Julio Herranz, ayer en el claustro del Colegio Nuestra Señora de la Consolación. | Arguiñe Escandón

Ayer por la mañana en pleno Día de Sant Jordi, el escritor, poeta y periodista Julio Herranz, (Ceclavin, Cáceres 1948), afincado desde hace décadas en Ibiza, presentó en el claustro del colegio Nuestra Señora de la Consolación de la ciudad de Ibiza su último poemario, Viñetas, que aún no se ha presentado ni editado oficialmente y que está en proceso de corrección y revisión..

— ¿Por qué ha escogido un colegio para una primera lectura de este poemario que aún no está publicado?
—Este verano le dejé leer el libro a varias personas, entre ellas a mi sobrina, lucía Herranz, que es profesora de literatura en la Consolación y ella y la dirección del colegio me propusieron hacer una lectura poética, que no es la primera vez que lo hago allí, porque normalmente una vez por curso, antes de la pandemia, iba a leer poesía según los autores que trataban en clase y a los chicos les gustaba mucho.

—¿Cuándo empezó a escribir Viñetas y cómo surgió la idea?
—Durante el verano del 2016 cuando paseaba por mi barrio, que es Playa de’n Bossa, con las cosas que me llamaban la atención, desde un mercadillo hippy a una chica haciendo una exhibición de modelos en la playa para una agencia; cosas que todos hemos visto… se me ocurrió hacer unos cuantos poemas y llegué a escribir quince, pero en algún momento se me cruzó alguna cosa y lo dejé aparcado en un cajón.

—¿Y por qué lo reanudó?
—Durante el verano pasado, como en los tiempos de confinamiento no podíamos salir de casa, me dio tiempo de revisar todo lo que tenía por los cajones y encontré los poemas, los empecé a leer y me entró una especie de nostalgia, yo que despotricaba tanto contra los excesos y los ruidos y todas estas cosas del verano ibicenco… me entró un achaque de nostalgia, como echándolo de menos cuando siempre lo había echado de más… Pensaba en lo que significaba el silencio y luego la ruina para la isla y así surgió hacer una segunda parte de otros quince poemas, porque un libro suelen ser unos 30 poemas.

—¿Qué le comentaron sus amigos cuando les dejó leer el libro?
—Mis amigos me han comentado que la idea era muy buena y que funcionaba por contraste, además es un momento histórico y espero dejar el testimonio de cómo lo viví, lo sentí y reflexioné, igual que nos ha pasado a todos, pero en mi caso desde el punto de vista poético. Está en fase de corrección y se pueden modificar algunas cosas, pero leído en conjunto tiene una unidad de cierto sabor que se sostiene bastante bien y refleja un contraste en esta isla que era de éxito de lo que íbamos a morir. Yo lo he reflejado sin faltar la ironía que ayuda un poco a digerir las cosas mejor.

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—¿Qué tipo de poemas son y por qué los llama Viñetas?
—Son poemas visuales, narrativos, con tristeza, con intención irónica en torno a esas imágenes; por eso se llaman viñetas, como en los cómics. Son escenas y momentos que me llamaban la atención del verano ibicenco.

—¿Cómo está estructurado el libro? ¿Cuántas viñetas tiene?
—El libro consta de dos partes, 15 viñetas del verano del 2016, antes de la pandemia, y 15 viñetas del verano del 2020, durante la pandemia. En el centro un poema que surgió de una anécdota que me pasó en el paseo de Figueretes donde un niño rubio de unos cinco años, cuando yo estaba mirando el horizonte, me dio una concha de mar y me pareció un detalle que ya me dio el poema hecho y sirvió para balancear las dos partes.

—A todos nos han afectado los cambios producidos por la pandemia del coronavirus. ¿A usted cómo le han afectado personalmente, qué ha obtenido en positivo y en negativo?
—Bueno, en mi caso y también en el caso de los artistas, se necesita soledad para crear, yo necesito cuanto más silencio mejor. Mi casa está al principio de Playa de’n Bossa y mi horizonte es Formentera y toda la playa y durante este mes de verano sin nadie, en primavera era realmente una impresión positiva, me recordaba a los años en que llegué a Ibiza, el 74, pero la parte negativa era que como no tenía perro no podía salir a pasear y tenía que caminar por las terrazas de casa. Todos hemos sufrido algún bajón y momentos de agobio. Pero como me gusta leer, y no me dará la vida para leerme todo lo que quiero, realmente no lo he acusado tanto.

—¿Cree que esta pandemia ha surgido lo mejor del ser humano como la solidaridad o el altruismo o por el contrario ha surgido el egoísmo y la insolidaridad cívica?
—Todos hemos sufrido una decepción. Al principio, en tiempos de aplausos, parecía que había un instinto de solidaridad, pero al ir pasando los meses, se ha ido viendo que han ido aflorando los peores instintos, el egoísmo, la competitividad, montones de historias feas, pero esto nos hace pensar que no solo se trata de la pandemia sino de la condición humana que no ofrece grandes esperanzas, pero la pandemia no ha sido una toma de conciencia universal, para nada.

—¿Cuál cree que debe ser el papel del artista o del escritor en esta situación?
—El artista tiene una cierta responsabilidad en cuanto que tiene capacidad de visión, de sensibilidad y reflexión. La poesía es conocimiento y comunicación y encima, en mi caso, con más motivo, porque al ser periodista, aunque nunca fui periodista de carrera estuve treinta años de periodista, o sea, que tenemos la responsabilidad y obligación de comunicarlo para que nuestra versión quede como testimonio de unos hechos tan especiales y trágicos.