El tronco de un pino sin copa asoma sobre los pinos jóvenes del bosque en proceso de regeneración. | Arguiñe Escandón

Los montes de la sierra de Morna son como un alfiletero. Los pinos que sobrevivieron al incendio, que hace diez años arrasó 1.443 hectáreas de bosque, asoman sobre el manto verde que forman los pinos jóvenes. Las copas destacan sobre los troncos desnudos, como alfileres. A sus pies, el bosque se regenera a buen ritmo. Decenas de miles de pinos ya cuentan con diez años desde que brotaron de la ceniza. La vida resurgió, pero esos alfileres en el paisaje nos recuerdan lo que hubo y lo que queda para recuperarlo.

Desde una de esas montañas observa el paisaje a través de sus prismáticos Félix Sanjuán, técnico del Institut Balear de la Natura (Ibanat) y director de extinción de incendios. «Ese día tuvimos un aviso por un avistamiento de humo cerca de la carretera que va de Sant Joan a Sant Carles», recuerda de aquel fatídico 25 de mayo de 2011. «Era un día con condiciones climáticas malas para estas situaciones, mucho viento, humedad baja y de camino ya vimos la columna de humo y supinos que era algo serio», precisa.

A las 13.22 horas de aquel día empezó en la sierra de Morna, en el término municipal de Sant Joan de Labritja, un incendio forestal causado por el uso de un ahumador apícola, que afectó 1.443 hectáreas de pinar, sabina y matorral, obligó a desalojar a numerosas personas de 89 viviendas, 25 de las cuales no sufrieron daños, 46 presentaban daños leves y 18 graves.

Sanjuán recuerda que en aquel momento, en el mes de mayo, todavía no estaba activado el dispositivo estival contra incendios. Se movilizó a un avión de extinción de incendios, un helicóptero, una brigada y una autobomba. Sin embargo, al ver las dimensiones del incendio, rápidamente se contó con todo el personal disponible en la isla, además de equipos y aeronaves que se desplazaron desde Palma. «El primer día, el incendio hizo prácticamente un recorrido lineal desde el punto de inicio hasta el Port de ses Caletes.

Posiblemente quemó 800 hectáreas ese día; era un incendio muy rápido. En ese momento estaba fuera de capacidad de extinción, incluso aunque hubiéramos contado con todos los efectivos de verano», indica.

Hoy, la capacidad de los servicios de lucha contra incendios ha mejorado mucho en la isla. «Hemos hecho mucho trabajo de formación, hemos aprendido y estamos mucho más preparados, más organizados y tenemos mejores equipos, mejores protocolos, mejores medios...».

Después de la extinción del incendio forestal se empezó a trabajar en la seguridad de las vías de comunicación. En el 2012 se ejecutaron 11 kilómetros. El Ibanat trabaja cada año en tareas de apertura y mantenimiento de fajas forestales para cortar la evolución de un posible incendio, pero la técnica de la Conselleria de Medio Ambiente en materia de Gestión Forestal en Ibiza, Inés Landa, recuerda que no es un trabajo sólo de los servicios forestales. Apunta que hay muchos propietarios de viviendas en zonas boscosas de la isla que no cumplen con la normativa que obliga a tener fajas de defensa en un perímetro de 30 metros alrededor de la vivienda. «Después de incendios como el de Benirrás o el de Morna, yo invitaría a los propietarios de casas en el monte a plantearse si han hecho suficiente para salvaguardar la seguridad de su familia y de su vivienda».

Recuerda que existen subvenciones que financian hasta el 80% de estas actuaciones y que para talar árboles en el entorno de viviendas sencillamente es necesario ponerse en contacto con el Ibanat y solicitar la visita del agente de medioambiente del municipio.

El alcalde de Sant Joan, Antoni Marí Carraca, recuerda aquel día como el que más preocupación ha sufrido en los casi 22 años que lleva en el cargo. «Recuerdo que salía con el alcalde de Santa Eulària, Vicent Marí, de un funeral. Vimos la columna de humo en el norte de la isla y le dije: ‘Vicent, hoy tendremos mucho trabajo tú y yo’».

Se daban las condiciones 30/30/30. Más de 30 grados, menos de un 30% de humedad y vientos de más de 30 kilómetros por hora. Esa noche, Carraca no durmió: «Pasé la noche en la azotea del ayuntamiento, al lado del despacho, muy preocupado porque pensé que el fuego llegaría al pueblo de Sant Joan», explica. Estaba atento, dice, por si era necesario coordinar un desalojo de todo el pueblo.

Dentro del desastre que supuso considera que las instituciones aprendieron y se tomaron medidas. Comenzó a trabajarse «seriamente» en la apertura de fajas forestales y en la importancia de gestionar los bosques y no abandonarlos, así como en recuperar terrenos agrícolas.

Tanto el alcalde como los técnicos forestales coinciden en que hoy día sería más improbable que se diese un incendio de esas dimensiones gracias a los medios con los que se cuenta y las actuaciones que se han realizado. Unos trabajos constantes, que requieren también de la conciencia y la responsabilidad de todos.