El médico José Ignacio Ricarte Diez es uno de los 30 profesionales de la Unidad de Estancia Media de Can Na Majora, del Área de Salud de Ibiza y Formentera. Se ofreció como voluntario, como el resto de sus compañeros de la Unidad, para trabajar en este centro dirigido a pacientes procedentes de residencias de ancianos y geriátricos.

Trabajó como médico de familia, hizo guardias en Cas Serres y tenía una interinidad para asuntos sociales del Govern. Al cancelarse las consultas por la crisis, se puso a disposición del Ibsalut.

«Me ofrecí para ayudar en lo que mejor pudiera, tenía experiencia en sociosanitario y estaban buscando personal para la unidad, me pareció muy bonito el proyecto y me presenté», cuenta.

De esta experiencia, destaca la buena predisposición y disponibilidad de todo el equipo. «Si las crisis sacan lo mejor y peor de cada uno, yo creo que a todos nosotros nos ha sacado lo mejor, veo muchas ganas de ayudar y hacerlo lo mejor posible».

Reconoce que ahora está «aprendiendo mucho de las enfermeras, del cariño que le ponen, de los auxiliares, los celadores; cómo cubren la parte emocional que no puede la familia, es lo que más me llena y me emociona». Con las videollamadas experimentan momentos muy emotivos en su trabajo, al sujetar el móvil o la tablet «ves en directo el cariño de los familiares, somos testigos del cariño de esas personas, ver como las familias los quieren y los valoran nos animan a trabajar mejor».

Los pacientes

Sus pacientes son personas mayores, algunas con deterioro cognitivo, metidos en una habitación sin poder salir, no ven rostros conocidos y sin poder hacer actividades de estimulación. Unas circunstancias adversas que, sin embargo, remedian con el trabajo del personal.

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«Las enfermeras y las auxiliares les tocan, con guantes, se acercan, les cantan canciones para animarles». Los familiares no pueden visitarlos. «Tenemos que cubrir la misión no solo de atenderles sanitariamente sino de la compañía, de hablarles, de acompañarles en todo este proceso, algunos con 94 años, algo que en otras circunstancias podía hacerlo la familia». Las familias lo viven con resignación, «no es lo que desearían pero tienen confianza y comprensión».

Tres de las pacientes han fallecido. «Nos apañamos para que vinieran cuando estaban muy malitos para acompañarles cinco o diez minutos y despedirse, darles un último momento. Intentamos buscar la manera de que se puedan ver, es muy importante para ellos y para las familias despedirse de ellos; lo necesitan y tratamos de ayudarles. He visto mucha colaboración, nadie desearía que fuera así, pero lo comprenden».

«Me puedo contagiar en un supermercado»

Ricarte vuelve a su casa con su familia después del trabajo. Su mujer también trabaja en el hospital. «Preferimos que los niños se queden con nosotros que con su abuela, que sería de más riesgo. Me sabría mal contagiarlos, pero soy consciente de que me puedo contagiar en un supermercado o en cualquier otro sitio». De momento, no se ha planteado el alojamiento en hoteles para aislarse como otros compañeros, aunque no lo descarta, «si tuviera síntomas me iría. Tampoco ha estado en vigilancia. Ni se plantea que ocurra, no quiere fallar a sus compañeros, a su trabajo, «sería un lío tremendo».

Para esa despedida se protege a las familias, «no pueden tocar nada y son cinco minutos», apunta.

«Ahora más que nunca, más que enfermedades hay enfermos; cada cual reacciona de una manera muy distinta. He visto a personas muy mayores que responden bien y tiran adelante». La mayoría de los que están ahora son asintomáticos, de Reina Sofía, pero están para tener un aislamiento más férreo y no se extienda por la residencia.

Habitaciones compartidas
Algunos incluso comparten habitación, como . «Están bien pero tienen el virus».
Asegura que en las residencias, «se hace bastante bien, teníamos miedo de que se llenase enseguida Ca Na Majora, pero han hecho un trabajo para contenerlo y tenemos menos casos de los que esperábamos». El otro perfil son mayores con muy mal pronóstico que no pueden ir a la UCI, «no porque son mayores sino que no responderían bien, por mucho que le metas un respirador no van a durar más porque su cuerpo no da más de sí; no se le abandona sino que se le sigue cuidando hasta el final, pase lo que pase, de la mejor manera posible».