Imagen de varias mascarillas.

Ya se ha publicado en el BOE y desde hoy es obligatorio el uso de mascarillas. Así que, una vez que por fin nos han desvelado las dudas sobre dónde, cuándo y quiénes debemos calzárnoslas, ya podemos canturrear el coreado eslogan «póntela, pónsela». Los más pequeños también deben hacer uso de este nuevo complemento que a partir de los seis años tendremos que llevar todos aquellos que no estemos exentos por ley, es decir, que no padezcamos alguna enfermedad que se vea agravada por su uso o alguna incapacidad para hacerlo.

La única pregunta que nos queda en el aire es cuáles son las que realmente nos recomendarían en el hipotético caso de que no estuviesen aterrados por un segundo brote. Porque me da a mí en la nariz que si nos dicen que las idóneas son las quirúrgicas y no las FFP2 es porque temen que estas últimas se agoten y que si el COVID-19 nos la vuelve a liar nos encontremos de nuevo con nuestros sanitarios desprotegidos. Yo, que no tengo ni idea, prevendría esta situación adquiriendo ya una buena remesa de ellas, como pudieron hacer en enero ante las recomendaciones de la OMS, pero ya les digo que solo comparto con Sócrates el que no sé nada. En su defecto nos invitan a hacernos con las que queramos: las FFP2, si las tenemos o podemos pagarlas; las caseras, que son lavables y a las que se puede introducir por la ranura de atrás un filtro de la cafetera; o las quirúrgicas, es decir, las de un solo uso y que sirven para proteger al resto de nuestras babas y secreciones, pero no a nosotros de quiénes porten el bicho. Estas, por cierto, son las más contaminantes porque, como los condones, sirven para un solo escarceo. ¿Lo tienen ustedes claro? Pues yo tampoco, así que iré alternándolas según me dé el viento.

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Se agradece que nos recuerden que es tan importante llevarlas como colocarlas de forma correcta (de nuevo mi cerebro evoca, sin poder evitarlo, las primeras veces que manipulé un condón y lo complejo que me parecía aquello). El BOE especifica, además, que debemos taparnos tanto la boca como la nariz, por lo que entiendo que esos avispados que deciden sacar fuera su pituitarias serán amonestados por hacerlo y es que, puestos a ahogarse y a vislumbrar un mayo y un junio cocidos, no hay nada mejor que hacerlo en rebaño o en manada, dejo el apelativo a su gusto.

Las multas para «los listos» de turno que pasen de hacerlo con protección será de 600 euros, y los lugares donde nos veremos un poquito peor las caras serán todos los espacios cerrados donde sea imposible mantener una distancia de seguridad de dos metros, pero también la calle, por lo que, estimados runners, id acostumbrándoos a ella si no queréis que la carrera os salga por el doble.

¿Hasta cuándo tendremos que renunciar a los besos, a los abrazos y a las sonrisas? Me preguntarán ustedes y yo, que como buena periodista que soy, aprendiz de todo y maestrilla de nada, solo puedo decirles que hasta que nos lo ordenen los otros «sabios», los de arriba, si es que se ponen de acuerdo y logran permitirme cerrar de una vez esta dichosa bitácora.