En la botiga Can Andreuet se puede encontrar prácticamente de todo: tinajas de plástico, delantales, ‘senallons’, butano, correo, helados y, por supuesto, comida, tanto para humanos como para animales. | Toni Planells

Todo pueblo o zona apartada de la isla cuenta con una tienda o colmado cerca de la carretera que abastece a los vecinos de las casas dispersas por el campo. Butano, comida para animales, delantales, prensa, un espacio para el correo, productos directos de la huerta... En este tipo de colmado no falta nada de lo que sus vecinos y clientes puedan necesitar. Incluso, quien se lo puede permitir, disponen de una barra y unas mesas en la terraza en lo que antaño fue la casa familiar de algún ascendiente de quien hoy las regentan.

Este es el caso de Can Beya, que lleva tres generaciones atendiendo las necesidades de los vecinos de esta zona de la carretera de Santa Eulària. La barra y la terraza han ido ganando terreno a la tienda de comestibles, que desde 1932 tiene abiertas sus puertas.

Ca’n Beya. Esta tienda y cafetería en la carretera de Santa Eulària lleva tres generaciones atendiendo a vecinos y personas de paso. Fina Torres, nieta del fundador, es hoy su responsable y trabaja codo con codo con su empleada Mari. Foto: Toni P.

Son los tiempos más difíciles que Fina Torres, de Can Beya, recuerda haber pasado en este comercio, que además es su casa. Reconoce que los ingresos han bajado sustancialmente durante este último año de pandemia: «Mientras haga para los gastos y para comer, me conformo», se resigna Fina. Ha ido abriendo y cerrando las puertas del negocio al ritmo de las restricciones que se han ido imponiendo a la hostelería, con su empleada, Mari, entrando y saliendo del ERTE. Mari todavía no lo ha cobrado. Fina no se aferró a la excusa de tener una tienda para poder mantener sus puertas abiertas durante las restricciones más duras: «La tienda la mantengo por tradición, porque mi abuelo la montó aquí», reconoce. De cara a futuro no se muestra muy optimista, todo lo contrario: «Creo que este año va a ser peor que el año pasado. Tanta gente que está viniendo de fuera que podría estar infectada… Yo hubiera preferido que no abrieran hasta mediados o finales de mayo; ojalá me equivoque, pero es lo que pienso, aunque suene un poco pesimista».

En Sant Carles, Joan Guasch lleva 32 años al frente del Autoservicio San Carlos, al lado de Can n’Anneta. Calcula que el negocio debe llevar abierto más de 60 años. A la entrada del establecimiento lucen estanterías repletas de prensa y revistas; en el interior se puede encontrar prácticamente cualquier cosa, hasta información sobre lo que está aconteciendo en el pueblo: «Hay mucha gente en la iglesia, ¿hay algún muerto?», pregunta intrigado un cliente, «¡Claro!, Pep de Can Miquel Pera, el pobre, murió el sábado pasado y en un rato es el funeral», le informa Joan.

San Carlos. Joan Guasch regenta el Autoservicio San Carlos desde hace 32 años y reconoce que está pasando la peor época desde que se hizo con los mandos de esta tienda pegada a Ca n’Anneta. Confía en que este verano se normalice la situación para poder seguir adelante. Foto: Toni P.
Noticias relacionadas

No tiene duda de que es la peor temporada que ha vivido en las más de tres décadas que lleva tras el mostrador. «Trabajas 12 o 15 horas y apenas haces ni para los impuestos y para el alquiler», lamenta tras reconocer que algún plazo de impuestos se le puede haber retrasado y agradecer que «el jefe»(se refiere al dueño del local) se esté portando muy bien con el alquiler. Ha tenido abierto durante todo el tiempo, como tienda de comestibles: «Durante el confinamiento duro abríamos solamente por las mañanas, pero desde entonces ya abro todo el día». Aún así sólo con la clientela del pueblo no le llega: necesita a los clientes de «casas particulares que pasan temporadas, gente de paso que hace compra de camino a la playa». Otro factor importante al que apunta Joan son las grandes superficies, que asegura que relegan a su negocio prácticamente para cubrir «los olvidos y las urgencias del momento».

De cara a futuro encoge los hombros: «Tengo esperanza. A ver si va todo adelante, nos pueden vacunar y dejamos todo esto atrás», y es que reconoce que si esta temporada no funciona de manera adecuada muy probablemente se verá en la obligación de cerrar puertas después de 32 años.

Mariano Ferrer, de Can Andreuet, fundó la tienda que hoy regenta su hijo y que lleva el nombre de su casa desde 1965. Al igual que Joan de Sant Carles, considera que las grandes superficies han supuesto, desde su llegada, un serio varapalo a las pequeñas tiendas y colmados como el suyo «porque las grandes superficies se lo comen todo», asegura.

En Can Andreuet se puede encontrar absolutamente de todo, desde delantales o bebedoras para animales a productos frescos, butano o el correo. La epidemia no les ha golpeado con la fuerza con la que lo ha hecho en otros locales. «Tenemos comida, y comida de animales también y no hemos cerrado», explica el veterano de Can Andreuet, que cuenta que hoy es su hijo quién se hace cargo del negocio.