Romina Carreño recibe la primera dosis de la vacuna contra la COVID-19.

«Todo esto es nuevo. Hace un año, ninguno pensaba que fuésemos a vivir algo así. Habíamos tenido la gripe A, pero el covid no tiene nada que ver». Nacida en Argentina, Romina Carreño lleva 20 años en España, el último lustro en Ibiza donde trabaja como intensivista en la UCI del Hospital Can Misses.

Carreño es una de esas profesionales que se enfrenta a este virus desde la primera línea. Está «agotada» como todos sus compañeros de la Unidad de Cuidados Intensivos. Desde que comenzó la pandemia, el paisaje de la UCI es muy homogéneo, casos de insuficiencia respiratoria que necesitan intubación.

«Es un año muy duro, con mucho trabajo, enero fue el mes más duro. Es muy difícil que lo peor llegue cuando ya llevamos un año luchando contra la pandemia. Enero llegó cuando ya estamos cansados, hubo bajas por ser contactos estrechos… Hemos tenido que hacer muchas más horas, más turnos y más guardias», señala Carreño. Pasaron de hacer cuatro o cinco guardias, más los horarios de mañanas, a ver duplicadas estas guardias en enero.

«Falta de recurso humano»
La plantilla se compone de nueve intesivistas, de los que siete hacen guardias. La baja de dos de ellos, que ya se han recuperado, fue un duro golpe para el equipo de la UCI que se vio superado por la alta carga de trabajo y la falta de personal. Tanto es así, que pese a tener posibilidad de ampliar camas se tuvo que trasladar pacientes críticos a Palma por la falta de sanitarios en Can Misses. «La carga asistencial fue muy alta. Hubo que valorar muchos pacientes, se produjeron muchos ingresos que conllevan intubaciones, vías, es un gran despliegue y con dos personas menos. El problema fue la falta de recurso humano en esta situación».

Una de las cosas que peor ha llevado Romina es la falta de apoyo de otros profesionales: «A veces no hemos sentido la colaboración de otros servicios. Sí es cierto que ahora contamos con la ayuda de tres anestesistas y un internista que han venido a echarnos una mano con todo el trabajo». A esto hay que sumar que próximamente se incorporarán dos nuevos intensivistas desde Mallorca.

Lo más complicado para Carreño es la falta de contacto personal que conlleva el coronavirus. «Es muy duro dar la información a los familiares por teléfono. Ellos no pueden ver al paciente y nosotros tenemos que decirles cómo están. Es muy duro escucharles, sin verles. La gente piensa que nosotros ya estamos acostumbrados a estas situaciones de pacientes críticos, pero también somos humanos. Hay familias que llevan meses sin ver a sus seres queridos.

Lo más duro era decirles que su familiar se estaba muriendo y que no podían venir a despedirse. Ahora, cuando la situación es irreversible sí que les dejamos venir, se ponen el buzo y le dicen adiós», confiesa.

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Además, recone que este último mes se le hizo cuesta arriba: «Yo pensaba que estaba llevando bien todo esto de la pandemia, pero enero ha sido muy complicado. Estoy muy cansada y cuando llego a casa no puedo desconectar y no logro dormir. Tengo ansiedad. El año va pasando factura. Me está costando mucho descansar».

«Se nos junta todo… Tantos pacientes, todos muy parecidos. Es la historia interminable. Vestirte, ponerte el buzo, estar tantas horas en esas condiciones, el aislamiento, el riesgo de contagio… El estrés que te genera cada emergencia. Ahora si se obstruye un tubo no puedes ir corriendo a solucionarlo, tienes que vestirte primero… Es muy complicado todo», detalla.

También reconoció sentir «mucha rabia» cuando lee en las noticias que la gente sigue haciendo botellones y saltándose las normas. «Muchos jóvenes piensan que ellos lo van a pasar leve y ya está, pero pueden matar a sus abuelos. Además, es mentira que a los jóvenes no les pasa nada. Nosotros en la UCI hemos tenido gente de 20, 30, 40 y 50 años. Son jóvenes para morir».

«Yo al principio le iba diciendo a la gente por la calle que se pusiera la mascarilla, pero tampoco puedes ir peleándote con todo el mundo. Hay gente que dice que no cree en la mascarilla. Puedes creer en Dios o no creer, pero la mascarilla es ciencia. El covid mata a mucha gente y está demostrado que la mascarilla evita su contagio. Muchas personas solo ven lo duro que es esto cuando ven a un familiar que lo pasa mal. Hemos tenido familias con varios muertos y eso es terrible», añade.

«Yo sé que hay mucha gente que lo está pasando mal económicamente, pero esto no es un tema político, de votar a unos o a otros. Es un tema médico y se muere la gente», explica Carreño.

Unidad en la UCI
Por todas estas cosas, Romina anima a la población a que se vacune cuando sea pobible: «No hay que tenerle miedo. Está hecha por los mejores científicos del mundo. La vacuna se ha hecho rápida por la urgencia de esta pandemia, pero los mejores científicos del mundo son los que la están estudiando».

Por último, quiso reconocer el trabajo de sus compañeros de la UCI: «Tengo grandes compañeros. Formamos un gran equipo desde el primero al último. Todos los que forman parte de la UCI nos hemos unido más en estos momentos tan complicados. Cuando alguno estuvo mal, nos hemos apoyado unos a otros». En especial tuvo palabras para la jefa de Medicina Intensiva, Paz Merino: «Ha estado en todo momento apoyándonos tanto en lo profesional como en lo personal. Eso es muy importante».