Selena Sánchez y Gustavo Albert guardan la distancia de seguridad ayer en Can Misses. | MARCELO SASTRE

Responsabilidad. Eso es lo que pide el personal sanitario. Ayer dos de los ocho profesionales que en representación del Área de Salud de Ibiza y Formentera recibieron el miércoles en el baluarte de Santa Llúcia la Medalla de Oro del Ayuntamiento de Vila y atendieron a los medios de comunicación en el hospital Can Misses.

Selena Sánchez, técnica en Cuidados Auxiliares de Enfermería de Medicina Interna F y que estuvo trabajando también en la UCI se mostró «muy agradecida» por el galardón. «Fue un momento emocionante, muy bonito todo lo que dijeron. Me sentí muy identificada con sus palabras porque fueron todas las sensaciones que vivimos», confesó.

Sánchez destacó el trabajo que se ha realizado durante los últimos meses en la isla: «Aquí en Ibiza se ha gestionado bastante bien y por suerte no se ha colapsado el sistema. Hemos estado bastante al límite, pero por suerte no se ha colapsado».

Además, reconoció las dificultades que tuvieron que vivir: «Al principio fue bastante difícil porque era todo nuevo. Cada día cambiaban los protocolos, había mucho miedo, muchas inseguridades.

No sabíamos lo que iba a pasar, pero, poco a poco, apoyándonos los unos a los otros hemos ido saliendo». «Ha sido difícil, pero siendo un equipo lo hemos conseguido sacar adelante», remarcó.

Ella cree que están preparados para una segunda oleada, pero mostró su disgusto por la falta de responsabilidad de la población en relación a la COVID-19: «La gente no es muy consciente de todo lo que ha pasado.

Al principio, con el confinamiento, pues sí, pero ahora la gente no es muy responsable con ese tema y se están viendo muchos rebrotes». «No hay educación con este tema», lamentó.

Desde un punto de vista más humano, relató cómo se vivieron esos días con los enfermos: «Los pacientes eran los primeros que tenían miedo porque no sabían lo que iba a pasar, pero nosotros intentábamos ayudarles como podíamos.

Los familiares no podían entrar y hacíamos muchas videollamadas para que tuvieran más cerca a su familia. Siempre les preguntábamos para poder ayudarles en todo lo posible. Hemos bailado, hemos cantado con ellos... Llorando muchas veces de bajo de la máscara, pero hemos hecho lo que hemos pedido».

«Lo único que intentábamos era esa cercanía, que no fuera todo tan frío. Estaban muy solos en las habitaciones, no podíamos entrar tanto como un paciente con una patología normal. Entonces siempre que entrábamos intentábamos estar lo más cerca posible con ellos. Para mí, con una sonrisa de ellos, ya me iba feliz a casa a pesar de todo lo malo», concluyó.

En una línea muy similar se manifestó Gustavo Albert, médico asistencial del 061. Tras agradecer el premio, destacó que los más veteranos ya habían vivido una experiencia hasta cierto punto similar con el ébola.

«Gracias a dios el ébola no fue tan trasmisible en España», apuntó. En relación a esto, explicó que los que vivieron esos años ya estaban «acostumbrados» a ponerse los EPIs, algo que fue nuevo para el personal más joven.

Miedo al contagio
Coincidió con su compañera en que los primeros días fueron de «incertidumbre» con continúos cambios de protocolos hasta que «nos fuimos habituando a vivir con el coronavirus».

En su caso particular, confesó que uno de los momentos más duros era cuando «atendías casos que te llevabas con la ambulancia y dejabas solo un número de teléfono de contacto al familiar. Era muy dura esa incertidumbre, ese rato del paciente camino del hospital».

Además, confesó: «Vivimos también casos de personas que no querían venir al hospital. Pacientes graves que tenían miedo a contagiarse».

Esto último, según señaló, se sigue produciendo y por ello: «En personas mayores procuramos hacerles el tratamiento domiciliario cuando en otra época habrían venido al hospital, pero claro en algún momento puede ser que esa persona tenga que ingresar».

Albert aunque habló de «una situación bastante más estable», criticó la falta de concienciación. «La población debe ser más responsable y respetar las medidas de distancia y mascarilla»; y añadió: «Hay una falsa sensación de seguridad que da la toma de temperatura. Esto da muchos falsos negativos. Una persona que no tiene fiebre puede ser transmisora de la enfermedad».

Además, defendió la necesidad un buen control en los accesos a la isla para mantener estable la situación epidemiológica.