Durante estos días, en el aeropuerto de Ibiza se respira el ajetreo de las salidas de decenas de vuelos hacia Reino Unido. | Toni P.

El gobierno británico anunció el pasado día 26 la obligatoriedad de aislarse durante dos semanas a todo viajero procedente de territorio español. Esto ha supuesto un mazazo a la ya maltrecha temporada que estamos (sobre)viviendo este año, provocando oleadas de cancelaciones de reservas, cierre de hoteles y negocios, y un jarro de agua fría sobre las pocas expectativas que ya ofrecía este verano.

Sin embargo, esta medida de consecuencias tan catastróficas para nuestra parte no se está controlando a la hora de hacerse efectiva en tierras británicas. Y es que el Gobierno británico anunció a bombo y platillo la obligatoriedad de confinamiento al turista procedente de España, pero a la hora de la verdad no hay ningún tipo de control para hacer efectiva esta cuarentena.

En la terminal de salidas del aeropuerto de es Codolar este pasado jueves llamaba la atención una fila que espera para facturar, dobla a las pocas que están abiertas, una cola de visitantes británicos que se resignan a terminar sus vacaciones para empezar un aislamiento de 14 días en sus respectivas residencias. Periódico de Ibiza y Formentera ha hablado con algunos de ellos.

Michele y su marido Chris han viajado con sus tres hijos, Ila, Rouben y Eryn, y con Laura, la hermana de Michele. Se enteraron de las medidas tomadas por su gobierno durante su estancia en Ibiza. Según explican, han estado en es Canar 10 días. Lo han recibido con enfado y no entienden esta medida ya que dicen sentirse infinitamente más seguros en Ibiza que en Brighton, su lugar de origen.

Chris y Michele no se ponen de acuerdo a la hora de contestar si hubieran venido igual de haber sabido lo que les esperaba a la vuelta. Chris tiene claro que hubieran venido a Ibiza igualmente, pero las dos semanas de trabajo que va a perder la pareja es un buen argumento para que Michele acabe por convencerle de que la respuesta es que no, no hubieran venido de haberlo sabido.

Marc es londinense y califica la medida de estúpida. «Es mejor aquí», nos chapurrea en castellano. Su teoría al respecto es que el gobierno británico teme que en agosto Ibiza se convierta en un foco de la enfermedad al recibir al turismo español.

John tiene un negocio en Ibiza y va y viene de Londres continuamente. «¡Es ridículo!», espeta sobre las medidas. Asegura que su mujer viajó a Londres hace dos días y que simplemente tuvo que rellenar un formulario y comprometerse a aislarse, pero que no ha tenido ningún tipo de control en estos dos días de cuarentena.

Abi viaja con su marido e hijo, se enteraron cinco minutos antes de embarcar a Ibiza de que a la vuelta deberían confinarse durante dos semanas. Aún así tenían claro que Ibiza es un destino seguro. Sigue varios grupos de Facebook vinculados a Ibiza que le dieron suficiente confianza como para no anular su escapada en el último minuto. Entiende las medidas de Johnson, pero no que se apliquen en lugares seguros y fácilmente controlables como Ibiza.

El aterrizaje
Volvemos a hablar con ellos tras su aterrizaje. Volaron todos con las mascarillas puestas, se las pudieron quitar para comer en el avión, había gel hidroalcohólico a su disposición y tuvieron que rellenar un formulario. Este formulario está disponible en la web del Gobierno Británico y consta de un cuestionario sobre dónde, cuándo, con quién, en qué hotel, etc… se ha viajado.

En el aeropuerto de London City, donde aterrizaban Abi y su familia, se pedía el formulario a la vez que el pasaporte a la llegada. Marc, John y la familia de Michele aterrizaron en el aeropuerto de Heathrow. Nos comentan que no se les hizo absolutamente ningún tipo de control ni al salir de Ibiza ni a su llegada a Inglaterra, aunque John está convencido de haber visto una cámara termográfica en el control de pasaportes del aeropuerto británico, el único indicio de control.

John rellenó el formulario en un folio, no desde la web, que sigue en su bolsillo horas después de haber llegado a casa. Nadie se lo pidió al llegar. Está convencido de que todo esto no es más que una maniobra para asustar al turismo británico y así retenerlo en su territorio. Marc nos confirma el poco o nulo control que se les hizo durante el viaje de vuelta.

Al llegar al aeropuerto se subió al metro para ir a casa, donde deberá quedarse durante 14 días aislado, pero se pregunta de qué manera se van a enterar si decide no hacer caso a esta imposición. Dice que su Gobierno parece confiar en que los controles en los países de procedencia son más estrictos.

Tal vez en quien confía el gobierno de Johnson es en la buena fé de sus compatriotas dejando en sus manos el obligatorio confinamiento a su regreso de España, sin necesidad de control. Lo que sí está claro es la avalancha de cancelaciones, y el zarpazo al sector del turismo que esta medida ha supuesto, y que llama la atención que una medida tan catastrófica para una parte se tome con tan poca seriedad por la otra.