El curso escolar tiene en vilo a toda España. Por muchas medidas que se tomen y por muy acertadas que sean, los docentes tienen claro, según las declaraciones de Joan Amorós, presidente de la Asociación Profesional de Docentes de Ibiza, a Periódico de Ibiza y Formentera que la «escuela no es un lugar seguro» y que, por lo tanto, habrá contagios. Decenas de profesores y centenares de alumnos, muchos difícilmente controlables por su edad, concentrados en espacios reducidos durante muchas horas en un contexto de transmisión comunitaria en el que el virus campa a sus anchas, aunque afortunadamente con una menor carga viral como demuestra el elevado número de asintomáticos y leves que registran las estadísticas, es una bomba de relojería con la que hemos de convivir porque la escuela no se puede parar, salvo que el riesgo sanitario sea mayúsculo.

Las medidas de Educación reducirán, seguro, los contagios dentro de los centros, pero no evitarán que docentes y alumnos se contagien fuera de ellos, por lo que hemos de acostumbrarnos a que haya casos, confinamientos parciales y cribados masivos, como los ha habido en las escoletes y en las escuelas de verano y no ha pasado nada. El problema vendrá si el virus que entra desde fuera se expande dentro como la pólvora y provoca un brote descomunal, unido a que la carga viral vuelva a poner en riesgo de colapso las UVI.

No genera confianza la torpe puesta en marcha del curso del Ministerio y la Conselleria de Educación, ni la petición del Sindicato Médico de Baleares (Simebal) de retrasar el inicio del curso hasta que la curva se haya frenado para, precisamente, reducir al máximo las posibilidades de que el virus entre en las aulas.

wNegacionistas egoístas. ¿Qué pretenden los centenares de individuos que el viernes tomaron, impunemente y sin que los pocos policías apostados movieran una ceja, las calles del centro de Vila, cortaron vías tan importantes como la Avenida España sin permiso, la inmensa mayoría de ellos sin mascarilla, agrupados de forma tumultuosa sin guardar las distancias de seguridad? ¿Que no haya ningún tipo de restricción?

Los que gritaban el viernes se han preguntado si convivirían voluntariamente sin protección alguna con un enfermo de Covid en sus casas antes de hacer y decir determinadas tonterías.

Gritos de «libertad», «el pueblo unido jamás será vencido» y «Armengol, dimisión» dibujaron una estampa, junto a los mensajes de las pancartas y soportes, que, si no fuera por el riesgo de contagio que subyace, calificaríamos de grotesca sin darle más importante, pero que hemos de censurar porque fue peligroso. Si alguno de ellos estuviera contagiado, puede contagiar a otro y éste a cualquiera de nosotros.

Tengo dudas de que algunas medidas adoptadas sean razonables, proporcionadas y estén justificadas. Obligar a ir por la calle con mascarilla todo el día, aun guardando la distancia de seguridad, parece hiperbólico, máxime cuando no nos han explicado cuántos casos de transmisión entre personas que se cruzan por la acera ha habido, si es que ha habido. Al igual que prohibir fumar aun no teniendo a nadie a 10 metros a la redonda. Tampoco ayuda a confiar en la fiabilidad de nuestros gobernantes meteduras de pata como la de Francina Armengol de esta semana, al amenazar de forma tan alegre como irresponsable e innecesaria toques de queda para 15 localidades de Baleares, entre ellas Vila y Sant Antoni para 24 horas después dar marcha atrás, sin haber dado todavía ni un solo dato.

Motivos para estar cabreados tienen. También tienen libertad de contagiarse libremente de Covid-19 o de lo que les dé la gana, al igual que de tirarse de un acantilado para darse un emocionante chapuzón y acabar, cuando menos, con sus huesos maltrechos en Can Misses.

Pero no quieren entender los negacionistas que su libertad de contagiarse contagia a los que libre y cívicamente cumplen la normativa, han decidido no querer contagiarse, hacer lo posible para evitarlo y con ello proteger a los demás, especialmente a los más vulnerables, y también a nuestro sistema de salud pública.

Un exceso de protección es incómodo, pero inocuo y cuando todo pase, lo recordaremos como una anécdota, así que más vale prevenir que curar. Así que para la próxima protesta callejera, si es que la hay, mejor que hagan una quedada virtual..

wEl invierno. Hemos venido escuchando desde hace semanas que todas las crisis generan oportunidades y que ésta era ideal para repensar el modelo de Ibiza. La realidad es que en agosto hemos registrado más paro que en julio, tuvimos 5.245 parados más que el año pasado, y que el invierno será muy duro porque habrá miles de personas que no tendrán prestaciones ni subsidios o, si los tienen, serán insuficientes para garantizar una subsistencia digna.

Así que, mientras algunos repiensan el modelo, nos ofrecen un plan para llegar a él, que incluya cuánto tardaremos y qué coste económico y social tendrá el tránsito, otros, como el conseller de Trabajo y Turismo, Iago Negueruela, en lugar de echar la culpa de todos los males al lenguaraz Company, del que aún esperamos alguna explicación adicional sobre las amenazas del conseller a las patronales, deberían haber puesto en marcha medidas efectivas, más allá de reclamar acertadamente ERTEs sine die. Necesitamos urgentemente dinamizar la actividad económica para minimizar el desastre que tenemos delante de nuestras narices.

Reclamo humildemente, desde esta columna dominical, que la propuesta lanzada hace algunos meses por el Fomento del Turismo de Ibiza de que las administraciones contraten a centenares de personas sin ingresos para realizar un zafarrancho integral en nuestro litoral y bosques no caiga en saco roto. Es una magnífica idea. Las playas y la costa están invadidas de una vergonzante plaga de colillas y microplásticos, quizá este verano aún más por la incapacidad del Govern de poner en marcha las barcas del servicio de limpieza del litoral. Los bosques también merecen una profunda intervención, máxime cuando los restos de la DANA suponen un elevado riesgo de incendio. No habrá un mejor momento que ahora para abordar esta tarea de la que todos nos sentiremos orgullosos.

La administración tiene todos los instrumentos a su disposición para poner en marcha iniciativas como ésta. No parece tan difícil inyectar fondos a los ayuntamientos para que convoquen concursos públicos y que empresas especializadas, las hay incluso públicas como Trapsa, contraten a un coste razonable a personas, preferentemente sin ingresos o en situación de desempleo, para una necesaria puesta a punto de Ibiza y Formentera. Los beneficios son tan evidentes que no es necesario cansarles enumerándolos.

¿Para qué existe la Conselleria de Trabajo y Turismo y haberlas juntado en el mismo conseller, si no es para impulsar medidas de este tipo en este momento?

Necesitamos reducir la curva de contagios, que el colegio no cierre y generar actividad económica y todo esfuerzo es bienvenido.