Fernández durante el viaje que realizó para visistar el Machu Pichu, en Perú.

Amabilidad, generosidad y educación son tres de las virtudes de Jordi H. Fernández Gómez (A Guarda, Pontevedra, 1950). Lleva cuarenta años dedicado al estudio del mundo fenicio-púnico en general y a Ibiza en particular y gracias a él tenemos uno de los museos arqueológicos mejores del mundo por la calidad de sus piezas y su equipo de arqueólogos que siguen sus pasos y garantizan que Ibiza, la segunda ciudad más antigua de España tras Cádiz y Tartessos, siga siendo Patrimonio de la Humanidad. Fue 40 años director del Museo Arqueológico de Ibiza y por ello si alguien conoce nuestra arqueología ebusitana ése es él.

—Jordi, esa hache suya con punto (H.), ¿qué misterio esconde?
—Ninguno. Es mi segundo nombre abreviado, Humberto, pero hace mucho, para simplificar lo abrevié. Ello ha hecho que algunas personas piensen que mis apellidos son Hernández Fernández, pero tiene poca importancia.

—¿Por qué aterrizó en Ibiza?
—La verdad es que no pude decidir cuando llegaron mis padres en 1954. Mi padre solicitó como destino Ibiza al ascender a comisario de Policía y aquí vinimos con mi abuela y mis seis hermanos. La familia organizó su vida en Ibiza con las obligatorias salidas por estudios, aunque dos hermanas se casaron con universitarios de Barcelona y se quedaron allí.

—Usted llegó a la Ibiza que describe Antonio Escohotado en Mi Ibiza privada: lo púnico y lo hippie, ¡menuda mezcla!
—Pude ver los cambios experimentados en la isla, su evolución y expansión urbanística, con sus virtudes y sus problemas. Las gentes de Ibiza han recibido con gran generosidad a los llegados de fuera y por lo general se ha vivido en una filosofía del vive y deja vivir. Lo que más lamento es la falta de planificación urbanística que ha degradado espacios maravillosos.

—Se licenció en la Universidad de Barcelona en 1973 y al año siguiente ya era director del Museo Arqueológico de Ibiza y Formentera. ¿Cómo fue ese tránsito?
—Entre 1972 y 1973, con mi compañero y amigo Luis Plantalamor, luego director del Museo de Menorca, codirigiamos con Pedro de Palol Salellas las excavaciones del Cristo de la Vega en Toledo, compaginándolo con los estudios. En cierta ocasión visitó las excavaciones Florentino Pérez Embid, director general de Bellas Artes junto con Juan González Navarrete, comisario nacional de Museos. Tuvimos una charla y al saber que era de Ibiza, me pidió que si podía hacerle un informe sobre la situación del Museo Arqueológico que pasaba por un momento complejo. Fue de su agrado y me preguntó si me podría interesar ocupar interinamente la plaza de director hasta que se convocaran las oposiciones.

—Finalmente fue usted director por oposición…
—Yo que estaba haciendo los cursos de doctorado y trabajando en lo que podía, contesté a Juan González que estaría encantado. En abril de 1974 ocupé la plaza y en 1976, como cada hijo de vecino, tuve que opositar. No fue fácil pues había un margen muy pequeño de tiempo para prepararlas, pero las aprobé pudiendo solicitar la plaza para continuar el trabajo que había iniciado en 1974. Aunque en varias ocasiones me tentaron con alguna plaza más próxima a Madrid, mi ilusión siempre fue trabajar en la isla hasta mi jubilación.

—¿Cuál fue la impresión que tuvo al pisar por vez primera el Museo de Ibiza, ¿con qué se encontró?
—Había un montón de cacharrería pero ningún espectro. Isidor Macabich había fallecido en marzo de 1973 en Barcelona, cuando yo estaba finalizando la carrera. Mi primer encuentro con el museo fue en 1971 ayudando en la investigación de Miquel Tarradell y su esposa Matilde Font sobre Ibiza púnica, que dio como resultado la publicación en 1975 de Eivissa cartaginesa y luego Necrópolis rurales púnicas en Ibiza en cuya obra, junto con otros compañeros tuve la fortuna de colaborar.

—¿Tiene usted alguna foto de cómo era el Museo y sus almacenes hacia 1971?
—No y lo lamento profundamente. Es difícil describirlo. El Museo de Dalt Vila estaba atiborrado de materiales, dispuestos sobre un papel de seda finísimo rojo, casi completamente carcomido por los lepismas y sin apenas explicaciones. Era un museo de los años 40 pero que no dejaba de tener su atractivo. El Monográfico era mucho más moderno pero con muchas carencias. Supongo que el principal problema era el poco tiempo que estuvieron en el cargo sus responsables lo que hacía que no hubiera continuidad en su organización, actividades o planificación de excavaciones.

—¿Qué profesor o qué acontecer le metió en el cuerpo el gusanillo de lo fenicio-púnico?
—Fue el contacto con Miguel Tarradell en 1971. Luego este contacto prosiguió en Barcelona en el despacho del CSIC de la calle Egipciacas, donde con otros compañeros dibujamos materiales del museo de Ibiza para el libro de las necrópolis rurales púnicas. La relación con él y su esposa Matilde y luego mi acceso al museo de Ibiza me llevaron al estudio del mundo púnico.

—¿Se valora la importancia del yacimiento del Puig des Molins?
—No cabe duda de que es un yacimiento muy importante. A pesar de que una parte ha sido destruido y ha quedado bajo los modernos edificios que rodean la necrópolis, se han conservado algo más de cinco hectáreas, siendo la más extensa y mejor conservada de todo el Mediterráneo y eso es verdaderamente importante.

—Ibiza organizará el Congreso de Estudios Fenicios y Púnicos ¿Cómo se ha conseguido traer a la Isla algo tan importante?
—Era una antigua aspiración de quienes hemos trabajado en la arqueología fenicio-púnica de la isla. Pero para presentar la candidatura se precisa voluntad política para asumir la responsabilidad organizativa y la de la publicación de las actas con más de 150 investigadores y más de 100 comunicaciones. La presencia de todos estos participantes será un incentivo cultural para la isla y un conocimiento de la arqueología insular y del Museo.

—Ha excavado mucho en Formentera, en Cap de Barbaria y en Espalmador. ¿Cómo era la vida antigua allí?
—Tenemos mucho desconocimiento de cómo era Formentera hace casi 2.000 años. Esta isla ha sufrido una desforestación muy acusada en el período de tiempo en que estuvo deshabitada. Aunque la vida no debió de ser fácil, seguro que era mejor de cómo nos lo imaginamos porque si no no sería fácil dar respuesta a la presencia de tantos asentamientos prehistóricos que hay por la isla.

—¿Nació Aníbal en las Pitiusas?
—Siento tener que decepcionarle. Aunque no tenemos referencias del lugar lo más probable es que lo hiciera en la misma Cartago. Se hace difícil pensar que la esposa de Amílcar Barca, que seguramente era de alcurnia, fuera embarcada a punto de dar a luz. Todo ello viene por la referencia de Plinio el Viejo que denominaba la Parva Hannibalis – la pequeña Aníbal – y que una mala interpretación la habría convertido en la Patria Annibalis que se ha querido identificar sin fundamento con Sa Conillera.

—¿Qué papel jugaba Ibiza en el Mediterráneo fenicio?
—Ibiza fue un importante puerto marítimo con importaciones diversas y de lejanas procedencias que se destinaban a su propio consumo y se redistribuían al resto de Baleares, a la costa del Levante y Cataluña. Desde finales del siglo VI a.C. fue desarrollando una intensa agricultura centrada en el aceite y en el vino que la convierten en un centro productor y exportador de sus productos, sin dejar de ser un importante lugar de comercio. A ello hemos de añadir su crecimiento de población sobre todo a partir del siglo V a.C. que se evidencia en la presencia de pequeñas instalaciones rurales repartidas por la isla y en el crecimiento de la ciudad y que se observa en la necrópolis del Puig des Molins.

—¿Qué diferencias había en la forma de pensar y ver el mundo de romanos y púnicos-ebusitanos?
—No creo que hubiera muchas diferencias. Más que un choque por su forma de vida, pensar o mentalidad, el enfrentamiento entre Roma y Cartago se dió por defender sus intereses y ejercer la hegemonía política, económica y comercial en el Mediterráneo.

—¿Cuándo los romanos dominaron Ibiza la Isla pasó a ser un segundo plato?
—En efecto, Ibiza queda sometida a su control comercial que pasará completamente a sus manos y podemos decir que decae política y económicamente frente a la etapa anterior. Luego con Municipio Flavio Ebusitano parecen mostrar una cierta recuperación.

—¿Qué queda por excavar en Vila?
—La construcción de las murallas renacentistas acabó por enterrar muchos vestigios. Pero los hubo como se descubrió con la ampliación del Museo de Arte Contemporáneo, afortunadamente conservados y musealizados, o los restos constructivos del Castillo de Ibiza. Si se pudiera excavar in extenso, los vestigios serían mucho más numerosos. Tampoco podemos olvidar el sistemático aprovechamiento de la reutilización de las construcciones de épocas pretéritas en las nuevas.

—Ibiza era receptora de importaciones. Da la impresión de que estaban entonces los ibicencos casi mejor que ahora, ni siquiera los alquileres eran altos…
—Fue un centro receptor de mercancías de todo el Mediterráneo, como lo indican las cerámicas griegas, los vasos polícromos de pasta vítrea con ungüentos perfumados o los huevos de avestruz que llegaban para uso de los ibicencos. Algunos de estos productos también eran redistribuidos en la Península.

—Una sociedad avanzada y amiga del comercio como la púnica, ¿cómo veía a los bárbaros talayóticos y postalayóticos de Mallorca y Menorca?
—Para los púnicos ebusitanos, Mallorca y Menorca eran centros para intercambiar sus productos. La presencia de las ánforas, al igual que otras producciones cerámicas ebusitanas en poblados talayóticos muestran sus relaciones comerciales al igual que los pecios con materiales procedentes de Ibiza.

—¿Queda algo en la Ibiza actual del substrato ebusitano?
—Hasta hace pocos años la vida campesina era un reflejo de la dispersión territorial de la época púnica. Una única ciudad y una población dispersa en el territorio insular. El esfuerzo que hizo, sobre todo la iglesia, para que el mundo campesino se agrupara en pueblos, es relativamente moderno a diferencia del de Mallorca y Menorca.

—La joyería tradicional ibicenca, ¿cuánto tiene de púnica?
—Recuerda a las joyas orientales de influencia árabe como las cordobesas o las charras. Se asemeja en muchos aspectos a la púnico-ebusitana que responde al concepto de joyería desarrollado por los fenicios como los granulados o trenzados que se observaban en muchas de ellas. Otras no tienen nada que ver por el sistema de cierre de pendientes trenzados en las propias orejas del usuario, sin posibilidad de quitárselo. Los estudios de joyería ibicenca apunta a que hay joyas, principalmente en plata, con características técnicas que sólo se documentan en Ibiza.

—¿Echa de menos la dirección del Museo Arqueológico de Ibiza?
—Como supe que me tenía que jubilar me fui haciendo a la idea de que había terminado un ciclo. No he tenido tiempo para aburrirme. Ahora tengo tiempo para hacer lo que me apetece y sin presiones. Han sido muchos años a tope intentando hacer lo mejor posible mi trabajo y ahora colaboro con la Asociación de Amigos de la que soy su presidente, con la revista Fites, la tienda o los viajes.

—¿Qué piezas expoliadas de Ibiza deberían estar en nuestro museo?
—Me encantaría que volvieran muchas pero es imposible. Al menos están en museos. Aunque no es fácil hacer una selección, tal vez una de las Dama de Ibiza de estilo púnico-ebusitano que tiene una gorgona decorando el vestido. Una está en Madrid y otra en Barcelona. Otras serían algunas figuras masculinas desnudas del MAN ya que es una pena que Ibiza no las pueda exhibir.Quizás hoy día se podría lograr alguna copia mediante impresoras 3D, para montar una vitrina de de ilustres ebusitanas fuera de nuestras islas.

—¿Qué sorpresas puede deparar la arqueología en Ibiza?
—Nunca se sabe. La investigación avanza poco a poco y cada vez hay una mayor concienciación social de la defensa del patrimonio. Hay que reconocer que aunque las Pitiusas no conservan estructuras monumentales, a excepción de Ca na Costa o la necrópolis del Puig des Molins, son un enorme yacimiento arqueológico y en cualquier momento puede hallarse un yacimiento espectacular.

—La lengua fenicia existe ¿habría que incluirla en le enseñanza pitiusa con el español y el ibicenco?
—La lengua fenicia está bien donde está que es en el mundo universitario. Con la escasez de inscripciones de esta época poca lectura iban a tener sus estudiosos. Puede parecer una ironía que lo diga yo pero veo más esencial el estudio de lenguas clásicas, sobre todo del latín.

—¿De qué excavación está más satisfecho?
—Es complicado elegir una pero tal vez el monumento megalítico de ca na Costa por ser la primera que dirigí con Lluis Plantalamor y Celia Topp. Todas te dan un cierto grado de satisfacción al aportar nuevos datos como las realizadas en el poblado del Cap de Barberia o la fortificación de can Blai, también en Formentera o las excavaciones del Puig des Molins.