Dos operarias de Aurens tratan un ataúd antes de su incineración. | DANIEL ESPINOSA

La estampa de un entierro sin gente. Únicamente el operario del cementerio introduciendo el féretro en el nicho e instalando la lápida que sus familiares no verán hasta dentro de semanas. Algo que sucede estos días como consecuencia de la crisis sanitaria y que, en una cultura como la española en la que el funeral es un aspecto fundamental del duelo, genera sin duda una frustración grande que puede derivar en secuelas psicológicas.
Lo saben bien en las dos empresas de servicios funerarios de la isla, Aurens y Pompas Fúnebres Ibiza.

«El cambio ha sido radical para todos», explica Mónica Miranda, gerente de Aurens, quien precisa que «se trata de una situación en la que es habitual un trato muy estrecho porque son momentos de una tensión emocional muy intensa. Esto ha desaparecido y si nosotros lo echamos de menos, pues imagínate la familia».

El fallecimiento es un momento en el que mucha gente no sabe muy bien cómo actuar y depende completamente de la guía de estas empresas. Han tenido que adaptarse al COVID-19 y plantear el contacto a distancia.

Contacto
En Aurens se ha reducido todo el contacto al mínimo con las familias. Sus trabajadores pasan por hospitales o depósitos judiciales, por lo que se quiere evitar cualquier exposición de los familiares de personas difuntas que requieren sus servicios. «Se hace lo que se puede por email y teléfono, algo que genera una distancia que hace que todo sea más frío», lamenta Miranda.

Por otra parte, la prohibición de los velatorios ha limitado la presencia de la familia a tres personas en el momento del entierro.

La gerente de Pompas Fúnebres Ibiza, Ana Marí, considera estas limitaciones «inhumanas», pero apunta la importancia de cumplirlas y dice que la gente lo entiende, aunque le genera una profunda tristeza.

«Las familias siguen queriendo despedirse de sus familiares, pero no lo están pudiendo hacer como lo venían haciendo. No podemos hacer velatorios, pero si se trata de un fallecido que no ha sufrido coronavirus nos permiten, y nosotros lo ofrecemos, que el núcleo más pequeño y más cercano tenga una pequeña despedida de 10 o 15 minutos».
Para facilitar la llegada de las condolencias, ambas empresas disponen de servicios virtuales que las facilitan a través de internet.

En el caso de Aurens indican que se utilizan poco, normalmente la gente opta por la llamada «por cercanía».

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En el caso de Pompas Fúnebres Ibiza manifiesta que se hace más uso de estos sistemas. Además, han habilitado un servicio de ‘videolibro’, que consiste en una tableta en la que se recogen las palabras, fotografías y videos que hace llegar la familia a través de una aplicación móvil que la familia comparte con la gente que quiere. «Queda un bonito homenaje en el cual ha colaborado todo el mundo que ha tenido acceso a ese enlace», indica Miranda.

Aplazar la ceremonia
Desde las funerarias insisten mucho en la importancia realizar algún tipo de acto de despedida en el futuro, ya sea algo solemne o sencillamente una reunión de familia y conocidos del difunto.

«No es adecuado que las familias lo dejen como algo que no se ha podido hacer y ya está. Proponemos que cuando se pueda salir y todo se pueda desarrollar normalmente se junten con este sentido de despedida y así se pueda iniciar la senda del duelo correctamente», apunta la gerente de Aurens.

Explica que están viendo entre las familias de los difuntos que la situación actual está provocando una gran cantidad de duelos que necesitarán un tratamiento psicológico. «El duelo es una parte importante del proceso de aceptación de la muerte por parte de las personas y esto va a dejar muchas secuelas», indican. Es por ello que cuentan con un servicio de atención psicológica que ponen a disposición de las familias
El procedimiento

Aunque todo ha cambiado, en Pompas Fúnebres Ibiza explican que tienen dos modos de proceder.

Si es un difunto normal siguen atendiendo a las familias en sus oficinas o en el domicilios. Aconsejan la preparación del cuerpo del fallecido como si fuera para un velatorio, dado que permiten la despedida a la familia más directa. «La norma sí permite que haya gente de un modo controlado», indica Marí. Por ello, permiten a la familia más cercana que dedique 10 o 15 minutos a despedir a la persona. Después, tres personas forman la comitiva hasta el cementerio.

En caso de que el fallecido tuviera COVID-19, el asunto cambia. Normalmente, las familias están en cuarentena, por lo que todo se tiene que hacer telemáticamente. Piden a las familias autorización para firmar los documentos oficiales que hay que presentar en los juzgados y, en estos casos, no acude nadie.

Se introduce al fallecido en una bolsa especial que se desinfecta y se cierra cuando se recoge al difunto. Ahí queda sellada. Su entierro contará solo con la presencia del enterrador.