Pepe Pérez, en una imagen reciente dentro de su peluquería de la ciudad de Ibiza. | Daniel Espinosa

Pepe Pérez es uno de los peluqueros más carismáticos y queridos de Ibiza. Lleva más de 45 años cortando el pelo y las barbas a varias generaciones de ibicencos de toda clase y condición. Cuando apenas le quedan unos meses para jubilarse, lo hará en noviembre, está viviendo el peor año de su carrera profesional debido a la crisis del coronavirus y al hecho de tener que pagar el 21% de IVA.

A pesar de todo este andaluz nacido en el pueblo sevillano de Utrera no pierde la sonrisa ni el optimismo. No en vano, ha visto evolucionar la peluquería en la isla desde que entró como aprendiz en 1973 y empezó a estudiar para ser profesional en 1975 mientras trabajaba en varias barberías y peluquerías del puerto de Ibiza. En 1992 puso su primera peluquería en el barrio de ses Figueretes y después, hace 16 años, se mudó a Pérez Peluqueros, el local de 120 metros cuadrados que regenta en el número 3 de la calle Baleares de Vila.

En este tiempo se ha ido reinventado y adaptando a los nuevos tiempos siendo de los primeros en la isla de Ibiza que tuvo a sus trabajadoras con todos los papeles en regla y dadas de alta en la Seguridad Social. Por sus ojos y sus manos expertas ha visto cómo, poco a poco, la competencia fue aumentando pasándose, como asegura con nostalgia, «de tener una o dos peluquerías profesionales en la ciudad a varias en cada barrio, sobre todo en verano, con precios no competitivos, sin ningún tipo de titulación, profesionalidad ni papeles en regla».

Competencia desleal
Una situación que el veterano peluquero lamenta profundamente. «Al final el que sale perdiendo es el cliente porque mucha gente se piensa que cortar el pelo o hacer unas mechas o un tinte es fácil pero no es así y después, en muchas ocasiones, acaban viniendo personas para que les arreglemos los problemas que les han dejado otros».

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Afortunadamente Pérez asegura que le siguen salvando los clientes de toda la vida «que siguen viniendo porque nos conocen y saben que aquí se sienten como en casa». Sin embargo, de momento ha tenido que mandar a su trabajadora Esther a un ERTE mientras espera que la cosa poco a poco mejore y no tenga que depender del sueldo de su mujer para pagar algunos meses las facturas de los gastos fijos que supone tener abierta la peluquería.

Por ello, mientras sigue con su activa labor como presidente de la Asociación de Vecinos del Barrio de Es Clot de Vila no para de darle vueltas a la cabeza viendo cómo puede mejorar su negocio. «Lo importante es no perder el optimismo, no quedarse parado ni conformarse nunca, pensando siempre en que todo se puede mejorar, y por eso seguimos haciendo ofertas especiales en trabajos de corte, color o mechas que consisten fundamentalmente en regalar al cliente parte de nuestro trabajo para que no le repercuta en el precio final que paga por el servicio».

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