Toni Tur Boned 'Secorrat', en su explotación agrícola. | Marcelo Sastre

Toni Tur Boned Secorrat (Ibiza,1988) se crió en Buscastell y, a pesar de su juventud, tiene las ideas muy claras. Se licenció en Derecho en la Universidad de Barcelona y posteriormente cursó un máster en Derecho del medioambiente. También fue regatista y llegó a hacer precampaña olímpica. Pero la vida le ha llevado a dedicarse a su verdadera pasión: la agricultura. A pesar de ser una actividad aparentemente poco atractiva para los jóvenes, este portmanyí se deshace en halagos relatando lo feliz que es dedicándose a la agricultura ecológica. Renunció a la toga por la hazada y no se arrepiente. No tiene reparo en poner deberes a los políticos y dibuja el camino por el que debería transitar el futuro de Ibiza.

—¿Desde cuándo se dedica a la agricultura ecológica?

—En octubre se cumplen cinco años desde mi incorporación como joven agricultor.

—¿De dónde le viene la pasión por la agricultura?

—Porque he vivido toda mi vida en el campo. Mis padres no son agricultores, aunque sí que llegué a ver a mis abuelos ejerciendo como tales. De hecho, mi abuelo tenía una vaquería que desmanteló cuando la entrada de España en la UE endureció los requisitos para desarrollar su actividad. Tengo muchos recuerdos y muchas vivencias en el campo.

—¿Es rentable vivir de ella?

—Puede llegar a ser rentable, aunque es complicado en las circunstancias actuales en Ibiza. Tenemos una serie de hándicaps que influyen en ello, además de tener un mercado muy competitivo.

—¿Cuáles son esos hándicaps a los que se refiere?

—El primero de ellos es el acceso a la tierra, dado que está limitado a ser propietario o heredero de propietario. Acceder de forma fácil y gratuita a una parcela con agua de otro modo es muy complicado. Precisamente, otra limitación es el agua. Para hacer rentable una explotación agrícola no es lo mismo tener dos hectáreas en secano que en regadío. Por otro lado, la tecnificación es otro de los factores que inciden en la rentabilidad. La agricultura en el siglo XX se basó en la mecanización, en el siglo XXI tiende a robotizarse y en eso la isla de Ibiza tiene mucho camino por recorrer, vamos muy retrasados por habernos dedicado a otras cosas.

—¿Teme que la robotización pueda llegar a sustituir a los agricultores?

—Sustituir al 100%, no, pero sí que puede sustituir las labores más triviales y mecánicas. La planificación, la ejecución y la supervisión necesita de ingenieros, creo que el camino es ese.

—¿Qué cosecha?

—Este año hemos sembrado patata, calabaza, melón, boniato y judías, además de lo propio del huerto familiar (tomates, pimientos, etc).

—¿Cuántas horas a la semana le dedica?

—Como los empresarios agrícolas habitualmente somos autónomos, en temporada ninguno de nosotros cuenta las horas ni diarias ni semanales. Cuando hay un trabajo hay que ejecutarlo: si hay que cosechar se hace hasta que se termina. Pero sin duda, más de cuarenta horas a la semana, al igual que cualquier empresario que mire por su proyecto. Aprovechamos las primeras horas del día porque es el momento de intervenir en los cultivos porque la planta está más receptiva y el producto está mejor, aunque también tenemos mucha tarea de mover el stock, facturar, cobrar, liquidar el trimestre… toda esa parte que a veces no explican. Un joven agricultor es agricultor y empresario.

—¿Por qué estudió Derecho?

—Porque me gusta saber cómo se organiza la sociedad y tenía muchas ganas de ir a Barcelona. Tenía ganas de cambiar cosas y de aprender como está organizado el sistema. Tuve muy buenos profesores y estoy muy contento de esa época. La experiencia de salir fuera te permite conocer otras realidades, otra gente e incluso permite conocerse a uno mismo en otro entorno. Todo ello te da una visión de campo mucho más amplia que cuando vuelves puedes utilizar para aplicar en diferentes sentidos.

—Usted tiene también cursó un máster en Derecho del Medioambiente, ¿cuándo empezó a notar ese interés por la tierra y el medioambiente?

—La parte ambiental siempre ha sido intrínseca a mí, siempre he estado muy ligado a la naturaleza, no sólo por vivir en el campo, sino por haber sido regatista. Llegué incluso a hacer precampaña olímpica en 470 del 2008 al 2011.

—¿Llegó a ejercer como abogado?

—No, pero sí como jurista, llevando temas administrativos. Recuerdo llevar temas muy aburridos en el TEAR (Tribunal Económico-Administrativo Regional), unas prácticas en el Colegio de Abogados de Barcelona donde vi Extranjería, Derecho de familia y Mercantil. En la Universidad Rovira i Virgili estuve haciendo prácticas de investigación ayudando a los pre-doctorados.

—¿Por qué decidió abandonar la toga por la feixa?

—Cuando decidí especializarme en Derecho del medioambiente, me lo llevé a mi campo y en el transcurso del máster me di cuenta de que el Derecho no era suficiente, dado que siempre va por detrás de los avances sociales. Me di cuenta de que el problema del medioambiente no se va a solucionar desde el Derecho porque no se puede ir por detrás. Entonces decidí emprender un proyecto diferente para hacer una alternativa productiva en la isla de Ibiza. Tenemos mucho trabajo por delante, Ibiza es punta de lanza en turismo y culo de saco en resiliencia respecto a las crisis ambientales y adaptación al futuro.

—¿Qué le aporta la agricultura que no le aportara el estudio de la Ley?

—Creo que es un tema de tener las manos ocupadas para tranquilizar la mente. En el campo pasamos muchas horas solos y tener las manos centradas en algo, sin mirar el teléfono, hace que puedas reflexionar.

—¿En verano, no le apetecería más estar en un despacho con aire acondicionado que arrancando patata a 35 grados?

—(Se ríe). Me apetecería más estar en un fiordo noruego. La verdad es que no, no desprecio el despacho pero yo he elegido este camino y lo estoy disfrutando.

—¿Por qué agricultura ecológica?

—Porque si planteamos un proyecto agrario como alternativa no podemos hacer lo mismo esperando obtener resultados distintos. Creo que las explotaciones del futuro tienen que tender a ser: sostenibles, viables económicamente y autosuficientes energéticamente.

—¿Qué requisitos hay para obtener la etiqueta de productor ecológico?

—No es muy complicado. El proceso es de dos años en horticultura y cuatro años en fruticultura. Si se hace en terrenos abandonados (que en Ibiza son la mayoría) los tiempos se reducen a la mitad.

La agricultura ecológica no es un concepto biorgánico que nos hayamos inventado, sino que es una actividad en la que se trata de no utilizar transgénicos, no utilizar fertilizantes de síntesis y no utilizar pesticidas. Los agricultores ibicencos de los años 50 seguramente eran agricultores ecológicos. La agricultura del futuro tiene que ser como en el pasado con la tecnología del presente.

—¿Le ve futuro a la agricultura ecológica en Ibiza?

—Sí, es más, creo que casi toda la agricultura en Ibiza tiende a ser ecológica. La mayoría de los convencionales están en agricultura integrada y muchos de ellos no son ecológicos porque no han solicitado la certificación. Estoy pensando en Toni Llusià, lo que hace es un ejemplo de buenas prácticas.

Otro ejemplo es la algarroba en Ibiza, que no está certificada como ecológica pero nadie le aplica químicos de síntesis.

—¿De qué manera ayuda la agricultura ecológica al medio ambiente?

—Genera menos residuos y al no utilizar químicos de síntesis no contamina.

—¿Tiene mercado en Ibiza?

—Sí, cada vez más. Con la pandemia se ha visto que la gente busca salud en lo que come.

—¿A nivel gustativo, se aprecia la diferencia entre un producto ecológico y uno que no lo es?

—Sí, se puede llegar a apreciar. El problema que tenemos en Ibiza con la agricultura ecológica es que tenemos que producir más y mejor. Entonces podremos comparar con agricultura convencional. La agricultura ecológica no es un qué, sino un cómo.

—¿Cómo le ha afectado la pandemia?

—Al principio nos asustó mucho porque se cortaron las ventas de los restaurantes, pero el 2020 no fue un mal año. Este 2021 está siendo dispar, la gente compra de forma intermitente, pero no tiene pinta de ser un mal año.

—¿Considera que su sector tiene suficiente visibilidad y respaldo institucional?

—(Se lo piensa). Creo que se intenta respaldar pero no se entiende el problema de fondo. El modelo económico que hemos creado excluye al sector primario. El otro día conversaba con un pescador de Sant Antoni que me comentaba que son muy pocos, que están condenados a la desaparición y me decía: «nos están obligando a desaparcer y nos van a acabar pagando por recoger plástico del agua». Con los agricultores este modelo globalizado intensivo nos está impidiendo vivir de la agricultura y también acabarán pagándonos por cuidar el paisaje.

—Si tuviera la ocasión, ¿qué le diría al conseller de Agricultura (a su vez presidente del Consell?

—Que se apostara fuerte por proyectos masivos en zonas agrícolas estratégicas. Estoy hablando de crear una cooperativa ibicenca potente, de crear proyectos hidráulicos, de siembra masiva de árboles, etc. Los agricultores estamos esperando el agua recuperada con las manos abiertas, necesitamos que no tenga sal ni metales pesados. Ese es el camino.

Invertir dinero de la ecotasa en hacer un paseo marítimo creo que es contraproducente. Pedir un millón de euros para sembrar el Pla de Corona no es tanto comparado con la contraprestación que nos puede aportar.

Es imprescindible apoyar iniciativas como el Mercat de sa Cooperativa de Sant Antoni, ojalá hubiera uno en cada municipio. Le daría visibilidad a la agricultura y permitiría tener un contacto directo entre productor y consumidor sin intermediarios.

—¿Cree que hay suficientes ayudas para jóvenes agricultores?

—Sí, hay muchas ayudas. Creo que sería bueno administrarlas desde una ventanilla única. Las ayudas se administran como pueden, los funcionarios son muy buenos, pero hay demasiado papeleo por hacer, falta personal.

Otro tema es que a las ayudas de nueva incorporación les falta una vertiente económica. Muchos jóvenes se incorporan, se aprovechan de la ayuda porque tienen un terreno y después lo dejan por no haber una buena planificación económica.

—Usted es muy joven, ¿hay relevo generacional en la agricultura ibicenca?

—Esta es la eterna pregunta. Depende de cómo se entienda. Lo importante son las circunstancias en las que entra el relevo generacional. Si conseguimos que sea una actividad rentable económicamente, está garantizado.

—Tan sólo un 3% de lo que consumimos en Ibiza es producto local. ¿Cómo mejoraría esta cifra?

—Es un reflejo de la dependencia exterior que tenemos en Ibiza. Está claro que podemos producir más pero que no podemos aspirar a ser autosuficientes. El producto local a veces no puede competir en precio con el que viene de fuera como el cereal de Castilla, los kiwis de Italia o el aguacate de la costa tropical.

Debemos apostar fuerte por una distribución y una estructura que permita a cualquier agricultor joven adherirse. Los agricultores tenemos que ir unidos. Eso significa apostar por las cooperativas, apostar por proyectos de reconversión agraria, apostar por regenerar zonas como el Pla de Sant Mateu o de Corona. ¿Por qué no poner un millón de euros de la ecotasa en hacer una siembra masiva en Corona? No es algo tan complicado si lo comparamos con otras islas.

—¿Se ha planteado volver al ámbito jurídico?

—No. Utilizo sus herramientas en la empresa agraria pero no me lo he planteado. Si tuviera que hacerlo lo haría, no se me caen los anillos.

—¿Qué le dicen sus excompañeros de facultad respecto a su cambio de profesión?

—Los mejores tienen un buen salario, muchos han tenido trabajos precarios y hay que tener en cuenta que mi generación acabó la carrera en plena crisis inmobiliaria. Cuando hemos querido formar una familia y tener un trabajo estable nos ha caído la pandemia. Somos una generación que damos por supuesto que no vamos a tener pensión. No hay tanta sorpresa entre ellos. El mío es un camino lógico y voluntario.

Al principio en mi familia eran escépticos, no pensaban que fuera capaz de sembrar tanto como lo hago ahora o de ejercer la agricultura de una manera profesional, pero en poco tiempo hemos podido hacerlo con la ayuda de los técnicos, de la cooperativa y de las administraciones.

—Si volviera a tener 18 años ¿qué formación escogería recibir?

—(Se ríe). Seguramente haría Ingeniería Agrícola. Pero creo que Derecho Administrativo, Derecho Constitucional y alguna asignatura de Penal (por lo que pudiera pasar) no me los quitaría.

—¿Preferiría tener un hijo abogado o agricultor ecológico?

—Uff (se ríe). Preferiría tener un hijo libre.