Mientras el Mercat Nou, los bares y cafeterías y las tiendas tenían muy pocos clientes para un sábado, en las calles había un amplio despliegue de agentes de la Policía Local de Vila y la Policía Nacional para que se cumpliera el confinamiento. | MARCELO SASTRE

Este viernes por la noche comenzó el confinamiento decretado por el Govern en algunos barrios de Vila para frenar el coronavirus y horas después el efecto ya se notaba. En el triángulo de l’Eixample que incluye la zona de la avenida de la Paz, avenida de España y avenida de Ignasi Wallis, había mucha menos gente en la calle de lo que es normal un sábado por la mañana y los comercios notaron un importante descenso de clientes.
«No entendemos nada, no sabemos cómo se ha hecho la división y si atiende a una razón lógica, pero será otro golpe muy duro para el pequeño comercio que no sabemos si superaremos», aseguraba ayer Antonia, una de las trabajadoras de Forn Can Bufí, en la calle Catalunya. No era la única. Entre los comercios la indignación y el pesimismo era la nota predominante. «Solo han conseguido generar más miedo y alarma social y saldremos perjudicados todos, sobre todo los comercios que tras reflotar mínimamente volveremos a sufrir una falta de clientes que puede ser definitiva», explicaron las dos trabajadoras de la Perfumería Clapés en la confluencia de la calle Extremadura y la calle Canarias.


La mayoría de los comerciantes lamentaban la falta de información de las autoridades sobre qué se puede y qué no se puede hacer en la zona confinada. «Los vecinos no saben si pueden moverse libremente por el barrio o si pueden salir a la compra y los que vienen de fuera tampoco tienen claro si pueden acceder a esta zona y eso está provocando que haya muy poca gente en los comercios y me temo que irá a peor», confirmó Vicente, trabajador del taller de reparación de calzado Can Sabater, al tiempo que aseguraba tras la mampara protectora que solo había atendido a cinco personas.

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A pie de calle
El descenso de clientes también se notaba en el Mercat Nou. Desde hace unos meses, tras el fin del confinamiento, el Ayuntamiento regulaba el acceso al recinto pero ayer ya no hacía falta. Salvo los primeros puestos que hay justo al cruzar una de las entradas principales, el aspecto era desolador a las 12.00 horas con paradas prácticamente vacías y pasillos casi desiertos. Y las pérdidas económicas para estos tenderos se prevén aún mayores porque ayer agentes de la Policía Local no dejaban entrar ni comprar en las instalaciones si no se era del barrio o se intentaba acceder en coche, impidiendo incluso recoger encargos. «No quiero hablar con vosotros ni con ningún medio porque estoy muy harta e indignada y puedo decir cosas de las que luego me arrepienta», explicaba una tendera tras un puesto de fruta.


La indignación también era patente a pie de calle. María, vecina de la calle Extremadura desde hace más de veinte años, no entendía que el cierre haya sido parcial dejando abierta toda la zona de la Plaza del Parque «donde desde hace tiempo hay una gran aglomeración de personas». Mientras, Bartolo, veía incluso una mano negra. «Da que pensar que se deje una zona y otras no, y creo que al final esto es una cuestión de dinero e intereses políticos ya que la zona de l’Eixample está abandonada por quien gobierna».


Entre los clientes, trabajadores y dueños de los bares, restaurantes y cafeterías de la zona, la opinión tampoco era mucho mejor. «Un sábado por la mañana esto estaría lleno, siempre manteniendo las distancias de seguridad, porque es el día en que mucha gente libra y le gusta salir a desconectar, pero si ahora hay que quedarse en casa sin saber muy bien lo que se puede hacer, esto se quedará desierto y será la ruina para todos», explicó Miguel, sentado en la terraza del Café Mercat.