El pasado domingo la Policía Nacional apareció en la casa de Cristóbal, en ses Figueretes. Había decenas de personas en su terraza recibiendo la comida que, después de obtener tanto de particulares como de empresas, él dona a los más desfavorecidos. Según dijo Cristóbal, los agentes tuvieron «un buen comportamiento» y solamente le indicaron que esta campaña «había que organizarla mejor». Ahora, le han cedido gratuitamente un local en la calle Pérez Cabrero i Tur de Vila, que inauguró ayer y donde se presentaron unas 75 personas -en representación de otras tantas familias-. Es el triple de las que solían acudir a su casa.

A las 11.00 horas de ayer, aproximadamente, ya no quedaba comida. Se la habían llevado ya los usuarios, como la ecuatoriana Johanna Villota, quien lleva alrededor de dos décadas en Ibiza. «Me gusta Cristóbal porque lleva años ayudando a los pobres y tiene un gran corazón», aseguró Villota. Además, quiso dar «unas gracias muy grandes» de parte de toda su familia. Se había llevado patatas y lentejas, entre otros productos.

«Estoy tan agradecido que no pararé hasta encontrar trabajo para poder colaborar con esta iniciativa»

El colombiano John -un año en la isla-, elogió que Cristóbal ayude a los inmigrantes y a la gente con hijos, entre otros colectivos, en lo que le parece «una excelente experiencia». Tan agradecido estaba que manifestó que no pararía hasta encontrar trabajo para poder colaborar con esta iniciativa porque, como bien anotó, «la vida da muchas vueltas». Ayer recogió, por ejemplo, galletas y cuchillas de afeitar -pues también se proporcionan artículos de aseo personal-, pero otras veces, aún en la terraza, se había llevado pañales, entre otros enseres. Antes también regalaban ropa, pero ahora han priorizado.

Noticias relacionadas

Cristóbal no es su verdadero nombre, ni tampoco busca cargos. Según sostuvo, lo único por lo que promueve esta iniciativa desde hace años es porque es abuelo y no puede «ver a un niño pasando hambre». En el local reparten estos productos los viernes, sábados, domingos y lunes y, al contrario que sucede con algunas ONG, cada persona puede pasar y llevarse lo que le quepa en una bolsa más lo que sea capaz de portar en las manos.

Eso sí, previamente se reparten mascarillas y guantes a la entrada. Tanto él como sus tres colaboradores -Bea y Toni llevan con él unos tres años y Verónica, desde el pasado mes- también los llevan y dentro no puede haber más de dos personas al mismo tiempo. Las dos chicas dijeron que estaban «muy contentas» de poder colaborar en la iniciativa.
Según Cristóbal, al local van «personas muy variadas», pues los hay que aún no han cobrado a causa de los ERTE, pero también niños y jubilados. Incluso, en ocasiones, lo llaman de Santa Eulària o Sant Antoni para pedir auxilio.

Además, hay ocasiones en que una cocinera prepara táperes diversos, pero, tras el cambio de ubicación, aún tienen que organizarse. Todo se publicita a través del canal de Facebook de Cristóbal.

Varias personas llegaron ayer cuando ya no había nada que repartir. Ello aflige a Cristóbal, como bien saben los usuarios. Si regresan hoy, es posible que tengan más suerte.