La psicóloga Lydia Gómez, en Son Espases. | Pere Bota

El embarazo y el postparto son un periodo de alta vulnerabilidad en el que la mujer puede iniciar o recaer en cualquier patología de salud mental. Ansiedad y depresión son más comunes, sobre todo en pandemia.

Para estudiar y aliviar estas dolencias, la psicóloga clínica Lydia Gómez, de Son Espases, ha formado equipo con los investigadores Mateu Servera y Gloria García de la Banca, la neuropediatra Esther Cardo, la pediatra Ana Filguera (ambas de Son Llàtzer), así como Sergi Verd, pediatra del Centre de Salut de la Vileta (Palma). Su objetivo es analizar los efectos del mindfulness en las futuras mamás y cómo afecta al vínculo con sus bebés.

¿Puede explicarnos en qué consiste este proyecto?

—Es un programa de intervención de atención primaria que funciona en el centro de salud de La Vileta. Es proyecto de investigación de la Universitat y el Institut d’Investigació Sanitària Illes Balears (IDISBA).

¿Cómo puede ayudar el mindfulness a las madres?

—Llevamos a cabo un programa para la etapa perinatal, con el objetivo de que la embarazada aprenda estrategias de regulación emocional. Si hay dificultades en establecer el vínculo madre-bebé, los niños son más irritables, tienen dificultades para dormir o son más ansiosos. A través de la meditación se regula el estado emocional en momentos de estrés, ansiedad, tristeza o depresión.

¿Este programa aparece en el momento adecuado?

—Aporta un extra a las futuras mamás en una coyuntura complicada. El embarazo es un momento muy sensible para una mujer, especialmente en el primer embarazo: es más vulnerable, sufre cambios emocionales, estrés, crecen sus preocupaciones, miedos y responsabilidades... Dada la pandemia, tenemos una asistencia sanitaria con mayor distancia y muchas consultas telefónicas y clases de educación on line.

¿Cómo se sienten las madres ahora?

—Han vivido aisladas por miedo al contagio. Padecen una gran inestabilidad emocional y dudas sobre la coyuntura actual. Un embarazo en estas condiciones tiene un añadido extra de preocupación.

¿Qué dicen las estadísticas?

—Una de cada cuatro mujeres, desde el inicio del embarazo hasta un año después del parto, sufre un trastorno mental. Se dice que es un periodo de ilusión y felicidad, que hay que vivirlo de manera muy positiva, pero hay una alta prevalencia de dificultades, sobre todo patología ansiosa y depresiva. Los mitos en torno a la maternidad dificultan que una mamá pueda sentirse cómoda al expresar su malestar emocional por miedo a ser etiquetada como mala madre. Se siente a merced de sus pensamientos autocríticos. Y más en el mundo actual: quieren hacerlo todo bien, tienen que recuperarse pronto y retornar a la jornada laboral cuanto antes.

¿La situación de las embarazadas ha empeorado con la pandemia?

—Los niveles de estrés, ansiedad y el aislamiento han crecido. Hemos visto en las madres la necesidad de buscar ayuda y contacto, preguntaban qué hacer y, sobre todo, temían los riesgos del contagio y cómo sería su parto en estas nuevas circunstancias.

¿El malestar emocional de la madre incide en el bebé?

—La percepción clínica es que sí. El estado de salud tiene grandes implicaciones en el desarrollo emocional, conductual y cognitivo del bebé. Si la mamá tiene ansiedad o depresión durante el embarazo, hay más riesgo de que hay un bebé de bajo peso o se desencadene un parto prematuro. Si el nivel de estrés es muy alto, puede darse un aborto espontáneo.