Aspecto que presentaba este viernes a mediodía el centro de Es Canar, con la mayoría de los negocios cerrados y sin apenas turistas. | Marcelo Sastre

La decisión del Reino Unido de seguir considerando a Ibiza y Formentera como destinos de riesgo, islas marcadas con el semáforo ámbar hasta una nueva revisión a finales de mes, ha supuesto un duro golpe para la actividad económica de las Pitiusas, y especialmente en zonas tradicionalmente vinculadas a este mercado emisor, como Platja d’en Bossa, Sant Antoni o Es Canar, donde los ánimos están por los suelos: su dependencia del turista británico es casi total. El presidente del Consell d’Eivissa, Vicent Marí, lamentó este viernes la decisión del Gobierno de Boris Johnson y reconoció que «es una mala noticia», ya que la apertura del mercado británico «es crucial para Ibiza».

Y es que ningún turismo como el británico marca el ritmo de la actividad del centro de Sant Antoni. El carrer de Sant Mateu es una clara muestra de la lentitud con la que arranca esta tardía temporada, tan dependiente de las decisiones políticas. La calle, llena de souvenirs y comercios dirigidos al turismo, se presenta en la primera semana de junio con cierto movimiento, sin el frenesí que presentaría en los años previos a la pandemia, pero con el espacio suficiente para mantener distancias de seguridad. Parejas, generalmente de mediana edad con más canas que tatuajes curiosean chanclas, ropas y souvenirs en los mostradores a pie de calle. Se dirigen a las dependientas en inglés pero con acentos, francés, holandés o alemán principalmente.

Juan Manuel Prats regenta Ibiza’s Shop, un clásico souvenir donde el turista se puede hacer con cualquier producto, desde gorras a ceniceros, pasando por llaveros, imanes de nevera o incluso falos de juguete. Eso sí, todos tiene un elemento en común: el nombre de Ibiza estampado. Se siente cansado de las idas y venidas en cuanto a las decisiones políticas, que tanto afectan a su negocio: «Un día dicen una cosa, otro día dicen otra, y mientras tanto uno abre su negocio, se da de alta y empieza a pagar para que luego no haya gente».

Mientras habla con Periódico de Ibiza, envuelve dos ceniceros a una mujer holandesa, a la vez que entran tres amigas alemanas: «Esta semana sí que está viniendo más gente, sobre todo holandeses, franceses… de todo menos ingleses». Sobre la dependencia de su negocio del turismo inglés, considera que este tipo de visitante «llena más de lo que gasta, pero al llenar, la gente viene: es como un bar: tú vas al que tiene gente, no al que está vacío».

En el souvenir Carioca, Tania, su responsable, no está de acuerdo con su colega de Ibiza’s Shop: «Las playas están llenas, los restaurantes abiertos están llenos y aquí hay gente pero casi no gastan: quien gasta es el inglés, la gente joven. Los ingleses compran, y quien te diga que no, te está engañando. Compran tonterías pero entran y a lo mejor se gastan 30 euros».

Su vecina, Fina, asiente. Mientras trabaja en los últimos retoques antes de abrir su pequeña tienda de alimentación, «entra una pandilla, y entre chucherías, patatas y bebidas se gastan dinero». Fina lleva 20 años al frente de su negocio y el año pasado no pudo abrir por la pandemia, pero sus quejas van más hacia «las restricciones que ya teníamos desde 2019. Ambas coinciden en que «la ausencia de presuntos traficantes en los alrededores es un punto positivo» en esta crisis. Y sobre el cambio de modelo turístico, Tania se pregunta «¿qué tiene Sant Antoni para ofrecer al turista?, ¿una iglesia y dos restaurantes buenos?, por eso la gente de clase no viene por estas calles».

En otros comercios, como uno de ropa y deportes que prefiere no ser nombrado, reconocen que «tenemos muy idealizado al turismo inglés; el tipo de inglés de West End que viene a Sant Antoni, algo gasta pero muy poco. Si esto se llenara de franceses u holandeses, nadie iba a echar de menos a los ingleses».

Otro tipo de negocio que también se ha visto afectado de manera grave son los estancos, como confirman Dolores y Josefa Guerrero tras el mostrador de su expendeduría de la calle del Faro. «Todo este tabaco lo tenemos aquí desde 2019», asegura señalando una estantería llena de cartones de marcas inglesas desconocidas entre los españoles. Dolores se pregunta «por qué no nos dan la luz verde, ya que no estamos tan mal como para que no les dejen venir», mientras que Josefa expresa sus sospechas: «A mí me da más la sensación de que el Gobierno británico quiere que sus turistas se gasten el dinero en su país». Pero no es solo el tabaco lo que está sufriendo la bajada de ventas por la falta de turismo británico, también la prensa en inglés: «De cinco cabeceras de periódicos ingleses que teníamos, ahora solo tenemos dos, el New York Times y el Daily Mirror, pero ya no llegan el Times, The Guardian, The Telegram, el Daily Mail…».

«Es Canar is dead»

En Es Canar, todo está cerrado, o casi todo. La playa está vacía. Solo hay un par de establecimientos hoteleros abiertos y el 90% de los negocios están cerrados: souvenirs, rent a car, cafeterías, apartamentos... Las atracciones de feria que se encuentran junto a la calle principal también están paralizadas, al igual que el flujo de visitantes ingleses que se esperaba como el maná en este arranque de junio.

En el hostal-restaurante La Perla, los escasos vecinos que toman café en las mesas a media mañana leen en silencio las noticias sobre el último mazazo que ha recibido la industria turística. Hay demasiado silencio en Es Canar. Y decepción. Por la calle, apenas deambulan dos o tres parejas de españoles o un grupo de amigas estudiantes de Barcelona que se alojan en el único hotel abierto en la zona, el Ánfora. El Panorama tenía prevista su apertura en los próximos días, aunque la falta de clientes ingleses podría afectar a sus planes. Los escasos alemanes o españoles que se acercan a este extremo de la isla o los residentes que dan una vuelta por aquí los fines de semana apenas son suficientes para compensar las pérdidas que acarreará en Es Canar la ausencia de british: si no hay ingleses, hay poco que hacer.

Paco, encargado del restaurante La Perla, confirma que la situación de Es Canar es «muy mala» y está afectando «a todos los negocios: los hoteles quieren abrir, pero sin ingleses será muy difícil, por el momento».

Audra, empleada del bar Apache, abierto todo el año y frecuentado habitualmente por ingleses, considera que la decisión del Gobierno de Boris Johnson «es una noticia pésima» para Es Canar, que depende casi exclusivamente de la actividad de los turoperadores británicos. «Vamos a cruzar los dedos de cara a la próxima revisión, pero la verdad es que estamos cansados de esta situación. Si no hay vuelos de ingleses, Es Canar is dead».

Para Susana y Pilar, de la farmacia, la ausencia de turistas «es una mala noticia, aunque mucha gente aún tiene la confianza en que podrán trabajar en verano». «Aquí viene mucho turismo familiar, gente que viene a Es Canar cada año desde hace 20 años, y todos están deseando volver, por lo que no perdemos la esperanza en que trabajaremos mejor que el año pasado». A esta farmacia acaban de entrar unas chicas de Barcelona que están pasando unos días. Debe ser el único grupo de jóvenes que ha reservado vacaciones en Es Canar. «No hay nadie», expresa Liz, que considera que la zona «está muy abandonada, como está Salou cuando no es temporada».

Para Antonio Prieto, encargado del restaurante Mar Vent, uno de los pocos abiertos, aunque apenas sin clientes, la situación es «catastrófica», lo que está repercutiendo además en la contratación de empleados. «Si solo hay un hotel abierto y no hay turistas, entonces no hay trabajo, y ya llevamos un mes para olvidar», lamenta, aunque tiene la esperanza en que pronto se reactivará la zona y se podrá trabajar, «aunque sea al 50 o al 60%».

Tina Watson, propietaria del Real Show Bar, que se encuentra cerrado, afirma que Boris Johnson «no entiende que estamos en unas islas con una incidencia muy baja», aunque asimismo se muestra esperanzada en que a finales de junio o principios de julio se podrá reanudar la actividad turística: «Tengo clientes desde hace 30 años, y ya no pudimos abrir el verano pasado, por lo que estamos deseando que vengan los ingleses para poder abrir, porque ahora Es Canar es un pueblo sin vida, fantasma».