Mamadou y Jacinto, de espaldas, esperan su turno en la cola de Cáritas. | Toni Planells

Tras el llamamiento de Cáritas el pasado 16 de febrero ante la falta de alimentos en sus almacenes, la respuesta de la sociedad y empresas ha llevado a esta organización a un estado de salud óptimo para seguir dando ayuda a sus cada vez más numerosos usuarios. Así mismo también está poniendo en marcha una nueva vía de ayuda a sus usuarios con tarjetas con las que poder hacer la compra.

Tal como cuenta Gustavo Gómez, Coordinador en Cáritas Diocesana de Ibiza , ante la llamada de socorro por parte de esta entidad, recibieron toneladas de ayudas desde distintas donaciones como la de la clínica Nuestra Señora del Rosario, DC-10 con 10 toneladas, o las cuatro y seis y media de Mercadona y Eroski respectivamente, a las que se sumaron las donaciones de particulares.

También se agilizaron entonces las gestiones para los convenios con el Ayuntamiento de Vila y Consell para gestionar ayudas para la compra de alimentos. Además están a punto de recibir la partida de ayuda que reciben desde el Ministerio a través de la Cruz Roja de manera cuatrimestral, 40 toneladas de alimento, más otra que están esperando de parte del Govern Balear. De esta manera se da por cubierta la emergencia que sufrió Cáritas hace poco más de dos semanas. Pedro Ramírez, responsable de recursos y alimentos de Cáritas, bromea: «si por mí fuera en la primera plana del Periódico de Ibiza y Formentera lo único que pondría es ‘Gracias’».

Tarjeta solidaria
Así mismo también se ha puesto en marcha, desde la semana pasada, un nuevo proyecto piloto de ayuda económica a sus usuarios a través de una tarjeta con la que hacer la compra. De momento el convenio para hacer esta compra es para los supermercados Mercadona, que se hace cargo de los gastos de emisión trámite y envío de las tarjetas, aunque de manera inminente los supermercados Eroski se sumarán a la iniciativa.

De esta manera el usuario «se evita hacer cola con todo lo que conlleva. Es mucho más digno para la persona», comenta el coordinador de Cáritas, que explica que es una estrategia que «queremos potenciar, pero que depende mucho de nuestro potencial económico».

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Por el momento hay dos tipos de tarjeta, de cien y de doscientos euros que Cáritas recarga mensualmente según las necesidades del usuario. Ya se han repartido 20 unidades, 10 de cada tipo. Una trabajadora social es la encargada de decidir, según sus circunstancias, a quién se les concede y de que se utiliza de manera adecuada. «Es una manera de que el usuario pueda comprar producto fresco y de su necesidad sin tener que adaptarse a lo que se ofrece en las dependencias de Cáritas» explica Ramírez, «una ayuda económica que dignifica más a la persona y con la que no se siente tan marcada como estando en una cola de 50 personas», apostilla Gómez.

La situación de Cáritas
Hay que tener en cuenta que, en un escenario dónde hablar de curvas se ha convertido en una buena manera de visibilizar la situación, Cáritas se encuentra instalada en una meseta de la gráfica que subió un 50% el pasado año y que, de momento, se mantiene en lo alto.

Cáritas atiende a 50 familias a la semana, 3.000 el pasado año frente a las 2.000 del año anterior. Además hay que tener en cuenta que el perfil del usuario también ha cambiado este último año, Gómez comenta que el 50% de las 3.000 personas atendidas, nunca habían necesitado ayuda, «la línea para pasar de un lado a otro es más fina que nunca» asegura. Antonia, una de las voluntarias que reparte los paquetes de ayuda comenta aunque lo normal es estar repartiendo las ayudas hasta las 12:15h hay días en los que a las 13h todavía no han acabado.

Sin embargo esperan que con la llegada de la vacuna y la temporada se pueda desescalar pronto.

La cola del hambre
Durante la mañana, en la calle Felipe II de Vila, poco a poco se van sumando personas a la cola que espera su turno para recibir la ayuda que Cáritas les ofrece desde las manos de sus voluntarios. Allí espera pacientemente la madre de Leo, de nueve años, que recrimina a su madre que prefiera no contar a la prensa su historia y desperdiciar su oportunidad de hacerse famoso «como un youtuber». Jacinto sí cuenta a Periódico de Ibiza su situación: «no tengo nada» explica este cerrajero de profesión, en Ibiza desde hace 20 años, sin trabajo desde la llegada de la pandemia, y padre de una familia de cinco miembros en los que ninguno tiene trabajo. Sobreviven con la paga del ERTE de sus hijos para pagar los 1.200 euros de alquiler de su vivienda, y comen gracias a la ayuda que les ofrece Cáritas.

Mamadou también espera, cuenta como estuvo trabajando durante tres años en el Club Náutico hasta la jubilación de su jefe. Entonces empezó a trabajar en Can Terra hasta hace justo un año, cuando a las puertas de la pandemia aceptó la oferta de reincorporarse a su antiguo empleo. Llegó el virus y Mamadou acabó sin ninguno de los dos empleos y sin opción a paro, un año después hace cola en Cáritas.