La joyera Elisa Pomar dialoga con Sonia Escribano.

«El barrio está completamente muerto, pero nunca en la vida había estado así». Con estas desoladoras palabras la joyera Elisa Pomar describe la situación en la que se encuentra la Marina durante el invierno, en un reportaje emitido este pasado lunes en la TEF.

«El antiguo barrio de pescadores, de hombres y mujeres humildes que pasaban sus días entre redes, barcos y olor a salitre, el barrio que un día fue el centro de la actividad de la isla, se ha convertido en una sucesión de puertas cerradas. Un laberinto de calles vacías por las que no pasa ni un alma cinco meses al año». Así empieza el reportaje Los últimos de la Marina, que entrevista a comerciantes conocidos por todos en Ibiza, como el farmacéutico Joan Tur Viñas, que, al igual que Pomar, apunta directamente al problema de aparcamiento en el barrio como el principal motivo de su aislamiento y abandono. «Hemos pasado de tener prácticamente todos los comercios abiertos de esta calle –en referencia a la calle Antonio Palau– a tener tres. Había cuatro, pero La Caixa también ha cerrado», dice.

Explica Tur Viñas que la farmacia lleva abierta 110 años y que nunca les había pasado cosas como ahora. «Un día no dejaron pasar a una señora que venía a probarse una prótesis de pierna. Le dijeron a su marido que aparcara y vinieran andando», cuenta el farmacéutico, a quien no le importa acusar directamente al alcalde de Ibiza de la situación. «En el Ayuntamiento hay un señor que se levanta por las mañanas y dice: ‘Voy a hacer esto’», en referencia a la poca planificación por parte de Rafa Ruiz. En relación al cierre del tráfico en la Marina, añade: «Quieren un casco viejos sin coches. Pues, miren, se van a quedar con un casco viejo sin negocios. Han tomado medidas absurdas. La gente no sabe si puede entrar o no, si les van a multar o no. Creo que es simplemente la capacidad intelectual de quien nos gobierna, como suena. Creo que hay gente que estaría mejor dando clases de gimnasia».

Posible cierre

En el reportaje, la joyera Elisa Pomar llega a insinuar que se está planteando por primera vez en su vida cerrar la joyería. «Desde el Marisol hasta el final del puerto, ¿sabes lo que es ni un local abierto?» «Yo te diré cómo acabará la Marina. Esto será un parque temático de gente de fuera que solo viene a trabajar en verano, estrujar la isla todo lo que pueda para llevarse todo el dinero y, luego en invierno, una patada en el culo».

A la pregunta de qué les contestan del Ayuntamiento cuando les piden soluciones, Pomar es muy clara: «Los políticos me dicen que ellos tienen unas ideas y que no van a dar marcha atrás. Que hay un plan y que el plan es como es y que si no nos gusta que votemos a otros. Pero es que el plan está mal hecho. (…) No pueden hacer esto y cargarse un barrio como la Marina. Yo, cuando era pequeña, esto era el centro, estaba lleno de gente. Pero es que te dicen: ‘Esto está así y punto’. Y es que ni escuchan».

Muy directo y claro habla también el último estanquero de la zona, Victorino Planells. «El barrio está muy, muy, muy mal». Como el resto de entrevistados, para Victoriano hay «un problema muy grave de falta de aparcamiento y no se nos subsana». Dice haber hablado con el Ayuntamiento de Vila en varias ocasiones. «Nosotros hemos hablado con Pep Tur (concejal Patrimonio y Cultura) y Aitor Morras, (concejal de Movilidad, Vivienda y Promoción Económica). Ellos dicen que los comerciantes somos una parte pero no somos el total, ya que también hay vecinos, pero también ellos solicitan que pueda haber aparcamiento en el puerto, para todos, para vecinos y comerciantes», señala.

Diversas carencias
Para Planells, un área tan grande como es el casco antiguo sin aparcamientos y sin comercios «desaparece y se muere». También se queja de que en verano el Puerto ya no es lo que era. «La gente me viene a preguntar todavía por los pasacalles», explica. Además, apunta a otras necesidades, además de la falta de aparcamiento, como son la limpieza, la seguridad o la falta de iluminación. «Parece que vamos a grabar una película de Drácula. Bram Stoker aquí haría una fiesta», dice con ironía.

A Pepita Ramis, una de las últimas fruteras que quedan en el Mercat Vell, la paciencia se le acaba: «Nos dicen que tengamos paciencia, pero la paciencia se agota». Asegura que el Ayuntamiento da la callada por respuesta cuando se les pide soluciones para revitalizar el Mercat Vell.

André Quidu, de Croissant Show, es el único que mantiene abierto un establecimiento con terraza durante el invierno en esta zona de la Marina. «No tenemos competencia. Los famosos del barrio, como Comidas Sant Juan y hasta el Marisol, han cerrado», cuenta. Y añade que le da mucha pena ver cómo está ahora el Mercat Vell: Cuando yo llegué aquí, era el único extranjero de toda la plaza. Ahora, creo que queda un ibicenco en toda la plaza».
Recuerda con tristeza que, cuando empezó en Croissant Show, «esto era el centro comercial». «Hoy día, todo el comercio de necesidad ha desaparecido», añade. También explica que paga al año 10.000 euros al Ayuntamiento de Vila por ocupación de vía pública, pero no hay ningún tipo de incentivo ni de rebaja para los comercios que abren en invierno.

Sin propuestas culturales
Al igual que el resto de entrevistados, André se queja de la falta de aparcamiento. Pero, además, dice, debería de haber más propuestas culturales en una zona que es Patrimonio de la Humanidad. «Hay soluciones», dice esperanzado, como «servicios públicos de transporte con vehículos eléctricos pequeños gratuitos». «Lo más fácil es criticar a los que mandan, pero nosotros tendríamos que movernos para que se hagan cosas y aprovechar este sitio tan maravillosos para hacer conciertos y actividades culturales», apostilla.