Evelyne Danis, en el Parque de la Paz de Ibiza con el carrito eléctrico con el que se mueve. | Toni Planells

No es la primera vez que Evelyne Danis ocupa páginas en Periódico de Ibiza y Formentera, y es que la deriva de la vida de esta belga de 67 años la está arrastrando nuevamente a denunciar su caso en los medios como última opción.

Eva, como le gusta que la llamen, se convirtió en una persona sin hogar el 28 de febrero de 2018, cuando no pudo afrontar las mensualidades de la vivienda en la que residió durante una década. Fue entonces cuando recibió una orden de deshaucio. En aquellos días ya arrastraba serios problemas de movilidad derivados de un accidente que la llevó al quirófano hasta tres veces para intervenir en su columna, unos dolores que todavía padece. Por esta razón decidió dedicar buena parte de la Renta Mínima de Inserción que cobró a comprarse un vehículo eléctrico con el que por fin se pudo mover de manera autónoma.

Danis se trasladó a Ibiza en los años 90. Estuvo durante muchos años dedicada a atender distintas casas de lujo. Sin embargo, las condiciones laborales que describe estaban muy lejos de poder calificarse como ‘de lujo’, más bien todo lo contrario. Habla de trabajar a todas horas sin contrato, de tener que dar la cara por los dueños ante trabajadores a quienes mentían en cuanto a las condiciones laborales, pero también ante situaciones perversas que prefiere que no se publiquen. De esta manera decidió dejar ese trabajo y dedicarse a lo que se había convertido en su medio para complementar el escaso rendimiento económico que sacaba de su servicio en ese tipo de mansiones: coser, tapizar y restaurar muebles para venderlos en el mercadillo. Así, Evelyne se instaló en el local que tuvo que desalojar el último día de febrero de 2018.

Esa fue la primera noche que pasó al raso. También fue la primera vez que su caso ocupó las páginas de este periódico contando cómo en ese momento Cristobal Ibiza le echó una mano, y cómo no tuvo más remedio que pernoctar durante unas noches en un trastero. Este lugar le duró pocas noches ante las quejas de algunos vecinos. La ayuda de la plataforma ‘La voz de los que nadie quiere escuchar’ le sirvió para poder pernoctar durante un tiempo en un hostal. Su listado de quejas ante los servicios sociales es interminable.

Renuncia voluntaria
El Ayuntamiento de Ibiza le ofreció una vivienda de protección oficial que ella recibió con alegría y agradecimiento hasta el momento en el que la acompañaron al piso ubicado en Dalt Vila. El motor su vehículo eléctrico a duras penas logró subir la pronunciada subida hasta la vivienda, pero el verdadero problema vino a la hora de afrontar el camino a la inversa. La pronunciada bajada provocó que Eva perdiera el control de su vehículo, acabando con su cuerpo en el asfalto y con el motor de su moto eléctrica estropeado. Evidentemente tuvo que presentar sus quejas ante los servicios sociales, que, según su versión, le obligaron a firmar un documento de renuncia en contra su voluntad.

La siguiente opción que se le ofreció desde los servicios sociales fue una estancia en la residencia de Cas Serres de dos o tres meses mientras se tramitaba toda la documentación necesaria para que pudiera optar a su pensión. Pero la burocracia es lenta, y antes de que los papeles estuvieran arreglados llegó el confinamiento. Fue unos días antes, cuando se notificó que se iban a cerrar las residencias, cuando Eva se marchó de Cas Serres, de donde también tiene quejas sobre el trato recibido. Entonces volvieron las noches al raso hasta que la Policía le propuso que se quedara en el refugio de Santa Eulària. Desde entonces y hasta hoy, lleva un año durmiendo en los refugios.