Un vendedor de gafas de sol y collares camina por la arena de Cala Tarida. | Toni Planells

La venta ambulante siempre ha sido uno de los elementos propios del paisaje veraniego en las playas de Ibiza. Sin embargo, este año la sensación de no pocos es que la presencia de este tipo de comerciantes ha crecido considerablemente, sobretodo en las playas del municipio de Sant Josep. Periódico de Ibiza y Formentera se ha acercado hasta dos de las playas de este municipio para comprobar in situ la presencia de vendedores ambulante.

Cala Tarida
Basta un primer vistazo desde lo alto de las escaleras que dan acceso a Cala Tarida para divisar un nutrido grupo de vendedores ambulantes, unos con pareos que van extendiendo ante los bañistas que les prestan un mínimo de atención, otros con gafas, collares y sombreros que van mostrando toalla a toalla y sombrilla a sombrilla y otras ofrecen extensiones de pelo mostrando una hoja plastificada con muestras de los distintos peinados, cargadas con su silla y con un puñado de pañuelos. También hay quien ofrece, bandeja en alto, vasos llenos de fruta y sandía l a los bañistas que resisten la ola de calor estirados en la arena. Casi en fila india, uno detrás de otro van ‘peinando’ la playa en lo que desde la distancia parece una coreografía ensayada.

El camarero de uno de los negocios que llegan hasta pie de playa saluda a uno de los vendedores que camina frente a su puesto de trabajo por su nombre: «Son buena gente, algunos son muy cultos y están muy preparados. Ese de allí», apunta con el dedo hacia arriba de las escaleras, «ha ido a la universidad en Francia y todo», afirma el camarero, que prefiere no dar su nombre. El camarero distingue a los vendedores en grupos distintos según el producto que ofrecen: «Los que venden pareos son hombres de origen africano, las mujeres ofrecen extensiones de pelo y los que venden fruta suelen ser de etnia gitana», asegura. «A nosotros no nos llega a afectar demasiado, venden pareos, gafas y frutas. Mientras no vendan bebidas, aquí nos da igual», asegura antes de seguir trabajando. Y añade: «Cuando vemos a alguien que está ofreciendo bebidas llamamos a la policía y enseguida se marchan».

Un grupo de turistas veinteañeros debate a pie de playa sobre el tema de la venta ambulante. Mientras a José, de Sevilla, lo que más le ha molestado ha sido un hombre «que nos quiso vender una fiesta en un barco para ir a Formentera, parando en una ‘islita’ que hay a medio camino y volver», habla de que la amabilidad del vendedor de fiestas se empezó a convertir en «agobiante» cuando, al no confirmar el grupo, empezó a presionarles, «me lo tenéis que decir ya, que quedan pocas entradas», les insistía este vendedor ambulante de fiestas ilegales. Ante la insistencia, el grupo declinó la oferta: «Entonces empezó a intentar vendernos un reservado en un local de Ibiza». A María, de Burgos, no le molesta la presencia de vendedores ambulantes: «Me recuerdan a ir de vacaciones con mi familia, me gusta que te puedas hacer una trenza en un momento dado. Es bonito porque forma parte del ambiente». No obstante, también asegura que «la verdad es que con uno al día sería suficiente. Cuando hay tantos, ¡y hay un montón!, resulta desagradable. El primero, vale, te hace gracia, pero cuando ya van cinco les dices que te deje en paz, que estás de vacaciones». Elisabeth lo tiene del todo claro: «Me resulta agobiante; es que es uno tras otro. Aunque vean que los pareos que llevas son como los suyos, porque ya se los has comprado, siguen insistiendo. Eso es lo que no me gusta».

Para Juan, «es una manera de buscarse la vida. No veo mal que si no tienen recursos se los busquen de alguna forma. A mí no me acaban de interesar los pareos, pero si me ofrecen una bebida fresca en un momento dado, sí que lo agradezco». A Víctor tampoco le molesta la venta ambulante ya que «por un lado se están buscando la vida y, por otro, ofrecen cosas que a la gente que está en la playa le van bien». No obstante reconoce que «es verdad que te pueden ocasionar cierta intranquilidad a la hora de dejar tus cosas ahí y meterte en el agua».

Ses Salines
El ambiente respecto a la venta ambulante es, si cabe, todavía más evidente en Salines. Los vendedores organizan su material a los mismos pies de las pasarelas de madera que atraviesan las dunas hasta la playa. Pareos, gorros, gafas y sombrillas principalmente que, a base de hacer viajes a un vehículo aparcado, van reponiendo a medida que lo necesitan. Algunos también cargan pesadas neveras de playa recorriendo la arena de arriba a abajo. La impunidad y seguridad con la que trabajan estos vendedores queda perfectamente ilustrada con la paradita que uno de ellos tiene montada junto a uno de los puestos de socorrismo: dos grandes pareos extendidos sobre la arena sirven de escaparate para los distintos modelos de telas que ofrece.

El presidente de la Asociación de empresarios , concesionarios y propietarios del Parc Natural de ses Salines, Alberto Ribas, tiene clara su opinión respecto a la presencia de vendedores ambulantes en la playa de ses Salines: «Es un desastre, está a rebosar. Hacen competencia desleal a los que trabajan en condiciones, molestan a los bañistas y no les dejan descansar y crean inseguridad en la playa. Además campan a sus anchas, como si estuvieran en su casa, y como nadie les dice nada se hacen fuertes». Sobre la presencia policial en la zona afirma, con sorna, que «el otro día vi a la policía por aquí, pero eso es algo que no se ve cada día». No obstante, reconoce que «con el poco personal que tienen, es normal que no den abasto».

Rondas diarias
Desde el Ayuntamiento de Sant Josep aseguran que las patrullas hacen rondas por las playas diariamente y que se centran también en hacer controles por los alrededores de las playas para localizar los zulos en los que esconden el material. De hecho, este verano ya se han incautado de material en varias ocasiones, la última hace apenas un par de semanas.

Sant Josep asegura que, aunque el recuento oficial del material incautado en este sentido se hace al final de la temporada, en lo que llevamos de año ya se han requisado «más de dos camiones» de material. Material que en caso de tratarse de comida, fruta principalmente, se dona a Cáritas y en caso de otros enseres no perecederos se destinan a la Fundació Deixalles.

Cabe destacar el peligro que conlleva consumir productos de la venta ambulante, por ejemplo, frutas (enteras o cortadas), comida y bebida ya que no pasan ningún control sanitario y se guardan en zulos en la arena con altas temperaturas, por lo que resulta muy fácil acabar con una intoxicación alimentaria.