La moda Adlib es un canto rebelde contra el feísmo, la vulgaridad y espanto futurista de las criaturas nanotecnólogas de barrio blade runner. Es una moda que combate el igualitarismo deprimente, o sea. La sensual moda pitiusa se creó bajo la hoja de parra invocando al placer y el gusto por la libertad, con un pregonero andaluz y sufí del amor como era Antonio Gala.

Si entonces Ibiza ya era meca hippie (además de peluts, los había elegantísimos) y mito para los sueños de Occidente, un paraíso de libertad y almas descarriadas, mientras –como apuntaba con coña fresca y marinera La Codorniz, burlando la censura con un memorable parte meteorológico—, en el resto de España reinaba un fresco general procedente de Galicia, hoy Adlib y su filosofía hedonista son más necesarias que nunca.

En plena dictadura vírica y con un mundo enmascarado, rebrota con fuerza esta moda sensual bajo la sabia máxima del «viste como quieras pero sé elegante». Se recuerda a su primera embajadora, la princesa Smilha, aventurera con mucho encanto y férrea voluntad que pudo escapar del otro lado castrador del Telón de Acero.

Tal y como dice el pintor Antonio Villanueva, con pragmatismo taoísta: “Si Smilha se inventó el título, tiene todavía más mérito”. El malicioso Vicente Ribas, de memoria no tan indiscreta, estaría de acuerdo. Solo los cretinos desprecian el valor de las máscaras cuando son talentosas y hacen de la frivolidad un arte. En medio del carnaval vital, también se puede ser auténtico...

Esa fue una época dorada de mucha libertad y personalidad en que las mujeres más hermosas del mundo vestían Adlib y copaban las revistas de moda: Ursula Andress, escandalosamente sexy mientras su casa caía al mar por las arenas movedizas de Es Cubells; Romy Schneider prefería los trajes ibicencos antes que los pesados vestidos imperiales de Sissí; Brigitte Bardot amaba a los hombres antes que a las focas; Sara Montiel fumaba su habano embelesando a Gary Cooper y Ernest Hemingway con el vaporoso blanco del Mediterráneo pitiuso… Incluso SM la Reina Sofía escogía un traje de Dora Herbst para viajar a México lindo y querido.

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Muchas cosas han cambiado en Ibiza, pero su esencia permanece; también la maravillosa simbiosis de las coquetas bípedas con la madre tierra y el aire fenicio y erotizante que alienta al sagrado gozo de la espontaneidad. El cachondo y danzante dios Bes que da nombre a la isla está enamorado de las nínfulas, las vitales al.lotas de cualquier edad, porque la mirada pícara y el deseo de gustar van parejos con las ganas de vivir. Cuando se es realmente joven, se es para toda la vida.

Y Adlib celebra el Carpe Diem porque preferimos el Sol y la mar antes que cualquier pantalla esclavista, porque anhelamos el calor humano mucho antes que el onanismo cibernético, porque la vida, pese a tanto bolas triste totalitario, es maravillosa y el paraíso perdido siempre está a nuestro alcance. Por algo decía Mark Twain que para Adán, el paraíso siempre estará donde se encuentre Eva.

Las al.lotas vestidas de Adlib son rebeldes frente al uniforme grunge o la coraza de tela de los tejanos o la servidumbre comercial de las criaturas acomplejadas que necesitan mostrar el logo de una marca. Los tejidos y el corte de Adlib son placenteros e invitan al amor; y destacan con una elegante y sencilla ligereza que despliega un allure que perfuma cualquier rincón en cualquier parte del mundo donde Tanit o Astarté, Afrodita o María rigen en gozosa sintonía con las olas del mar. Hay algo en ellas que celebra el culto a la naturaleza y la sensualidad con la sabiduría amantísima del eterno femenino.

Yo he tenido la fortuna de admirar a diosas, hetairas, reinas y mágicas payesas vestidas de Adlib en huertas antiguas y fiestas orgiásticas, en reservados absurdos de very indecent people y en cantinas dipsómanas, y por la calle caliente, descalzas bajo la luna o sirenas varadas al sol que irradia la sal de sus escamas de oro. Y siempre me han brindado alegría y ayudado en guiño cómplice, porque existe una tribu ibicenca y cosmopolita que prefiere la carta de la personalidad por encima de la cuenta corriente.

«Diversità, sirena del mondo» cantaba D`Anunzio. Y el canto de la diversidad, de la bendita diferencia, siempre triunfará sobre el aburrido igualitarismo del más bajo denominador común. Por eso celebramos AdLib, porque nos gustan las mujeres que desean gustar, con estilo y elegancia y personalidad por encima del plano y vulgar uniforme donde nadie se atreve a destacar. Ellas salvarán al mundo. ¡Siempre lo han hecho!