Miguel Ángel León, en la UCI de Can Misses con su traje de protección individual.

Miguel Ángel León es un celador de 36 años nacido en Badajoz. Fue en 2002 cuando empezó a desempeñar esta labor en el hospital de Can Misses y, 5 años después, decidió empezar a hacerlo en la Unidad de Cuidados Intensivos.

Le ha tocado vivir toda esta pandemia desde dentro y ni en sus peores sueños se había imaginado todo lo que tendría que ver, sentir y sufrir en el desempeño de su labor. «He vivido todo esto desde un servicio que empezó a recibir pacientes en marzo de 2020», recuerda, «y en aquellos momentos no se sabía cómo afectaba el coronavirus a los enfermos que ingresaban, ni siquiera a los trabajadores que ahí estábamos. Nos tocó aprenderlo todo sobre la marcha».

Ya en los primeros compases de la primera ola de la enfermedad tanto Miguel Ángel como sus compañeros se dieron cuenta de que aquello era algo más grave de lo que la gente creía. «Cuando todo el mundo se encerró en casa nosotros seguíamos trabajando sabiendo que esto no iba a ser cosa de unos meses sino de más tiempo, de mucho más tiempo», comenta con tristeza

Un tsunami
«Las olas han ido viniendo y las hemos ido saltando como podíamos», añade el celador, «pero esta tercera ola nos ha llegado muy rápido, ha sido como un tsunami que ha arrasado con todo».

Y es que, pese a todo lo que se estaba viendo y pese a todo lo que ya se había vivido desde el mes de marzo nadie supo o quiso reaccionar a lo que era evidente que iba a pasar. «Por salvar la navidad no se cerraron fronteras, no se endurecieron las medidas… ¿Y de qué nos ha servido? Por el momento para tener más ingresos hospitalarios, más muertos y una UCI colapsada dividida en dos servicios porque ya no damos abasto», manifiesta con angustia.

Tras turnos de 12 horas un día en horario diurno y 12 horas al día siguiente en horario nocturno el cansancio se hace ya patente tanto física como mentalmente. Y más aún cuando a este cansancio se le suma «ver a tus compañeros, médicos, enfermeros, celadores y limpiadoras caminando por el hospital totalmente demacrados».

«Estamos trabajando sin parar, soportando estos Epis que nos protegen pero también nos agotan físicamente y mentalmente porque, aunque nadie lo piense, quitarte el traje de protección tiene su peligro, y un pequeño error puede ser la diferencia entre estar contagiado o no», reconoce Miguel Ángel León.

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Y esa es otra. Una vez que sale del trabajo está el temor de poder infectar a familiares o amigos. «Tengo miedo cada día. No tanto por mí, que lo tengo, si no por mis padres, mi hermana enferma de cáncer y mis amistades». Tanto es así que, para evitar cualquier mínima posibilidad de contagio, «llevo tres meses sin verlos».

«Pensar en que la gente no use la mascarilla o la use a modo de quita multas nos parte el alma a los que trabajamos en el sector de la sanidad», dice el celador UCI de Can Misses, y más aún con el enero negro que está viviendo la isla de Ibiza en cuanto a número de pacientes y «compañeros aislados». Compañeros en el más amplio sentido de la palabra ya que engloba «a todos los profesionales de ASEF y en especial a los celadores que estamos ahí para montar y desmontar los servicios las veces que haga falta para los planes que se deben ir cambiando en función de los pacientes que van ingresando. Y, cómo no, el personal de limpieza, que está realizando una labor encomiable, sobre todo nuestra Toñi Cruz», destaca con cariño.

Miguel Ángel León vive solo. Y aunque es una bendición en el sentido de que dificilmente pueda contagiar a alguien en su domicilio, también tiene su plus de dureza. «Cuando llego a casa es una tristeza no poder desahogarme con nadie por lo que me ha tocado vivir durante la jornada», asegura, «pero por otra parte me alegra porque me puedo meter en mi mundo y me aseguro de que no voy a poder contagiar a nadie en caso de infectarme con el virus».

Al menos en casa es el momento de desconectar. «al principio no podía», reconoce Miguel Ángel, «pero ahora resulta un poco más fácil. En cuanto a lo de poder dormir bien... eso es otro cantar».

Aviso a los jóvenes
Aunque hasta la fecha los principales afectados por la COVID son personas mayores, en esta tercera ola está llegando a la UCI «gente joven, sana y deportista», señala Miguel Ángel León.

Por eso, aconseja a los más jóvenes que «no se lo tomen a broma, este bicho es como una guerra bacteriológica en nuestro cuerpo y no sabemos qué puede atacar».
En este sentido, destaca que «sería importante que supiesen que muchas de las palabras que más se repiten por parte de estos jóvenes ingresados en la UCI son: ‘no me lo esperaba’».

«Pues espérenlo», recuerda, «porque los próximos pueden ser ustedes o alguno de sus familiares» si no cumplen las normas, concluye este trabajador.