Las calles del West estaban ayer prácticamente vacías. | Marcelo Sastre

Calles semidesérticas y demasiados interrogantes entre los escasos comercios, bares y restaurantes que resisten abiertos en la zona perimetrada. Se enfrentan con resignación a las consecuencias de este nuevo encierro parcial y están tomando las decisiones a diario. Resistir o irse a casa, esa es la cuestión. No se planifica nada. Se trata de salvar la caja de hoy porque mañana o pasado podrían echar el cierre, como ya han cerrado o lo harán en los próximos días la docena de hoteles y hostales que se han visto incluidos en el epicentro de la pandemia en Sant Antoni.

Aunque el Ayuntamiento ha hecho un balance positivo del viernes, la primera noche del confinamiento, y la Policía Local ha constatado que todos los bares y restaurantes afectados están cumpliendo el cierre a las 22 horas, la realidad en la calle revela que la situación de muchos negocios del West está al borde de la quiebra. El invierno se prevé muy duro.
Las medidas excepcionales estipuladas por la conselleria de Salut en Sant Antoni se prolongarán durante 15 días, lo que significa otra vuelta de tuerca para las empresas de hostelería y ocio tras una temporada «inexistente». Mientras Protección Civil patrulla la zona con megafonía en tres idiomas, los negocios del West no saben si podrán aguantar dos semanas más así.

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«Esta situación no tiene lógica. Hubiera sido mejor habernos confinado a todos en casa, pero así no se arregla nada, y además la gente se sigue moviendo y nadie dice nada». Juan Antonio, distribuidor de carne, y Jaume, del restaurante Rias Baixas, en la calle Ignasi Riquer, resumen de esta forma una opinión generalizada en el casco antiguo de Sant Antoni. «Aguantaremos lo que podamos», expresa Jaume con resignación, mientras Juan Antonio revela que en las últimas horas le han anulado más de la mitad de los pedidos que tenía para hoteles de la zona.

La cascada de cancelaciones de las reservas de los turistas en los últimos días ha sido la puntilla para un sector de hostelería que ya estaba siendo sometido a restricciones horarias. «No entendemos los criterios, pero nos lo estamos tomando con resignación», lamentan Paco y José Muñoz, dos hermanos que regentan desde hace 34 años el bar Godfather’s y que ahora han decidido abrir por la mañana para probar si funciona el negocio. Pero no son demasiado optimistas: «Aquí antes empezábamos a trabajar a las diez de la noche y ahora hay que cerrar a esa hora». Con apenas tres clientes del barrio sentados en una mesa, estos hermanos resistirán como sea porque ya no pueden tener personal. «Somos autónomos y tendremos que comer de algo, así es que aquí aguantaremos como podamos».
Toni padre y Toni hijo regentan el veterano bar Támesis, en la calle Vara de Rey, que reunía hasta ahora a una clientela local e internacional atraída sobre todo por las retransmisiones de fútbol. A las 13 horas solo hay un cliente sentado en una mesa. «Ahora estamos pensando qué hacer con los partidos porque la mayoría son por la noche. La situación está siendo dura. Ya no pasa nadie por la calle», explica el hijo, que recuerda que el bar, fundado en 1971, abre todo el año y lleva funcionando 50 años con el mismo propietario. Ahora todo ha cambiado. «Iremos decidiendo sobre la marcha, día a día, partido a partido, a ver si salen las cuentas».
En una esquina de la calle Sant Mateu se encuentra Bocata Exprés. Su propietaria, María, aún no ha decidido si cerrará por la tarde. Se muestra crítica. «Esto no va a servir para nada porque la gente se sigue moviendo. Es una incoherencia cerrar una calle sí y otra no. Esta mañana he tenido clientes que en teoría están confinados y otros de fuera del pueblo que no podrían haber entrado aquí. En el Paseo pueden abrir y aquí no; en la zona del Café del Mar y el Mambo no están confinados y aquí sí: no se entiende», expresa, al tiempo que considera que hubiera sido mejor confinar a todo el pueblo. El viernes y ayer sábado ya cerró a las 20 horas, dos horas antes de lo habitual, y a partir de ahora irá analizando la situación sa diario.
Para Miguel y Nati, que regentan el Doner King’s Truck, en la calle Sant Antoni, «lo primero es la salud. Los políticos no son culpables. Quejarse es muy fácil, pero la verdad es que falta información. Solo sabemos lo que dice el periódico». Habituados a trabajar por la noche, ahora abren por la mañana y han adquirido una máquina de churros para adaptar el negocio a la nueva realidad. A mediodía, solo hay un cliente. «Vamos a probar, a ver si vienen clientes; si vemos que no pasa gente, cerraremos. Estamos defendiéndonos como si fueran días del invierno pero con calor», expresa Miquel, que perdió a su padre en abril por el covid. Y añade que sería un buen momento para arreglar el casco histórico, «replantear las cosas, renovarlo, revaluarlo como han hecho otras ciudades».