Profesionales del 061 con los equipos de protección individual, preparados para una salida. | MARCELO SASTRE

Cada paciente puede ser un sospechoso. Con este lema se trabaja en el servicio de Atención Médica Urgente 061, uno de los recursos sanitarios con más experiencia en alertas sanitarias. De hecho, su formación con el Ébola les ha servido de mucho en su trabajo en la crisis del coronavirus. Un mes antes de que se decretara el estado de alarma, el 061 estaba atento a lo que se nos avecinaba realizando los primeros servicios a domicilio antes incluso que se pusieran en marcha las UVAC. Una vez que asumió Atención Primaria la toma de muestras y atención a pacientes en domicilio pasaron a la retaguardia. En el argot militar, fueron las tropas de élite al incio de la crisis, las que primero se movilizan cuando se ha de intervenir en un conflicto.

El 061 ha cambiado su organización al cien por cien durante la pandemia. Las mascarillas son imprescindibles en la base, hay un protocolo de convivencia que incluye turnos para la comida y no más de tres personas en las guardias. Además se estableció una recomendación de atención diferenciando a pacientes con disnea, que puede tener una clínica relacionada con la dificultad para respirar, con el resto. También ha afectado a la asistencia en las ambulancias de soporte vital avanzado, ahora no se aproxima el equipo entero al paciente, sino el médico, el jefe de guardia, es el que se acerca y hace una primera evaluación del paciente, tenga o no síntomas. Cuentan con «kit covid» para tomar la temperatura y el control de oxígeno a todos los pacientes.

La herencia del Ébola
Ángel Crespo, coordinador del servicio, recibió al primer paciente de las Pitiusas cuando llegó al hospital Can Misses antes de que se decretara el estado de alarma. «Extremamos las precauciones en aquel servicio», recuerda. «El 061 ha sido fundamental en la primera fase. Tenemos la herencia de la crisis de Ébola, se ha reactualizado y orientado a este nuevo patógeno», añade David Fernández, médico del 061 y delegado del Simebal, que renunció a las horas sindicales en esta crisis sanitaria. «Hemos hecho un sobreesfuerzo los trabajadores del 061», apunta. Crespo destaca también «el trabajo en equipo, la implicación de todos los profesionales, ha habido una conexión muy importante a pesar de las dificultades, con participación y colaboración de todos».

Durante la pandemia han utilizado dos tipos de protección, una más intensa, los buzos, para paciente con alta sospecha o confirmados y los de la operativa diaria, gafas, mascarilla, batas, aunque insisten que «cada paciente puede ser sospechoso y tenemos que llevar un mínimo de protección», apunta Ángel. Aún así, han llegado a tener casos de pacientes que en principio no eran sospechosos y que finalmente han dado positivo. «Fue un traslado interhospitalario donde no estaban realizadas las pruebas y por la clínica parecía que no tenía la sospecha de paciente COVID pero al hacerle las pruebas dio positivo», recuerda Ángel Crespo.

La protección de los profesionales se ha puesto en entredicho en esta crisis. Angel Crespo asegura que el 061 ha tenido el material adecuado: «No puedo decir que en mi servicio haya habido algún profesional que esté expuesto por no tener material». Aún asi ha habido profesionales que se han protegido los pies con bolsas de basura, tal y como han aparecido en los medios de comunicación. «El procedimiento del Ministerio de Sanidad no nos marca que tengamos que tener esas calzas y basados en esas recomendaciones se han cumplido», apunta. No obstante, David Fernández, asegura que ha habido «déficit de equipos de protección a pesar de estar mejor dotados que otros servicios». De hecho, han reclamado polainas, que les cubra todo el calzado hasta la rodilla. «Llevamos unas botas tipo militar. Las tallas de los buzos son pequeña y es imprescindible para que nos cubra el calzado. Es absurdo ir como un astronauta pero con tus zapatos, te cubres bien o no». Pese a sus quejas, tiene claro que «la actuación del 061 ha sido de las mejores que se podía hacer en comparación con otros».

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La actividad ha bajado al estar la gente confinada en sus casas, hay menos patologías de la que se atendía antes, como traumatismos, accidentes laborales e infartos agudo de miocardio. Sólo un fallecido en accidente de tráfico y han disminuido las relacionadas con el turismo, que eran muy frecuentes antes en esta época del año, como intoxicaciones etílicas; pero sí que han tenido un aumento importante de la patología psiquiátrica de todo tipo, con bastantes brotes psicóticos. «No sabemos si el paciente con inestabilidad, al estar confinado en su cas, se ha agudizado su estado», señala Ángel Crespo. Apunta a «brotes psicóticos, trastornos depresivos, relacionado con problemas familiares, económicos que afectan al estado de ánimo» y se han producido intentos de suicidio, alguno de ellos consumado. «El confinamiento ha afectado a este tipo de pacientes, algunos ya tenían alguna patología psiquiátrica, que se les ha descompensado y otros que no tenían una patología, pero por las circunstancias del confinamiento, han debutado».

Menos casos pero más tiempo
El total de atenciones desde el inicio del estado de alarma, mediados de marzo, hasta el 12 de este mes han sido 1.628, un 30% menos que el mismo periodo de 2019 cuando se efectuaron 2.311 operaciones. En marzo hubo una reducción de la actividad de un 9,4%, de 585 operaciones en 2019 se pasaron este año a 530. Un descenso no muy significativo ya que coincidió con el inicio de la atención del coronavirus y la recogida de muestras que recayó en el 061. En abril el descenso fue de un 35,5% y se pasó de 1.249 a 805. En mayo, hasta el día 12, hubo 293 actuaciones frente a las 477 del año pasado, un 38,6% menos. Sin embargo, hay que tener en cuenta que los tiempos en las ambulancias ha sido bastante más largos, entre prepararse para intervenir, la intervención y traslado de paciente, y la limpieza posterior de la ambulancias. «El tiempo que se ha dedicado a los pacientes era mucho más largo, es mucho más complejo el tratamiento a un paciente que no sabes si lo tiene o no y que hay que hacerle lo mismo», apunta.

Cuatro ambulancias se han dedicado al coronavirus, dos de ellas situadas en la base de Ibiza, la Delta 500 que se encargó inicialmente de la toma de muestras en domicilios y para atender a pacientes sospechosos, y otra de transporte urgente para traslados. Durante esta crisis, para los traslados de pacientes con coronavirus sospechosos de Formentera se ha recurrido a la cápsula de aislamiento que tenía el 061 en la época del Ébola y la trasladaron a Formentera para este tipo de traslados a Can Misses.

En cuanto al miedo al contagio, Ángel Crespo reconoce que lo tuvo, «pero por que se lo puedas transmitir a nuestras familias». Destaca de esta crisis cómo la población se ha volcado con los sanitarios, «pero ese agradecimiento tiene que ir a la población confinada, ellos son los que merecen un aplauso». De hecho, a las 20 horas, se trasladaban a diferentes puntos para aplaudir a la ciudadanía con el sonido de sus sirenas.

Dudas éticas
David asegura que lo mejor de esta crisis ha sido la baja mortalidad y lo peor, «la sensación de inseguridad que han tenido los sanitarios, que muchas veces se han sentido abandonados por la administración pública». Dice que le ha generado satisfacción, «que el bicho no sea muy letal, porque si esto nos toca con un Ebola no lo contamos». Reconoce que ha tenido dudas éticas. Al reorganizar la asistencia, tenían unas medidas de prevención, como vestirse con el equipo de protección, para evitar los contagios, «pero muchas veces te encuentras con situaciones que exigen una actuación inmediata, como una parada cardiorrespiratoria, no me paro a pensar si ha tenido síntomas, sino que actuó rápidamente porque sino se muere y eso es lo que más malestar me ha generado, no solo asumir mi parte de riesgo, sino la de mis compañeros. Me he tenido que enfrentar a estas decisiones éticas e igual con una mejor protección desde el principio no hubiésemos tenido que asumirlas».