La Policía controló que los cierres de los locales se llevaran a cabo. | [Marcelo Sastre ]

Indignación, desconfianza y resignación. Este es el sentimiento de buena parte de los propietarios, empleados y clientes de los bares y restaurantes de l’Eixample que se encuentran dentro de la zona de alerta roja, el triángulo de confinamiento parcial impuesto desde anoche en Ibiza, que afecta a las calles comprendidas entre la avenida de la Paz (primer cinturón de ronda), avenida de España y avenida de Ignasi Wallis.

La obligación de cerrar a las 22 horas decretada por la conselleria de Salud y Consumo del Govern balear en pleno centro de Vila significa para estos establecimientos «un duro golpe, uno más» o «la ruina». Los negocios afectados no entienden que el confinamiento sea parcial y que se aplique en una calle sí y no en la de enfrente. Asimismo, temen que las restricciones en la movilidad puedan conducirles al cierre total o parcial o a una nueva reducción de la plantilla. También la efectividad de las decisiones adoptadas para frenar la pandemia es cuestionada de forma unánime: «Es un sinsentido. No van a servir para nada».

«No vendrá nadie a cenar»
«Esto no tiene ningún sentido sanitario, es una tomadura de pelo», exclama Manuel Rubio, de la cafetería Ilusions Pool, junto al Parc de la Pau, que considera que el confinamiento parcial no servirá para nada. «Si el problema es tan grave, que nos encierren a todos. Cerramos y nos vamos a casa, pero que tengamos que cerrar a las diez de la noche es una faena, e incluso creo que es ilegal». A este establecimiento acuden muchos vecinos para ver las retransmisiones de fútbol… «¿Y ahora qué pasa?, ¿que podrán ver aquí la primera parte del partido y tendrán que cruzar la calle para ver la segunda en otro bar? Es ridículo. O al menos que pudiéramos abrir hasta las once de la noche, porque ya estamos bastante castigados y todas estas prohibiciones nos llevarán a hacer un ERTE».

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Nieves Riera, que frecuenta el Café Mercat, en la calle Canarias, también se muestra confundida: «Esto es un jaleo, igual puedo ir al supermercado pero no me dejan ir a echar la primitiva». En la cafetería Pepe, en una esquina de Isidor Macabich, crece la indignación contra los políticos y las medidas adoptadas contra la pandemia: «Viene una mallorquina a decirle a Rafa Ruiz lo que tiene que hacer sin tener ni idea de la realidad. Son unos sinvergüenzas. Nos confinan y nos obligan a cerrar mientras dejan el puerto abierto y la plaza del Parque (que ha quedado fuera del triángulo anti covid en Vila) está abarrotada de gente. Esto es una ruina», expresa Cristóbal Sánchez, cuya opinión respalda Ricardo Palerm al otro lado de la barra: «¿Qué se piensan, que nos van a poner un cerco?, pues se le van a escapar las ovejas», lamenta este cliente, que igualmente considera que los cierres tempranos de bares y restaurantes «no van a servir para nada. Si hay que cerrar, lo lógico sería cerrarlo todo y empezar a controlar de verdad».

En el mesón El Gallego, José Manuel y Fran temen que se verán obligados a cerrar por la noche a partir de hoy con las restricciones horarias impuestas. «Hoy (por ayer) y mañana veremos cómo va, pero es casi seguro que tendremos que reducir el horario y cerrar de noche a partir de la semana que viene. Si tenemos que cerrar a las diez no vendrá nadie a cenar», expresan con resignación: «Ajo y agua. No queda otra. Esperemos que al menos esto valga para algo».

David Reartes, propietario de Re.Art, en la calle Castilla, frente a la nueva sede judicial, se muestra más prudente, aunque lamenta las limitaciones establecidas: «El verano nos ha ido muy bien hasta hoy, pero nuestros clientes vienen a cenar a partir de las nueve y media de la noche. Nadie viene a las siete ni a las ocho». «Es un sinsentido. No voy a culpar a nadie, pero la plaza del Parque va a ser un escándalo; sin control por allí mientras por aquí, a 200 metros, controles y más controles», lamenta. Reartes se encuentra embarcado en un nuevo proyecto gastronómico en un local cercano, «y estamos creando empleo, pero este recorte por la noche nos puede perjudicar a muchos. Vamos a ver cómo se desarrolla la situación, pero es posible que haya que hacer un ajuste de personal». El chef también considera que el confinamiento debería ser extensivo: «Si se ordena un encierro, que sea total y no a trozos porque no vale para nada; todos nos movemos por la calle, hay que llevar a los niños al colegio, salir a comprar… No tiene sentido. No entiendo el criterio”.

En el bar Ses Canyes, detrás de la iglesia de Santa Cruz, Paola, la camarera, expresa rotunda: «Esto es horrible. Es la ruina para un bar». Y se pregunta: «¿Qué pasa?, ¿acaso es que el virus se va a dormir a las diez de la noche. No tiene ninguna lógica. Se puede salir en una calle y en la de enfrente no: esto no tiene ningún sentido».