La misa solemne se llevó a cabo con las restricciones de la COVID-19, por lo que el aforo estaba limitado en el interior de la iglesia. | Marcelo Sastre

Ayer fue el día grande de Sant Miquel de Balansat, una jornada que, este año, por culpa de la crisis de la COVID-19, se ha vivido en casa. El único acto previsto fue la misa solemne en homenaje al patrón del pueblo, en el que participó un reducido número de vecinos.

A las 12.00 horas, las campanas de la iglesia invitaban a los vecinos a participar de la misa solemne celebrada en honor al patrón de este pequeño pueblo de Sant Joan. Puntuales a la cita acudieron aquellos que, siguiendo la tradición, no quisieron perderse la homilía presidida, en este caso, por el administrador diocesano, Vicent Ribas.

Entre los asistentes también se encontraban algunos de los más pequeños del pueblo, que aseguraron que, pese a su corta edad, nunca han dejado de participar en esta fiesta junto a su familia.

Este año, el día grande de Sant Miquel estuvo eclipsado por la pandemia. Las restricciones obligaron a cancelar todos los demás eventos e incluso a reducir el aforo en la iglesia. Un año atípico donde las celebraciones se hicieron, sobre todo, en casa. En este sentido, Vicent Ribas instó igualmente a «tener muy presente al patrón», al que pidió que «nos guarde de todo mal». «Esperemos que el año que viene podamos celebrarlo de otra manera», agregó.

El alcalde del municipio, Antoni Marí Carraca, no quiso dejar pasar la ocasión para enviar un mensaje de felicitación al todos los del pueblo, a quienes deseó que pasasen «un buen día, con salud y en compañía de aquellas personas que quieren».