El doctor Canet, en el hospital Can Misses. | Daniel Espinosa

Hace justo un año, el doctor Ramón Canet (Ibiza, 1962) comparecía en rueda de prensa en el hospital Can Misses para informar acerca de la detección de un caso de coronavirus en Ibiza, el primero. Se trataba de un turista procedente del norte de Italia que llevaba varios días de vacaciones en la isla con síntomas de afecciones respiratorias.

Canet, jefe del servicio de Medicina Interna del hospital, comenzaba ese día la que estaba llamada a ser una lucha sin cuartel contra el virus desde la primera línea. Era el principio de un reto que aún perdura después de un año que se ha llevado la vida de un centenar de personas en las Pitiusas y que ha originado un cataclismo económico y social sin precedentes.

Formado como especialista en el hospital de Bellvitge, en Barcelona, empezó a trabajar en Can Misses en febrero de 1995. Se muestra cauto con respecto al final de la pandemia, aunque ya ha pasado lo peor de lo peor, esos días entre finales de enero y principios de febrero en los que se desató la tormenta perfecta, con un aumento exponencial de los contagios y los ingresos hospitalarios, así como una cascada de bajas de sanitarios afectados que puso al sistema público al borde del colapso. Siente cierta impotencia al ver el elevado ritmo de vacunación en otros países y apoya «completamente» las manifestaciones de médicos y enfermeras en reivindicación de mejoras salariales.

—Después de un año, ¿se puede considerar que la escasez de vacunas es ahora el principal problema que tenemos en Ibiza y Formentera?

—No es el problema principal. En el último mes y medio hemos tenido un aumento exponencial del número de casos, coincidiendo con la tercera ola, y eso ha obligado a una reordenación de toda la actividad del hospital. Ahora, a expensas de que vayan mejorando las personas ingresadas en la unidad de Medicina Intensiva, la presión sobre el hospital está permitiendo retomar una actividad más próxima a la que teníamos antes de la pandemia. La escasez de vacunas lo que está provocando es que se vaya a retrasar la protección de toda la comunidad unos meses más de lo deseable. Es un problema a medio plazo, pero no es lo más urgente.

—Vista esta reducción de la incidencia en Ibiza, ¿se deberían levantar algunas restricciones en Semana Santa o deberíamos mantener la isla cerrada hasta que se llegue al nivel mínimo de contagios por cada 100.000 habitantes?

—Como profesional sanitario, tengo que decir que toda reducción de la posibilidad de exposición en público va a redundar en un beneficio de la sociedad. Ahora bien, también hemos de ser conscientes de que -a menos que se articulen las ayudas necesarias para todos los sectores que están cerrados con el fin de reducir la exposición pública después va a haber a medio plazo unas consecuencias que también tendrán repercusión en la salud y en el paro, que afectará a todas aquellas personas ligadas a la hostelería y el turismo. Por tanto, hay que buscar un equilibrio, incluso ante la exposición de otras variantes que están afectando en otros países. Como médico, tengo que decir que cuanta menos exposición, será mejor, pero como ciudadano de esta isla tengo que decir también que hay que intentar apoyar a todas aquellas actividades que se están viendo perjudicadas por las restricciones para evitar que en el futuro haya graves consecuencias como el paro de larga duración.

—¿Al ritmo que llevamos, cree que habrá vacunas para todos en abril o mayo? ¿Visualiza si habrá largas colas en el recinto ferial?

—En el momento en que se disponga de un mayor número de vacunas, efectivamente se están articulando una serie de sistemas para intentar que la vacunación de la población se haga de forma segura y efectiva. Tenemos la experiencia de la vacunación de todas las personas más vulnerables en los centros sociosanitarios, lo que ha permitido que se haya reducido el número de casos diagnosticados en esta población, con un número escaso de efectos secundarios de la vacuna, con lo cual estamos esperanzados en que en el momento en que la vacuna pueda llegar al mayor número de personas en un plazo de tiempo relativamente corto podremos notar el efecto sobre la incidencia de la infección.

—¿Parece que están surgiendo algunos efectos secundarios leves entre los ya vacunados?

—La experiencia que tenemos es que entre los sanitarios que se están vacunando con Pfizer se ha visto algún cuadro febril y síntomas de corta duración, pero hasta ahora no hemos observado ningún episodio grave que haya obligado a hacer un ingreso. Ha habido personas que pueden haber tenido alguna reacción con la primera dosis, y sí que parece que con la segunda dosis de Pfizer que hemos recibido los sanitarios nos han llegado informes sobre cuadros febriles pseudogripales.

—¿Cuál es la vacuna que más garantías ofrece?

—Las diferentes vacunas, a través de mecanismos diversos, obligan a que el sistema inmunitario de nuestro cuerpo adquiera la capacidad de controlar el virus, provocando por un lado que el cuerpo fabrique anticuerpos, que impiden que el virus se reproduzca, y por otro lado, haciendo que quede una memoria de tal manera que si hay nuevos encuentros con el virus, el cuerpo reacciona de una forma mucho más rápida. Las vacunas introducen una parte del manual de instrucciones para que el cuerpo fabrique los anticuerpos contra el virus, y entonces se crea el mecanismo de defensa. Por otro lado, hay otras vacunas que introducen un virus diferente, denominado adenovirus, que no provoca infección pero que sí induce esta resistencia en el sistema capaz de crear estos mecanismos de defensa. Las vacunas han demostrado que son muy efectivas, capaces de generar estos anticuerpos en porcentajes muy elevados, entre el 85 y el 95%, e incluso se ha demostrado que son capaces de que disminuya el número de personas con infección grave y el de personas que necesitan ingreso en UCI, así como los fallecimientos.

—¿Pero cuál es la mejor?

—Cada vacuna ha sido probada en grupos de población concretos y con unos objetivos diferentes para demostrar una cosa u otra. En la actualidad, los sanitarios hemos recibido la de Pfizer, el manual de instrucciones que fabrica la proteína del virus.

—¿El ritmo de vacunación tan alto en Reino Unido ha dejado en evidencia la estrategia de la Unión Europea?

—Tenemos otros ejemplos también en países ribereños del Mediterráneo donde el porcentaje de vacunación es aún superior al del Reino Unido, y esto, en cierta manera, nos pone los dientes largos, el ver que, aun siendo nuestro sistema sanitario capaz de hacer un despliegue semejante, por la causa que sea, no se está avanzando de forma concreta. Se siente un poco de impotencia pensando que podríamos estar al nivel de otros países y acceder a la difusión de la defensa comunitaria.

—Después de un año en la primera línea contra el virus, ¿se siente ahora más optimista?, ¿ya ha pasado lo peor de lo peor?

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—Ya está disminuyendo una tercera ola que ha sido, en intensidad, el triple o el cuádruple que la primera, con un gran número de afectados, también entre los profesionales sanitarios, que estaban infectados o en un estado de contención por contactos. Y así se produjo la tormenta perfecta, con el aumento de los casos de pacientes y sanitarios. Afortunadamente, ahora la incidencia en las Pitiusas está en descenso, pero de ningún modo podemos decir que no habrá oleadas sucesivas.

—¿Cuál fue el momento más crítico, aquel marzo de 2020 o cuando el hospital se vio desbordado recientemente?

— Cada una de las etapas ha tenido unas características diferentes. En principio, convivimos con la incertidumbre, estudiando cuál era el mejor tratamiento que podíamos ofrecer. Aunque el hospital está preparado para tratar enfermedades infecciosas, nos encontramos con que la incidencia iba siendo superior a lo que podíamos prever. Posteriormente, en la segunda ola, tuvimos más información para manejar la situación y disponíamos de más medicamentos para poder hacer el tratamiento a los infectados, y esto redujo el tiempo de ingreso de los pacientes. En la tercera ola se produjo un aumento explosivo en el número de infectados simultáneamente, con una importante reducción de personal sanitario y facultativos que estaban de baja. Las primeras semanas de esta tercera ola fueron las más duras, a partir de la tercera semana de enero.

—¿En algún momento pensó que la situación se estaba descontrolando?

—Se ha ido ajustando toda la actividad de la asistencia pública, tanto en la primaria como en la hospitalaria, para atender a estas personas en función de las necesidades y los diagnósticos. Los planes de contingencia han funcionado y nos han llevado a utilizar todos los recursos disponibles. Ha hecho falta reforzar las plantillas y también fue necesaria la llegada de profesionales de Mallorca y Menorca para apoyar a las diferentes unidades, tanto médicos como personal de enfermería. Éste fue uno de los momentos más difíciles de la pandemia, en la tercera ola, que supuso un enorme estrés para todo el sistema sanitario.

—¿Puede ser que la tercera ola haya afectado más a una población más joven?

—No hay datos contrastados. Probablemente tenemos menos personas provenientes de centros sociosanitarios porque precisamente fue una población en la que se priorizó la vacunación y el cribado para su detección precoz, y por tanto puede ser que ahora los infectados sean más jóvenes.

—¿Cuál es el caso más largo que ha vivido entre los afectados por el virus?

—Hemos tenido a una persona que ha estado ingresada hasta 110 días, pero generalmente son personas que, a consecuencia de otras patologías, necesitan un largo periodo de recuperación.

—¿Qué les diría a los jóvenes que salen de fiesta a hacer botellón?

—Les diría que vinieran a echar una mano en el hospital para ayudar a moverse a todas aquellas personas que están inmovilizadas y para echar una mano a todos los sanitarios que están cansados, hastiados y desmoralizados al ver estas actitudes altamente inconscientes. Y a estas personas no creo que se les pueda convencer con argumentos lógicos, y tendrían que ver en persona las consecuencias de una conducta tan irrespetuosa con ellos mismos y con el resto de la sociedad.

—¿Cómo se anima a diario a unos profesionales agotados?

—No hay una fórmula para esto. Cada mañana nos juntamos todo el servicio, hacemos la distribución de las tareas y cuando podemos descansar intentamos desconectar y cargar las pilas. No hay un manual de motivación, aunque sí que existe un recurso que Psiquiatría ha puesto al alcance de todos los profesionales del Área de Salud, para que tengan un apoyo las personas que noten que necesitan esta ayuda para sobrellevar los sacrificios del trabajo al que nos enfrentamos. Puede ser de gran ayuda para poder superar esos momentos de bajón por causas físicas o psicológicas, después de un año de haber estado enfrentados a situaciones extremas en estas crisis.

—¿Cuenta con suficientes profesionales sanitarios?

—En estos momentos, ya es normal la situación.

—¿Apoya las reivindicaciones salariales de los sindicatos?

—Totalmente. El colectivo de los sanitarios, en todos los diferentes niveles, se merece una compensación adecuada. Estoy totalmente de acuerdo con sus reivindicaciones.

—¿Adónde le gustaría irse de vacaciones cuando acabe esta pesadilla?

—A Formentera.