Mónica, en su oficina. | Toni Planells

Mónica dio a luz por primera vez hace 19 años a un bebé al que pusieron nombre de niña. En el segundo y el tercer parto nacieron una niña y un niño, respectivamente. Tras 14 años, Mónica supo que el primero había sido niño. Una de las máximas de esta madre sobre la crianza de sus hijos e hijas es «darles su espacio y cierta autonomía para que sean quienes quieran». «Con esta libertad se tiñen el pelo, se hacen piercings o tatuajes cuando cumplen 18», asegura Mónica.

A Álex le gustaron desde pequeño los deportes de acción, y el fútbol era uno de sus preferidos. También le gustaban, «ya desde muy niño», las chicas; de hecho a los 12 años Álex se le contó abiertamente a su madre. Cuando nació su hermano, para él fue una alegría poder, por fin, compartir juguetes de niño, harto de que el plan fuera jugar a las muñecas con su hermana. Harto, sobre todo, de que las muñecas se las regalaran a él.

A los tres años, Mónica le compró un vestido de princesa para Carnaval. No hubo manera de ponérselo porque lo que Álex quería era un disfraz del papá de Los Increíbles, con músculos incluidos. Mónica accedió y cuenta que «no pasaba por la puerta de feliz que estaba ese Carnaval»; de hecho, recibió las felicitaciones de la maestra, a lo que Alex contestó: «¿Lo ves mamá? Es que yo no soy una princesa, soy un superhéroe y tú no te has dado cuenta».

La noticia
Con 14 años, Álex se acercó a su madre con las ideas bien claras: «Mamá, mirame bien: soy un chico». Mónica reconoce que la falta de conocimiento sobre el tema de la transexualidad la llevó a «un estado de shock». «No se sabía nada sobre la transexualidad infantil por aquel entonces», justifica. El trauma le duró una semana, hasta que la «perseverancia nata» de Álex la llevó a sentarse en un restaurante a solas con su hijo.

«Allí, en el Passion de Sant Josep, me contó quién era, pero sobre todo hacia dónde quería ir», explica su madre, que cuenta cómo su hijo estaba mucho más informado que ella sobre lo que le estaba pasando: «Bendito internet!». De hecho, reconoce, no sin cierto rubor, que su ignorancia sobre este tema la llevó a hacer las típicas preguntas de alguien que es totalmente profano en este mundo: «Tenía miedo al rechazo de la sociedad, a que no le quisieran; en ese momento estaba aterrorizada». Fue Álex quien le tuvo que explicar cuestiones como los procesos de hormonación o que los genitales no tienen por qué tener nada que ver con la identidad de la persona. En definitiva: el significado de ser trans.

El tránsito
Mónica acudió entonces a Rosario, amiga, psicóloga, psicopedagoga y una persona de máxima confianza, que ya había ayudado a la familia en otras ocasiones y que le puso en contacto con Lucas Platero, docente e investigador reconocido por su activismo en la lucha por los derechos LGTBI. Platero fue quien le puso en contacto con la asociación Chrysallis, y su presidente en Baleares, Álex Lucas, que fue quien la orientó sobre los pasos que debían recorrer para la transición, así como los entresijos legales que hasta hace poco había que sortear. Mónica recuerda el momento en el que se sentó con su hijo en un banco y llamaron por primera vez a Chrysallis. «No te imaginas cómo lloraba; estaba aterrada y Lucas me decía que en seis meses nos íbamos a reír de esto». «En aquel momento no llegaba a comprender la normalidad con la que el presidente de Chrysallis le hablaba sobre este tema.

Mónica tardó un tiempo en hablar de este asunto abiertamente fuera de la familia. «Quería reunir toda la información necesaria para poder contarlo y transmitir la seguridad y confianza necerios para que entendieran el tránsito que íbamos a hacer». Habla del tránsito en primera persona. No solo lo hizo su hijo, ella también tuvo que hacerlo: «Necesitaba pasar mi propio tránsito, que consistía en pasar el duelo de despedirse de una hija para vivir el nacimiento de un hijo».

Un nuevo hijo
De esta manera, en cuanto llegó el verano siguiente a que Álex desvelara su verdadera identidad, toda la ropa femenina del armario se apartó, se cortó el pelo y fue de compras con su madre por primera vez a la sección masculina: «Nunca le había visto tan feliz escogiendo ropa». Fueron de viaje con Álex en masculino por primera vez a A Coruña, por decisión del mismo Alex, que es un forofo deportivista.

La mirada de Mónica no puede ocultar el orgullo por el esfuerzo de de su hijo: «Tuvo que llevar el binder (faja de pecho) hasta que se hizo la masectomía; le costaba mucho ponérselo, le apretaba y le dolía, pero le daba igual». En este sentido, reconoce que en ese momento prefería esperar un poco a que su hijo pasara por el quirófano, pero fue el doctor Bonet, que había sido pediatra de Álex, quien la convenció: «A nadie le gusta tener unos atributos físicos que no le corresponden. No vas a esperar a que cumpla 18 años, ¿verdad? Hay que hacerlo cuanto antes mejor». La rotundidad del doctor no dejó espacio para más dudas a Mónica.

El orgullo de esta madre se extiende a toda su familia. Cuenta que el apoyo incondicional que ha recibido Álex desde el primer momento por parte de sus hermanos, abuelos y entorno le han supuesto un apoyo fundamental para vivir una transición totalmente normalizada. Todo un ejemplo de actitud ante una situación muy alejada de ser un problema.