Platja d’en Bossa la noche del sábado pasado, entre Usuahïa y Hi.

Las decisiones que han venido tomando en las últimas jornadas algunas comunidades autónomas en relación al ocio nocturno están dando la razón a la presidenta de Baleares, Francina Armengol, y al conseller de Turismo, Iago Negueruela: el ocio nocturno está siendo, junto con las reuniones familiares y los centros de trabajo, foco de contagios de covid.

Baleares ya no es la única comunidad que impone restricciones al horario de cierre, ni tampoco la única que no deja abrir a las discotecas. Fue la primera y por ello, ya no es la más restrictiva porque, afortunadamente, la situación en las Islas en general y en Ibiza y Formentera en particular parece controlada.

La Generalitat de Cataluña ha decretado el cierre de la actividad a medianoche ante la preocupante expansión del virus en el área metropolitana de Barcelona. Murcia y Navarra han introducido restricciones de diferente índole encaminadas al mismo fin. Madrid estudia hacer lo propio durante la próxima semana, al igual que País Vasco y Andalucía.

Más vale prevenir que curar. La decisión de poner trabas al ocio nocturno fue preventiva, ya que en esos momentos no se habían producido los primeros brotes nocturnos, y, como todas las demás, política, arbitraria y discrecional. Y ha sido un acierto político indudable.

Armengol y Negueruela, que han contado en todo momento con el apoyo de Vicent Marí, prefirieron prevenir que curar, aunque algunos empresarios no entendieron que es mejor tener abierto hasta las 2 de la madrugada que tener cerrado del todo durante algunas semanas o incluso durante el resto del verano. Este era el riesgo que se quería evitar y, de momento, se ha conseguido.

También lo entendió la Asociación del Ocio, la agrupación de las principales empresas de este sector, cuyos dirigentes no han puesto ni un solo reparo a la limitación a las pistas de baile, ni al aforo máximo de 300 personas, ni al cierre a las 2 de la madrugada, más bien al contrario.

500 millones. Poco ha importado a la hora de que Govern, con el aplauso del Consell d’Eivissa y los empresarios, haya implantado unas severas restricciones que los clubbers dejaran el año pasado 500 millones de euros en ingresos, entre entradas (80), reservas VIP (9), bebidas (67) y alojamiento (106) y otros sectores, como alquiler de coches y embarcaciones, restaurantes y comercio. Los aficionados a la música electrónica gastan el doble que el turismo vacacional.

Los datos son del International Music Summit (IMS). El volumen de facturación es más modesto que el recogido en el estudio patrocinado por la Asociación del Ocio en 2019: 770 millones.

Fue un acierto este estudio porque ha permitido conocer el impacto del sector en la economía ibicenca.

Fue dirigido por el historiador y economista de cabecera de los socialistas baleares, Carles Manera, tanto que a principios de mes fue elegido consejero del Banco de España, después de haber sido conseller de Economía y Hacienda entre 2007 y 2011 y presidente del Consejo Económico y Social de Baleares.

El estudio de la UIB dejó otros datos que no conviene perder de vista a la hora de emprender aventuras inciertas sobre el modelo turístico de la isla.

Guste más o menos, la música electrónica, el ocio diurno y el ocio nocturno son los responsables del 35% de la ocupación, del 20% de la facturación agregada y de un gasto medio de 240 euros por turista y día, importe equivalente al de «una familia entera de sol y playa». ¿Quién en su sano juicio es capaz de atacar al sector que da de comer a media isla?
Bien lo saben los 40 restaurantes de la isla donde el precio medio del cubierto supera los 100 euros por persona.

No cabe duda de que el impacto que tendrá la persiana bajada de las discotecas en la economía de Ibiza será muy notable y que será especialmente evidente el próximo invierno, cuando parte de la población no haya acumulado rentas suficientes como para pasar el invierno.

El descalabro merecerá otro estudio ad hoc para conocer la magnitud de las pérdidas y la veracidad de los beneficios.

Ahora, el reto es que lo que ha hecho bien el Govern, a pesar de la magnitud del roto económico, no lo estropee el hombre con fiestas ilegales multitudinarias.

Formentera se ha salvado. Los protocolos y las medidas de seguridad han funcionado, lo que ha permitido evitar que el foco detectado en un hotel de Formentera haya infectado a los clientes. Al menos, de momento.

El establecimiento de la compañía Riu Hotels en La Mola ha seguido funcionado con normalidad, sin necesidad de hacer análisis a los turistas ni de ponerlos en cuarentena.
Un alivio porque ha evitado las noticias negativas y, con ellas, un aluvión de cancelaciones.

Contradicciones. Galicia se ha adelantado a Baleares en el control a los viajeros procedentes de Barcelona, muchos menos que los que entran cada día en los aeropuertos de las islas.

En este caso, la mano de hierro que demostró Armengol con el ocio se ha encogido como la de los malos jugadores de baloncesto en las finales. Al contrario de lo que sucedió al principio de la pandemia, cuando no se cansó de reclamar el cierre de los aeropuertos, ahora ha traspasado la responsabilidad al Gobierno y no se ha atrevido a imponer una cuarentena, lo que habría sido un cierre de facto del puente aéreo.

Mientras tanto, China obliga a los pasajeros internacionales que cruzan sus fronteras a entrar con un negativo en el análisis de ácido nucleico, prueba más compleja y fiable que la PCR.