Imagen del velatorio de Vicent Tur. | Marcelo Sastre

Quince minutos antes de la misa fúnebre ya se había llenado el aforo permitido en la parroquia de Sant Llorenç para recibir y despedir el cuerpo presente de Vicent Tur. Familiares, políticos, funcionarios, vecinos, amigos y payeses acudieron para rogar por el alma del maestro socialista que el fin de semana pasado dejaba el mundo de los vivos.

Era una de esas tardes frías en las que las chaquetas no evitan que la humedad se cuele por sus rendijas hasta penetrar en los huesos. Un cielo gris y triste cubría el último acto público de quien fue alcalde de Sant Joan y vicepresidente del Consell. Cuando llegó el ferétro, las campanadas se imponían firmes y solemnes para dar la bienvenida al cuerpo sin vida de Vicent Tur.

El silencio reinaba, dejando que tan sólo se escuchara la campana y el crujir de los bancos de la iglesia. La ténebre escena contrastaba con la luz y la calidez que desprendió siempre el protagonista de esa tarde de miércoles. La misa fue oficiada por el párroco del pueblo, Don Vicent Tur, su predecesor Don Pep y el administrador diocesano Don Vicent Ribas. Flanqueaban la entrada la Guardia Civil, la Policia Local y la siempre voluntariosa Protección Civil de Sant Joan para garantizar que el evento se desarrollara respetando todos los protocolos impuestos por las autoridades sanitarias.

Políticos de todos los colores se esparcieron por la iglesia. Por parte del PSOE acudió el secretario general de los socialistas joanins, Pep Torres Peret, quien declaró que a Tur «todos le tenían como un amigo y una buena persona». Más escueto fue el expresidente del Consell y ahora líder de la oposición Vicent Torres, quien no quiso hacer declaraciones a este periódico. Entre los socialistas presentes también se encontraban la concejala Carmen Roig, el exdiputado Joan Marí Marge y el exconcejal de Vila Marc Costa, éste último profundamente afectado por el deceso de su compañero. A la sombra de la bancada socialista aguardaba una excompañera suya: la consellera no adscrita Marta Díaz. También acudió José Luis Rodríguez, exconcejal socialista que sucedió a Tur como líder de la oposición en Sant Joan. Rodríguez lamentó el fallecimiento de alguien del cual dijo haber aprendido mucho durante su etapa política: «Vicent Tur fue un referente para mí y siempre encontré en él el consejo preciso y necesario», declaró.

La prueba de que Vicent Tur era respetado y admirado incluso entre las filas de sus adversarios está en que fueron muchos los políticos del PP que quisieron rendirle un último homenaje. Encabezados por Antoni Marí Carraca, también acudieron el teniente de alcalde de Sant Joan Andreu Roig; el director insular de Bienestar Social Santi Marí y el diputado nacional Miquel Jerez. Carraca recordó a Vicent Tur como un amigo y como un ejemplo de diálogo y consenso: «A pesar de nuestras discrepancias políticas, siempre encontré en él a alguien dispuesto a escuchar y a solucionar los problemas por la vía del acuerdo».

Entre lágrimas, los familiares del último eslabón del consenso socialista recibieron el pésame de la gente que no quiso perder la oportunidad de arroparles, acompañarles en el sentimiento y mostrar sus condolencias por el fallecimiento de un hombre que encarnaba la bondad, la ternura, la sencillez y la elocuencia.

Una de las virtudes que más se recordarán de Vicent Tur es su perpetua e incansable defensa del campo ibicenco. Siempre ligado a la payesía, el político conocía los problemas a los que se enfrentaba el sector primario e intentó solucionarlos con el apoyo de sus representantes. No en vano, al funeral acudió Joan Tur Armat, presidente de la Cooperativa Agrícola de Sant Antoni, y Mariano Tur, presidente de la Asociación en Defensa del Olivar de Ibiza, quien declaró: «Vicent Tur fue una gran persona que promovió y consiguió la Indicación Geográfica Protegida para el aceite de Ibiza. Se ha ido un buen amigo y no será fácil que vuelva a salir otro político tan preocupado por el campo como él».

Vicent Tur fue un político de raza, concretamente de una raza de la que, por desgracia, quedan pocos ejemplares. Que en paz descanse.