Gárriz es presidente de ASELF y especialista militar en NBQ (Nuclear, Biológica y Química). | Marcelo Sastre

Pablo Gárriz (Madrid, 1976), presidente de la Asociación Española de Lucha Contra el Fuego (ASELF) y técnico director de Emergencias de Eivissa-Formentera desde 2004. Licenciado en Ciencias del Trabajo, es auditor de sistemas de gestión de calidad, de prevención de riesgos laborales y especialista en seguridad industrial. Tras cuatro años como consultor del Banco Mundial, hace 16 años se trasladó a Ibiza por motivos familiares (se casó con «una ibicenca maravillosa») y con un reto profesional a través de la recién creada dirección general de Emergencias del Govern balear. Su dedicación le ha reportado diversos reconocimientos y ha sido seleccionado por el Ministerio del Interior como experto nacional en varios proyectos del mecanismo europeo de Protección Civil. Oficial reservista con el empleo de Teniente de Infantería de Marina, Gárriz está especializado en defensa NBQ.

—¿Cómo ha vivido la crisis del coronavirus?
—Pues supongo que como la gran mayoría de la gente, con mucha preocupación, con mucha incertidumbre, con ganas de poder ser útil y con la gran suerte de no tener afectados graves directos entre los más cercanos.

—Y desde la primera línea, ¿cómo lo han vivido personal como bomberos, emergencias o Protección Civil?
—Con mucha intensidad en todos los sentidos y sin perder de vista que cada pieza del eslabón es un elemento necesario e imprescindible para que el sistema funcione. Y cabe destacar la labor de los profesionales de todos los ámbitos, pero también la de muchas personas voluntarias que se están dejando la piel.

—¿Cómo ha sido la respuesta en Ibiza ante una emergencia diferente como está siendo el COVID-19?
—En Ibiza está pasando como en el resto del Estado con la ventaja que no está teniendo el nivel de impacto y de colapso que en otros ámbitos. Me consta que los profesionales del sistema sanitario (público y privado) están actuando con una capacidad de trabajo, con un compromiso y con una implicación extraordinaria; la práctica totalidad de las instituciones se han volcado en lo que está haciendo falta a lo que hay que sumar importantes grupos de voluntarios que están demostrando los mejores valores que como sociedad tenemos. Sin embargo, la regulación legal y normativa de las situaciones extraordinarias, como son las emergencias y las crisis, no está bien resuelta y, además de no activar los planes de emergencia con los que se cuenta, añade distorsión en las tareas de gestión, dirección y coordinación. ¡Quién me iba a decir hace cinco años cuando empecé formalmente con mi tesis, que va precisamente sobre esto, que estaría en medio de una pandemia!

—Como experto en gestión de emergencias, ¿la coordinación y colaboración es notable y clave?
—La coordinación y la colaboración deben ser notables y son la clave. No obstante, las actuaciones de todos los implicados están sujetas a los cometidos, a las competencias que se tienen, y a las estructuras organizativas específicas con las que se cuenta. Si esto no está bien diseñado es fácil la aparición de disfunciones, incoherencias e inconsistencias en los sistemas. Tenemos la posibilidad de la declaración de la situación como de «interés para la seguridad nacional», en base a la Ley de Seguridad Nacional; tenemos la posibilidad de declarar la situación como «emergencia de interés nacional» en base a la Ley del Sistema Nacional de Protección Civil (debiendo activar los planes de emergencia de Protección Civil en todos los niveles inferiores en su máximo escalón con la llamativa falta de aprobación del Plan Estatal General de Protección Civil que es obligatorio desde 2015), tenemos una ley orgánica de medidas especiales en materia de Salud Pública (que se despacha con sólo cuatro artículos y sin ningún desarrollo reglamentario) y tenemos la ley orgánica que regula los estados de alarma, excepción y sitio, que es por la vía que se ha optado, y que sin embargo tampoco cuenta con el desarrollo reglamentario correspondiente.

—Superado el confinamiento duro, nos adentramos en la desescalada, el uso de guantes y mascarillas, y ello nos traerá un nuevo problema, la proliferación de estos residuos y surgen actuaciones como el Proyecto Bolsa Púrpura. ¿Qué es esta iniciativa?
—Con lo que estaba pasando en otros lugares y en cuanto aquí se empezaron a desarrollar actividades masivas de limpieza y descontaminación saltaron las alarmas. Además, con la necesidad permanente de tener que utilizar equipos de protección por parte de la población en general, en ASELF empezamos a temer que esta situación no sólo era una crisis sanitaria de proporciones sociales, económicas y, sobretodo, humanas sin comparación, sino que acabaría convirtiéndose también en un grave problema medioambiental. Por este motivo, durante el pasado mes de abril desde la Asociación empezamos a trabajar en una propuesta que remitimos por carta formalmente al Ministerio del Interior para solicitar la puesta en marcha de un Plan Integral de Gestión de Residuos a nivel estatal que dé una respuesta especial a las necesidades actuales. Concretamente, la iniciativa #bolsapúrpura forma parte de esta petición más amplia que se hace desde ASELF en el contexto de la situación generada por el COVID-19 y que tiene la intención de servir de mecanismo de concienciación de la población y como una forma de comportamiento seguro para todos.

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—¿Y en qué consiste concretamente?
—Se trata de intentar que todos los ciudadanos, con independencia de otras obligaciones sectoriales que pudieran tenerse, utilicen una bolsa de basura de un color diferenciado para los elementos de protección usados y para aquellos elementos personales de tipo sanitario que hayan estado en contacto con personas contagiadas o presumiblemente contagiadas (tales como gasas, pañuelos, cambiadores o protectores de cama). Esto se debe a que, en primer lugar, todos estos residuos deben ser tratados como material biológicamente contaminado con independencia de dónde se generen; en segundo lugar, diferenciar claramente los residuos permite una mayor protección para las personas que deben manipularlos facilitando también su gestión y, por último, porque se componen de elementos que pueden tener una incidencia y un impacto muy negativo en el medio ambiente.

—¿Qué peligros suponen estos residuos?
—Son elementos que pueden haber estado en contacto con el virus, por tanto se comportan como vectores de propagación, lo que supone que las personas que tengan contacto con estos residuos deben ser conscientes de lo que manejan y tener una adecuada protección. Por otra parte, son elementos cuyos componentes son celulosas, derivados plásticos, fibras y cauchos de todo tipo (como el látex), gomas y elastómeros (como los nitrilos y otros polímeros), siliconas… en consecuencia, materiales con una lenta degradación y con una larga perdurabilidad en el medio ambiente. Como dato a tener en cuenta, se está detectando incluso coronavirus en los sistemas de aguas residuales. Es más, me comentaban hace unos días personas que trabajan en este sector que el problema de tirar las toallitas por el váter era una broma en comparación con lo que se están encontrando.

—¿Han detectado un incremento en nuestro país de residuos sanitarios?
—Sí, por supuesto, ya que los residuos sanitarios han crecido en la misma proporción que las necesidades de atención masiva de personas contagiadas por COVID-19. A esto hay que sumarle que la alta posibilidad de contagio del virus ha conllevado -y está conllevando- el uso intensivo de elementos y equipos de protección de todo tipo y ya no sólo en el ámbito sanitario sino de una manera generalizada. Por tanto, la suma de ambas situaciones está generando residuos que se deben tratar como elementos presumiblemente contaminados, lo que está suponiendo cantidades ingentes de residuos que en muchos casos, como se puede comprobar simplemente saliendo a la calle, no están controlados.

—¿Cómo se podría implantar en todos los hogares de España?
—Desde ASELF hemos planteado una solución de compromiso sencilla, primero usar un tipo de bolsa que ya está en el mercado y con esto conseguir que un color concreto sirva para identificar un determinado tipo de residuos. De hecho, hemos elegido el púrpura (o violeta) porque es el color que en el mundo de las emergencias se identifica con los incidentes con sustancias peligrosas.

—¿Cómo se pueden eliminar estos residuos sanitarios?
—Esta es la segunda parte y donde al comportamiento social responsable se le debe sumar un sistema de gestión de los residuos que permita manejarlos, bien porque se establece un circuito general y específico para su recogida, bien porque se establecen puntos concretos para este tipo de residuos, al igual que pasa con los medicamentos caducados o con las pilas. En todo caso, hasta que se pueda establecer el mecanismo de destrucción que corresponda, la diferenciación puede permitir su triaje y el almacenamiento separado este tipo de residuos evitando que se mezcle con el resto de residuos ordinarios, ya que cuando esto se produzca ya será demasiado tarde.

—¿Cree que se logrará erradicar el COVID-19?
—No tengo capacidad para responder a esta pregunta, pero lo que está claro es que es un problema que existe hoy, que evolucionará de una manera o de otra en función de cómo se maneje el presente y que, sin duda, nos pone a prueba como sociedad y como especie.

—¿Qué es para usted la “nueva normalidad”?
—En referencia a los intensos bombardeos que sufrió la población civil de Londres durante la Segunda Guerra Mundial, Winston Churchill decía que un héroe es aquella persona que es capaz de hacer cosas normales en situaciones extraordinarias, así que creo que la nueva realidad es un agregado de héroes anónimos y cotidianos que son capaces de seguir haciendo cosas normales en una situación que no lo es.