Roselló muestra los recortes de prensa de la época. | Toni Planells

José Luis Roselló (Ibiza, 21 de agosto de 1943) recibirá la Medalla de Oro de la ciudad de Ibiza este próximo jueves, día 5 de agosto. Se trata del primer ibicenco que ingresó en la carrera diplomática y durante su dilatada carrera ha sido embajador de España en Omán, Angola y Kuwait. Ha estado destinado en las representaciones diplomáticas españolas en Nicaragua, Estados Unidos, en representación permanente de España ante las Naciones Unidas y Marruecos donde fue Jefe de la Oficina Comercial. En 2003 fue nombrado Cónsul General de España en Casablanca y, desde julio de 2006 hasta 2010, fue embajador representante permanente de España ante la Oficina de la Organización de las Naciones Unidas y los Organismos Internacionales con sede en Viena.

Diplomático
Entre las emocionantes anécdotas que ha vivido este ibicenco, una de las que recuerda con más cariño cumplirá ahora 40 años y gira en torno a la más famosa obra de Picasso: El Guernica. Corría el año 1981 y Roselló vivía a las afueras de Nueva York, donde estaba destinado como diplomático, y participó de forma activa en las negociaciones que lograron trasladar a España la obra maestra del pintor malagueño. Y es que el Guernica había permanecido expuesto en una sala del Museo de Arte Moderno (MoMA) durante 44 años.

«Entonces hice labores de enlace y esas cosas», así es como describe, con humildad, su labor en esta negociación. «Fue muy divertido, por aquel entonces el abogado del museo y yo éramos vecinos en las afueras de Nueva York» y cada uno defendía intereses enfrentados. «Sí que conseguí ahorrarle un buen pico de millones al Estado», cuenta Roselló, quien explica que logró acelerar las negociaciones en cuanto supo de la intención de uno de los abogados del MoMA de reclamar una indemnización por lucro cesante.

Más que un cuadro
Tal como recuerda Roselló para explicar el sentido de las negociaciones del Gobierno, el Guernica era «una pieza de propaganda que se le encargó a Picasso para decorar el pabellón de España en la Exposición Universal de París de 1937». En plena Guerra Civil, «la República lo usó para exibirlo y recaudar fondos. Al final, acabó en Nueva York». El ibicenco recuerda las directrices del pintor: «Picasso dijo algo que considero que no tenía derecho a decir y es que el Guernica solo podía estar en El Prado y solo podía ir a España cuando volviera la República. ¡Oiga!, éste es un cuadro pagado por el Estado español», sigue defendiendo con vehemencia el derecho de España a tener esta obra. «El triunfo de la diplomacia española fue que en la sede de Naciones Unidas, en Nueva York; el Consejo de Seguridad hizo entender que el Estado es independiente del tipo de gobierno que tenga, el Estado Español es el Estado español, tenga un gobierno republicano o un gobierno fascista».

Y es que el tema del Guernica, tal como cuenta Roselló, «era tan importante que no había ministro español que al visitar Nueva York no fuera a hacerse la foto con él. El Gobierno quería recuperarlo a toda costa». Explica que «el tema se llegó a tratar hasta en el Congreso estadounidense y el argumento que se usó para permitir la salida del cuadro, respetando la voluntad del artista, finalmente fue la equiparación de las libertades de una monarquía constitucional a las de una república», tales como España vendría disfrutando hacía cinco años. «La República nunca volvió, pero sí las libertades», reitera para argumentar la vuelta de la obra a España «pese a las reticencias del MoMA y de la familia Picasso».

«Como un pollo»
Roselló recuerda ese 9 de septiembre de 1981. «Esa noche dormí en un hotel muy cercano al museo, por miedo a encontrarme tráfico por la mañana y llegar tarde», rememora. «Fue una operación muy discreta», explica, aunque reconoce que la presencia de un buen número de GEOS, que estuvieron controlando el perímetro desde el día anterior, delataban que algo importante iba a ocurrir. «Aprovechamos que era el día de la semana que el museo estaba cerrado para descolgar el cuadro, de manera discreta y sin que nadie se enterara. Una vez descolgado, los conservadores del Museo del Prado lo enrollaron y lo embalaron para poder transportarlo en el camión hasta el aeropuerto John F. Kennedy», describe el diplomático ibicenco.

No faltaron las anécdotas ‘berlanguianas’ en esta operación, como «lo del camión que llegó la mañana siguiente, ¡fue terrible!». Todavía se escandaliza al recordarlo: «La caja que transportaba la obra de Picasso era más larga que la caja del camión que debía transportarlo. Entonces, el dichoso Guernica estuvo asomando por la parte trasera del camión durante todo el trayecto hasta el aeropuerto; cuando vi eso me quedé de piedra: con todas las precauciones que habíamos tomado, tratándolo con toda la delicadeza del mundo, y después lo llevamos como si fuera un pollo, de cualquier manera», ríe.

De esta manera, la obra maestra del genio malagueño aterrizó en el aeropuerto de Barajas a las 08.27 de la mañana en el Boeing 747 EC-DLD Lope de Vega. Cuentan que el comandante, nada más tomar tierra, dijo: «Señoras y señores, bienvenidos a Madrid. Tengo el placer de decirles que han venido acompañando al Guernica de Picasso en su regreso a España».