Al mediodía Can Jordi Blues Station reflejaba un magnífico aspecto. | Manu Gon

A eso de la una de la tarde, la terraza de Can Jordi, en la carretera de Sant Josep, estaba repleta. El solecito, la posibilidad de estar con amigos tras casi dos meses y las ganas de disfrutar de uno de los lugares más emblemáticos para muchos ibicencos, eran motivo más que suficiente para ello. Además, su dueño, Vicent, iba recibiendo a cada cliente demostrando que una sonrisa es un gran antídoto contra los malos momentos. Sin embargo, allí algo ya no es igual. Tras las medidas decretadas por el Gobierno para luchar contra el coronavirus, el espacio entre las meses es mayor, el aforo es mucho más reducido, sus camareros llevan los pedidos con mascarilla y guantes y todo se desinfecta después de que lo haya tocado algún cliente. Tanto que, como bromeó Vicent, «nunca se ha visto tan reluciente la madera de nuestras mesas».

Algo que, sin embargo, no desanimó a muchos clientes. La mayoría en Can Jordi son parroquianos fijos y por eso muchos aseguraron a Periódico de Ibiza y Formentera que contaban las horas para llegar a la Fase 1. «Teníamos muchas ganas de disfrutar de las cosas buenas de la vida aunque sea con guantes y estando algo más separados, y es que al fin y al cabo, vivimos en España, un país de terraza, solecito y cervecita».

Sant Rafel

Unas horas antes algunos bares y cafeterías servían los primeros desayunos. En Sant Rafel, Can Fresco lucía sus mejores galas Sara, su dueña, su mejor sonrisa para atender a los primeros clientes. Su local es el único que ayer abrió en un pueblo que, por cierto, muestra un aspecto desolador con muchos más carteles de los deseables de Se Alquila o Se Traspasa. «Se ve que había ganas de salir, de disfrutar de una tostada, un bollo, un café o un té porque no ha parado de venir gente en toda la mañana», aseguró a este periódico Sara sin parar un segundo.

Ella ha tenido que reducir su aforo a la mitad y respetar una distancia de unos dos metros entre mesa y mesa. Para ello ha colocado carteles en algunas de las mesas en los que se indica claramente que no se pueden ocupar. «Los clientes lo tienen muy claro y lo tendrán aún más según pasen los días porque estamos concienciados de que lo primero es nuestra seguridad», concluyó.

Sant Antoni

Este pueblo ya iba cogiendo color tras casi dos meses. Aunque el West End sigue pareciendo un pueblo fantasma, algunos bares y cafeterías emblemáticos del Passeig de Ses Fonts abrieron ayer sus puertas. Era el caso de La Cantina Portmany, donde varios camareros se afanaban por servir lo mejor posible con guantes y mascarillas y manteniendo la distancia de seguridad a los clientes que llenaban la terraza.

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Sin embargo, según Lucas, encargado de poner los cafés y los pedidos tras la barra, no estaba siendo sencillo. «De momento todo es un lío porque trabajar con guantes en hostelería es poco operativo, porque mantener las distancias es muy complicado y porque hay muchas normas del Gobierno que no están nada claras».

También han reducido su aforo, pasando de una capacidad máxima de unos 300 comensales a unos 90 y han separado sus mesas convenientemente. «Para nosotros es un problema porque perdemos clientes pero no nos importa porque sabemos que está en juego la salud de la gente, y por eso es necesario que se obligue a todos los establecimientos del pueblo a hacer lo mismo para que después no nos tengamos que lamentar», concluyó Lucas.

Al final del puerto, Rita’s Cantina también abrió ayer con una terraza repleta y una distancia entre mesa y mesa un poco más justa que en otros lugares. Sin embargo, las medidas de higiene son muy estrictas, con camareros con mascarilla, guantes y hasta una mesa con ruedas para llevar los pedidos hasta cada cliente. «Nos costará acostumbrarnos a todos pero al final todo será para mejor porque está en juego acabar con el coronavirus», explicó la dueña, Rita.

Sant Josep

Sant Josep también mostraba mejor aspecto. Algo más de una decena de clientes descansaban en las terrazas de los bares abiertos disfrutando del sol y charlando animadamente.

Algunos, al tener que reducir el aforo, se han quedado en lugares casi testimoniales aunque con encanto. Es el caso de S’Aire, junto a la iglesia del pueblo, y que tras una primera apertura del 7 al 14 de marzo, ahora afronta con Caty la temporada con ganas. Mientras, prácticamente enfrente, Es Racó Verd ambién iba volviendo a ser ese lugar que es el centro de reunión para muchos vecinos del pueblo. Sin embargo, allí tampoco nada es lo mismo porque, en este caso, Sam y su equipo también atienden protegidos con mascarilla, guantes y trabajan intensamente para desinfectar los baños cada dos horas y todos los productos, «durante 30 segundos en agua y lejía y luego en el lavavajillas».

Una realidad que nos demuestra que nada ya será igual. Ni siquiera cuando vuelva la música en directo. Para eso, según Sam, habrá que esperar «al menos dos semanas».