el número de plazas es mínimo, se requiere motivación, cosa que no se consigue siguiendo unas clases de forma online».

«Prefiero llevar una rutina e ir a clase presenciales. En cuanto el cambio más violento y que más deficiente veo, sería la adaptación de las fases físicas en casa, ya que no permite entrenar o medirte de forma correcta de cara a las oposiciones», subrayó Garrido, que «no adoptaría de ninguna manera este método académico». «No queda otra opción que adaptarse a lo propuesto», finalizó.