Susana Mingo, con su buzo para trabajar.

«Yo estaba muy asustada y él igual. Era mi primer paciente con covid y no sabíamos aún muy bien cómo iba esta enfermedad. Antes de dormirle, me dijo: ‘pasado mañana cumplo 65 años’. Yo le di la mano y le dije que no se preocupara, que lo iba a poder celebrar. Nunca se despertó». Susana Mingo lleva en el hospital Can Misses desde 2008. Esta ibicenca que trabaja como enfermera de UCI está viviendo lo más duro de la pandemia provocada por la COVID-19 en primera persona.

Mingo cuenta su experiencia para concienciar a la población de lo complicado que es el momento actual. Con lágrimas en los ojos y sin poder contener la emoción por todo lo que está viviendo: «Ha pasado un año y vemos que estamos peor. No se le ve fin». El coronavirus lleva mucho tiempo ocupando titulares, pero lo cierto es que las Pitiusas están viviendo su peor momentos. El mes de enero ha sido catastrófico con un descontrol que multiplicó el número de casos, el número de pacientes y también el número de fallecidos.

Todas las plantas del hospital son para pacientes covid, señalan los que están dentro. Solo Pediatría y Maternidad siguen ocupadas por pacientes de otras patologías que han sido reubicados. También está el antiguo edificio donde se mantiene el quirófano para intervenciones de urgencia y pacientes de Oncología. Y en estos cambios de distribución, la UCI no es una excepción. Desde que comenzase la pandemia ha cambiado mucho. «En el hospital viejo teníamos nueve camas. Cuando se abrió el nuevo había espacio para 15 boxes, pero solo había habilitados 12. Con la llegada de la covid se pusieron en marcha los otros tres. Nosotros teníamos personal para 12 camas UCI. Ahora tenemos 15 pacientes covid en la UCI, más otros cuatro en quirófanos. También están los UCI no covid que los han trasladado a Cirugía Mayor Ambulatoria», enumera Mingo.

Todo esto se ha traducido en un aumento del personal para la unidad de críticos, algo que, según explica esta enfermera, no es sencillo. «No todo el mundo vale para la UCI. Igual que yo no podría ir ahora a quirófanos, no todos pueden venir. Por eso, lo que está haciendo el hospital es rescatando a todos los que han tenido experiencia en UCI», explica.

Lo normal es que una enfermera se ocupe de dos pacientes, pero «ahora los cupos de trabajo son máximos porque todo son neumonías con el 90% de entubados». Así pues, el personal se ha triplicado y aún así no es suficiente para dar respuesta a todos los casos que hay. En los últimos días se están trasladando pacientes críticos a Palma. «La falta de personal es muy importante. Tenemos muchas bajas y también mucha gente se ha ido de Ibiza porque la vida es muy cara y ahora sale trabajo en todas partes», lamenta.

Agotamiento
En cuanto a su experiencia personal, Susana no puede contarla sin soltar unas lágrimas por toda la rabia y la emoción que lleva dentro. «Es el momento más duro de mi carrera.

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Nunca habíamos vivido algo parecido. Nosotros estamos acostumbradas a trabajar muchas horas, ese no es el problema. El problema son las condiciones. Te pones el buzo y son tres horas con él. Se te nubla la vista, sudas, te deja marcas en la cara de todo lo que aprieta, si tienes ganas de ir al baño te aguantas porque cuesta mucho ponerlo y quitarlo… es muy duro».

Si el cansancio físico es mucho, el mental es peor: «Se nos rompe el corazón. Cuando lees las noticias ves que la mayoría de los que mueren son personas mayores, pero esos no están en la UCI . A los mayores no se les ingresa en UCI porque sabes que si los duermes es muy difícil que despierten. Aquí tenemos gente joven, de 60 años, 51 o 39. Son jóvenes. Todavía no es su momento».

«Lo más duro es que ellos bajan muy asustados y cuando llega el momento de dormirles les dices que todo irá bien y les das la mano, pero no sabes si es verdad, si conseguirán salir de UCI. Ellos te aprietan la mano y te dicen que, por favor, llames a su marido y a sus hijos y que les digas que les quiere», asegura con tristeza en los ojos y en la voz. «Luego, están las familias que sólo reciben una llamada del médico al día para decirles como están. Hay tanto trabajo que sólo pueden llamarles una vez. Y ahora, la angustia de que se lleven a tu familiar a Palma porque aquí no hay camas. No me lo quiero ni imaginar», afirma con un nudo en la garganta.

Aunque se emociona cuando habla de toda la angustia que le está tocando vivir, cuando cruza la puerta del hospital recupera las fuerzas y la energía para seguir adelante. «Cuando te pones el uniforme, es todo energía y fuerza. No cae ni una lágrima, no se flaquea, no hay tiempo». Quiso destacar el trabajo que se está llevando en la UCI de Can Misses: «Estoy súperorgullosa del equipo que formamos. Mis supervisores tienen un turno fijo de mañana, pero se están yendo a las siete de la tarde. La jefa médica viene los sábados cuando no le toca y nos llama desde su casa para preguntarnos cómo estamos nosotras. Toñi, que se encarga de la limpieza, no puede más y la he visto llorar. Está siendo muy duro, pero hay una implicación muy humana».

Por último, quiso hacer un llamamiento a la población. Pidió que todos aquellos que estén afectados por la crisis económica protesten de manera pacífica: «Que protesten, que pidan ayudas, pero que lo hagan manteniendo las normas de prevención y seguridad. Que no pidan quitarse la mascarilla porque estamos muy mal».

En esa misma línea, mostró su enfado por los negacionistas: «Me indigna mucho que haya gente que se esté dedicando a venir a grabar los pasillos de la entrada del hospital diciendo que aquí no hay nada. Afortunadamente, los pacientes no están tirados por los pasillos y están en las habitaciones pasando la enfermedad. Es muy grave porque quizás esos cuatro descerebrados que dicen que no existe la pandemia son los culpables de que estemos así», concluye.