Irene Rodríguez en la plaza de la iglesia de Puig d’en Valls. | Toni Planells

Irene Rodríguez Riera ha sacado la mejor nota de Ibiza en la PBAU, lo que en su día fue la Selectividad, nada menos que un 9,3. Arrastraba una nota media de bachillerato de 10, literalmente, por lo que le ha quedado una nota de acceso de 9,72. Seguro que le basta para poder acceder a la carrera que ha elegido emprender: Ciencias Matemáticas.

Se confiesa extrañada que su nota sea la mejor de la isla, como si un 9,72 fuera una nota sencilla de superar. Y es que la humildad es una de las primeras virtudes que muestra esta joven nacida en 2003, ya exalumna del IES Sa Blanca Dona. Otras virtudes de Irene son la música ya que toca el piano; el deporte (hace atletismo), pero la más evidente tal vez sea su simpatía.

Habla con Periódico de Ibiza y Formentera en el mismo momento en el que algunos de sus compañeros se examinan de la prueba extraordinaria que se celebró ayer. Su consejo a ellos y a los futuros alumnos que se examinarán es sencillo: «Que se lo tomen con calma. Que no se estresen, que dependemos de la cabeza. Si nos bloqueamos por nervios, no responderemos bien ante cualquier examen o situación a la que nos enfrentemos. Si vamos tranquilos, todo va mejor».

Examinarse «con alegría»

Noticias relacionadas

Aunque se reconoce «tranquila», admite que antes de entrar al primer examen sí pasó algunos nervios: «El examen que peor lo pasé fue el de Física porque era el primero y arrastraba los nervios de empezar. Pero una vez entré fue un examen más». El que mejor se le dio fue el de su asignatura favorita: Matemáticas. No solo admite que se le dio bien, además es capaz de pronunciar una frase que aplicada al examen de Matemáticas seguro que descoloca a más de uno: «Me lo pasé muy bien haciendo el examen; se me pasó muy rápido el tiempo y acabé bien. Pero es que me gustan mucho las Matemáticas». En realidad dice haber hecho toda la «selectividad» (a ella también le cuesta cambiar el término) «con mucha alegría»: «Tras todo el año preparándote para este examen, cuando lo haces es como quitarte un peso de encima».

Sobre las circunstancias de estos dos últimos cursos, inmersos en la pandemia, se siente agradecida por «haberlo podido vivir con cierta tranquilidad a mi alrededor. No he tenido situaciones difíciles en ningún momento», consciente de que «ha habido mucha gente que lo ha pasado muy mal». En cuanto a las circunstancias de su clase también se siente afortunada «por haber podido tener presencialidad la mayor parte del curso». Irene hace otro ejercicio de humildad para admitir que sin esa presencialidad «no hubiera podido sacar la misma nota».

Tiene la sensación de que la «circunstancias del covid, es verdad que han sido muy difíciles, pero también nos han conllevado ciertas facilidades». Con «facilidades» se refiere a que «hemos tenido tanta opcionalidad que ha permitido poder descartar buena parte del temario, yo diría que en cuestión de cantidad hemos tenido que estudiar menos que hace dos años. No creo que se haya bajado el nivel».

Pasión y vocación

Este argumento le sirve para subrayar la importancia del «contacto persona a persona con el profesor». Y es que Irene tiene tan clara su pasión, las matemáticas, como su vocación: la docencia. Su vocación tal vez le venga de familia ya que su padre es profesor y su madre maestra. Admite que en su pasión por las matemáticas ha tenido mucho que ver su paso por el ‘Estalmat’, un proyecto de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de estímulo del talento matemático, así como el profesorado que tenido la suerte de tener durante su formación. De hecho, insiste en pedir un espacio para los agradecimientos, en los que está toda su familia, pero también todos sus profesores y subraya a Chus.