Toni Riera Bonet. | Irene Arango

Antoni Riera Bonet (Ibiza, 1981) lleva el taxi en la sangre. Nieto de taxistas, su abuelo tuvo la licencia número 1 de Sant Josep. No confundirla con la primera. Había licencias antes pero no se les ponía número. Cuando se numeraron se hizo por orden alfabético y su abuelo era Vicente Bonet. No sabe cuál fue el primer vehículo que condujo su abuelo, pero recuerda un Seat 1.500 de aquellos alargados con una franja roja que todavía circulan por Madrid haciendo ‘Tours Vintage’.

—¿Qué número de estacionales se ha alcanzado al final en la isla?

—Tendrían que haber salido 450 y creo que hemos alcanzado los 230.

—¿Y la flota total?

—Contando las licencias fijas por encima de los 600.

—¿Qué ha motivado que tantos taxistas estacionales no hayan activado su licencia?

—Los taxistas hacen sus cálculos, conocen los números y sale rentable a partir de cierto punto. Al reactivar el plan de 2019, una temporada normal, se ha generado incertidumbre. No sabíamos cuánta gente iba a venir ni cuánto iba a durar la temporada. El verano pasado no se activaron y no hicieron falta. Por otra parte, muchos trabajadores que trabajan en el sector en verano tienen otro trabajo en invierno. Hay profesores, trabajadores de la construcción, incluso trabajadores de hostelería y algunos que compaginan dos trabajos. Muchos no han querido dejar su otro trabajo para llevar el taxi un mes o dos. Todo eso suma. Si el concesionario de la licencia tenía que comprar un coche nuevo, no la ha activado. No encuentra trabajadores, no activa la licencia. Al que las cuentas no le hayan salido pensando que no hay noche y que trabajará dos meses pero que pueden ser menos, no activa la licencia. Al final la mitad han optado por no ponerla en marcha.

—¿Es suficiente para dar un servicio adecuado en agosto?

—Nosotros medimos esto conforme a tiempos de espera en aeropuerto, colas, horas punta y servicios pendientes. Hasta el 1 de julio no tuvimos ningún problema. A partir del 1 de julio y hasta el 15 estuvimos desbordados, porque fue cuando se dio el semáforo verde a los británicos y no se había activado el plan de estacionales. Esos 15 días dieron mala imagen. A partir del 15 de julio el servicio fue bien, pero el fin de semana pasado notamos una subida notable de turistas y por eso esta semana en horas punta se están produciendo algunas colas. Pero nada que ver con la primera    quincena de julio. Esto, hay que tener en cuenta que es algo habitual, todos los veranos se va desbordado en horas punta los 15 primeros días de agosto. En Sant Bartomeu decimos que se acaba la temporada, por lo que para el 24 de agosto esperamos que esto vaya hacia abajo y se normalice la situación.

—En su momento se planteó activar las licencias el 15 de junio, ¿hubiera mejorado esta situación?

—En ese momento era complicado. Tenga en cuenta que es necesario tomar la decisión con antelación, en el caso de julio se avisó 15 o 20 días antes. Así que en el caso de junio había que empezar las gestiones en mayo. Si el 15 de junio se hubiera planteado empezar, creo que todavía habría menos. En ese momento, la situación era todavía demasiado incierta.

—¿Se ha sufrido igual que en otros sectores la falta de trabajadores?

—Sí, hay muchos propietarios que han buscado y no los han encontrado. Otros han optado por hacer el taxi ellos solos o a nivel familiar y ni siquiera han buscado. Pero sí, tenemos a mucho trabajador de fuera y aquí no han bajado los alquileres. La gente está peor económicamente y venir a hacer una temporada de dos meses no les sale a cuenta. Eso lo hemos notado nosotros, igual que el resto de sectores de la isla.

—¿Los ERTE han influido en esa escasez de trabajadores de algún modo?

—Pues se ha dado la situación de taxis que cuentan con fijos discontinuos que no los han recuperado porque ni siquiera el trabajador quería. Hay trabajadores en ERTE a los que no les interesa salir, están cobrando la prestación y lo prefieren a venir a Ibiza y acabar cobrando menos si tienen que pagar un alquiler. El titular les podría obligar, por decirlo de algún modo, a venir a trabajar, pero la mayoría ha hablado el tema con sus trabajadores para no tener problemas.

—¿Cómo está yendo la facturación?

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—Se ha notado mucho que no hay noche. Los servicios nocturnos llegaban a suponer casi el 50% de la facturación. Este año no se ha dejado de percibir la mitad, pero se ha reducido bastante. Teniendo en cuenta que durante el día trabajamos casi como un verano normal al haber menos taxis, te diría que la facturación ronda el 60% de lo que era normal antes de la pandemia. Mucho mejor que el año pasado, que estuvimos revisando a final de año y facturamos en torno a un 20%. Tengo que decir que, con las expectativas que había, estamos muy contentos.

—¿La noche entonces tenía un peso muy importante?

—Nosotros llamamos la noche a partir de las 20.00 o 21.00 horas hasta las 06.00 o 07.00 horas, con el cierre de los clubs. Hay menos tráfico, se circula más fluido y eso además permite hacer más servicios por hora. Este año desde las 21.00 horas hasta las 01.00 horas hay bastante trabajo. A la una se acaba la cola y a las dos ya no hay actividad. Por lo tanto, se han perdido cinco o seis horas de mucha facturación.

—¿Cómo están este año los piratas?

—El intrusismo en Ibiza es un problema en todos los sectores, pero el nuestro es verdad que es de los más afectados. Se trata de una práctica tan asentada que ya está establecida. Hay un intrusismo, un pirateo, de las mismas personas todo el año que casi están constituidas con la misma estructura que las empresas. Estos no han dejado de venir. Hay que tener en cuenta que hasta ahora no se hacía prácticamente nada    y los piratas tenían Ibiza como un mercado libre. Este año se están empezando a hacer cosas, pero no se evita que vengan, porque ya están aquí. No son medidas que les hayan disuadido de venir, quizás eso se note el año que viene. Ahora están pillando con las manos en la masa a muchos, los que pueden, porque podrían ser muchos más. Esperamos que esto de cara al año que viene haga que se reduzca el número de piratas en nuestro sector.

—¿Qué impacto perciben que han tenido los controles de Consell y fuerzas de seguridad?

—El número de taxis pirata no se ha reducido; el impacto se verá de cara al año que viene. Nosotros, hablo sobre todo del aeropuerto que es mi zona, vemos que el control que se monta está muy bien y les da para cazar a unos cuantos, pero se corre la voz en seguida, es inevitable con los grupos de Whatsapp y dejan de aparecer. Claro, el control no puede estar todos los días a todas horas, ellos ven cuando no hay control y actúan. Sí es verdad que han desaparecido esos grupos de taxistas pirata que todos sabíamos que lo eran, que daban vergüenza ajena y hasta miedo. Ahora ya no están o    se mueven con más disimulo. Las autoridades se pasean regularmente por allí y eso disuade, pero siguen viniendo, quizás no tan en masa pero siguen viniendo.

—¿Qué se podría hacer para mejorar el control?

—Se están haciendo las cosas que las autoridades tienen en su mano. Pasa lo de siempre, que la ley va por detrás de las innovaciones. La piratería lleva muchos años en el sector del taxi y los controles en serio se han puesto en marcha hace poco. Antes las autoridades nos decían que no podían hacer nada o no sabían como hacerlo. Ahora cuentan con tecnologías que ayudan mucho, con cámaras que identifican matrículas, la policía sabe qué es lo que puede hacer una furgoneta de VTC legal de otra comunidad autónoma… todo eso sirve para perseguirles porque tienen medios y conocimiento para hacerlo. Pero esto ha empezado ahora. Así que, no es qué se puede hacer sino qué    se podría haber hecho. Si se hubiera controlado antes este problema, a lo mejor ya no lo tendríamos a este nivel. Casi todo lo que les hemos dicho a las autoridades se ha implementado y nos consta que se habla con otras comunidades que tienen este problema para compartir información. Están haciendo un buen trabajo.

—¿Y el sector está suficientemente actualizado para competir con los piratas?

—El sector del taxi no es un sector que se haya caracterizado nunca por su modernidad. Vamos con un poco de retraso con respecto a esa competencia. Pero en los últimos años han entrado en todos los municipios taxistas más jóvenes que trabajan por actualizar todo esto. Ahora mismo tenemos un sistema de GPS con más recursos. Antes entraba todo por llamadas, ahora, por ejemplo, todos los hoteles tienen su servicio web para pedir taxi en cualquier momento sin tener que pasar por la base. También, desde hace tres años se puede pedir desde aplicación móvil. Esto nos permite prestar un mejor servicio a los clientes.

—¿Qué tal funciona la aplicación?

—Pues es un tema complejo, porque hay cosas que nosotros intentamos hacer que son complicadas. A todas las compañías de GPS que hemos tenido, que son tres, les pedimos una serie de cosas que tienen que desarrollar para nosotros. En ningún sitio han visto que cinco municipios en un territorio compartan la red, pero exista un tiempo en el que sólo pueden acudir al servicio determinados taxis, los del municipio del servicio. La anterior empresa que nos prestaba servicio, con la que hemos dejado de trabajar por un tema político, aunque eran muy buenos, nos dijo que con lo que habían aprendido con nosotros habían vendido el sistema en Marsella y en otros sitios de Europa. A la nueva compañía le estamos pidiendo esto y les está costando. Nos faltan cosas por poner, como es que la gente pueda saber el precio antes de subir al taxi, algo complejo cuando trabajas con taxímetro, o el pago directamente a través del móvil. Estamos trabajando en todo esto.

—El reglamento insular y la orden de carga están tardando más de lo esperado, ¿qué les está suponiendo?

—Este tema antes no se notaba tanto. Ahora que la Federación Insular aglutina a los cinco municipios en un sistema de GPS para compartir herramientas y prestar un mejor servicio al cliente, sí se nota, porque las competencias son municipales a nivel del taxi. Al final compartimos servicios pero no se puede sancionar al taxi que hace mal uso del sistema. Una normativa común para todos permitirá sancionar al que lo hace mal. Tenemos en la isla casi mil taxis con dos o tres chóferes cada uno. Son de 2.000 a 3.000 taxistas entre titulares y trabajadores, es inevitable que haya ovejas negras. La normativa es conocida por todos, pero algunos prefieren ir por la calle de en medio para hacer caja y eso afecta sobre todo al cliente. Retener por ejemplo a un cliente y hacerle esperar diez minutos puede provocar que ese cliente pierda un avión. Se debe evitar que puedan pasar estas cosas.

—¿Han comprado ya los uniformes?

—Ese es un tema escabroso [ríe]. Yo no era partidario de ponerlo,;soy de las personas que van a trabajar con una indumentaria adecuada y la gran mayoría de taxistas hacen lo mismo. Pero hay trabajadores a los que les da igual que les digas que tienen que ir a trabajar con camisa o con polo, van con la camiseta de los Chicago Bulls porque es lo que les gusta o con su gorra favorita. Como no hay normativa que lo fije no se les puede decir nada. Insisto, yo no querría uniforme, pero a lo mejor es necesario.