Sandra, David e Ismael posan en el interior del local cerrado al público. | Toni Planells

Sandra Carmenzana Bufí y David Martínez forman el tándem que dirige Can Bufí, un negocio que tras cerca de ocho décadas y tres generaciones ha tenido que reinventarse para atravesar esta complicada época para la hostelería.
Sandra nos cuenta que cuando les dijeron que se cerraba la hostelería les entró el susto en el cuerpo. Su negocio trabaja sobre todo con gente trabajadora que tiene poco tiempo, «comen en un momento y se van» explica.
Tuvieron que prescindir de dos empleadas que ahora están en ERTE. El modelo de comida para llevar nunca fue un servicio en el que hubieran pensado desarrollar en su negocio. Por lo que en el momento en el que el servicio de take away se convirtió en la única opción en la hostelería se plantearon cerrar hasta que las circunstancias mejorasen.
En este sentido fue Ismael Rubio, el cocinero, quien les convenció sobre la idea de probar el servicio de comida para llevar como recurso para salvar el negocio en estos tiempos tan complicados. Y acertó.

Otra novedad que les ha traído la pandemia, además del servicio de comida para llevar, es el uso de las redes sociales para mantener el contacto con la clientela y atender a sus pedidos. Elaboran un plato del día, pero también trabajan sobre pedido y mantienen, cómo no, su oferta de bocadillos sobre el que destaca su ya tradicional bocata de carn rostida, que reconoce Sandra que «es el que nos está salvando».
Esperan cubrir gastos
Esperan, por lo menos, cubrir gastos tras el cierre navideño de cada año. Abrieron el día 11 de enero tras las vacaciones, dos días después entramos en la fase 4 que impide la apertura de los locales de hostelería.
Aún con las dificultades que están sufriendo se sienten afortunados, Sandra empatiza con sus compañeros que no disponen de terrazas o infraestructura para tomar las medidas que están tomando ellos y que lo están pasando verdaderamente mal, llegando muchos de ellos al cierre total. Así considera que las ayudas que recibe la hostelería debería tener en cuenta la diferencia que hay entre los locales que tienen terrazas y otras ventajas de los que no a la hora de reparltirlas de manera justa. Y es que desde Can Bufí han tenido que ser testigos de cómo algunos de sus proveedores no han tenido más remedio que dejar de servirles y cerrar sus negocios. En este sentido, Sandra se esfuerza en reivindicar la importancia que tiene el comercio de proximidad y en animarnos a consumir en el pequeño comercio para así podernos ayudar unos a otros entre todos.

Así lo está sintiendo ella misma en su restaurante, donde observa como muchos clientes se animan a hacerles pedidos y consumir sus platos para llevar con el ánimo de echar una mano a negocios locales como el suyo. No puede evitar repetir una y otra vez lo afortunada que se siente, a la vez que empatiza con quienes lo están pasando realmente mal.
Y es que la clientela de Can Bufí es más que clientela: «Son nuestra familia», así es como les describe Sandra. Pone como ejemplo a Miguel, que lleva unos días sin aparecer y para que no se preocupen ya ha llamado para decirles que está bien, que está de vacaciones, y la verdad es que tanto David como Sandra ya se estaban preocupando y tenían previsto llamarle. Sandra reconoce haberse emocionado en distintas ocasiones ante la respuesta de sus clientes, de su familia, y sus muestras de cariño y ánimo hacia ellos. Tampoco puede evitar la emoción al describir cómo les animaron y apoyaron en los peores momentos.