Una imagen de la iglesia de Puig d’en Valls el pasado miércoles por la mañana. | Irene Arango

Este domingo 16 de mayo se cumplen exactamente cincuenta años de la bendición de la capilla de la iglesia de Puig d’en Valls. Un templo, de arquitectura moderna, forma rectangular y un pequeño campanario, que fue diseñado y construido por el arquitecto catalán de origen ibicenco Josep Ribas González en unos terrenos donados por la familia Torres.

La iglesia de Puig d’en Valls había sido muy demandada por los habitantes del pueblo ya que el núcleo urbano había crecido mucho y hasta su construcción las ceremonias religiosas se celebraban en pequeños locales sin la consideración de iglesia.

Según explicó el historiador Felip Cirer a Periódico de Ibiza y Formentera, este desarrollo del núcleo urbano había comenzado fundamentalmente durante la II República. «Hay constancia de que la población que actualmente conocemos como Puig d’en Valls empezó a coger forma gracias a muchos ibicencos de Sant Mateu o de Santa Agnès que bajaron a trabajar a la ciudad y encontraron al pie del monte un lugar ideal para asentarse».

Lo hacían, según algunas referencias escritas de aquellos años, «en casas de familias residentes en la ciudad como los Llobet, Tur, Tarrés, Riquer o Roselló, que cedían la explotación de las tierras a campesinos mediante un contrato por el que el agricultor se comprometía a dar al dueño la mitad de la cosecha y un senalló semanal con los frutos del tiempo».

La crónica de aquel día

Según se recoge en algunas de las crónicas de los medios de comunicación de la época, aquel 16 de mayo de 1971 en el que se inauguró la iglesia de Puig d’en Valls fue un día festivo en el que el templo se quedó pequeño para acoger la gran masa de gente que acudió a participar de la jornada.

La solemne bendición de la capilla la llevó a cabo monseñor Teodoro Úbeda, por aquel entonces obispo auxiliar de Ibiza, y junto a él estuvieron el delegado del Gobierno en Ibiza y Formentera, Jose Mieza Martín-Conde, y todo el ayuntamiento de Santa Eulària de la época, encabezado por el alcalde Antonio Torres.

La inauguración incluyó también la participación de una rondalla y un coro dirigidos por Rafael Zornoza y José Prats, «que actuaron con sus peculiares interpretaciones» y con los miembros del Grupo Folklórico de Puig d’en Valls «con una artística exhibición de danzas del país». Incluso, como punto final, los asistentes disfrutaron «de una abundante y generosa degustación de buñuelos y vino del país enmarcado dignamente dentro de un ambiente de fraternidad y alegría».

Multitud de donaciones

Las ganas de los vecinos del pueblo por tener su propio templo también quedó patente en la cantidad de objetos que monseñor Teodoro Úbeda tuvo que bendecir aquel día.

Entre ellos, y según un artículo de prensa de aquel lejano 1971, «un moderno y artístico crucifijo de bronce regalo de una familia de Ibiza, un sagrario muy sencillo de madera al natural, pagado por un grupo de chicas procedentes de Sant Josep, y un litúrgico altar regalado por Antonio Torres Tur para decorar la capilla».

Sin embargo, el objeto más llamativo de aquel primer día fue una antiquísima talla de la Virgen «regalada por la familia de Juan Torres Tomaset, datada en torno al siglo XVI o principios del XVI», y que finalmente se escogió para ser entronizada y convertirla en el símbolo del pueblo bajo el nombre de La Virgen de Puig d’en Valls.

Asimismo, en esa noticia se hace referencia también al interior de la nave de la iglesia. Se habla de que estaba compuesta por 22 bancos que fueron pagados «por aportaciones voluntarias de los vecinos de la barriada» y que también incluía «un sencillo pero devoto Vía Crucis que fue donado por la familia Ribas». Además, el texto recuerda que «todos los ornamentos, cálices y copones fueron costeados por las cinco escuelas de Puig d’en Valls, los alumnos de la Consolación de San Vicente de Paul, el instituto y otras personas».

Incluso, las aportaciones llegaron al interior y exterior del nuevo templo. En este caso, y según la misma información, quedó «debidamente acondicionado acústicamente gracias un magnífico equipo de altavoces regalo de la familia Bernat y un magnetófono obsequio del colegio Juan XXIII».

Por otro lado, el Ayuntamiento de Santa Eulària participó activamente asfaltando la calle contigua a la capilla. Algo que, según recogió la prensa de aquel día, «hizo cundir el ejemplo entre los vecinos, que se motivaron lo suficiente para asfaltar tres de sus principales calles pagando de su propio bolsillo la parte proporcional».