Alicia REina, delegada en Balears de la Asociación Española de Directores de Hotel. | Daniel Espinosa

Empresaria y abogada, Alicia Reina (Ibiza, 1974) es la delegada en Baleares de la Asociación de Directores de Hotel (ADEH). Mujer fuerte y contundente, se define como «optimista y realista» y, con los pies en el suelo, expone su diagnóstico de esta temporada que a todos está sorprendiendo por unos resultados que poco o nada tienen que ver con lo previsto meses atrás. Reina, como muchos otros, cree que la ansiada nueva normalidad se traducirá en Ibiza y Formentera en un cambio de modelo turístico en el que el turismo de masas será sustituido por otro de más alto poder adquisitivo, concienciado con la sostenibilidad y, sobre todo, deseoso de conocer la parte más auténtica de estas islas. Los indicios están ahí y recuerda que no han sido fruto de la casualidad. Como otros empresarios, la representante de ADEH ha aprovechado el parón de la pandemia para analizar la situación y estudiar y poner en marcha estrategias de las que empieza a ver resultados. Volcada en la dirección y gestión de su hotel, el Migjorn Ibiza Suites&Spa, Reina no ha dejado de lado su papel como delegada de ADEH en Baleares y, desde esta entidad, busca, entre otras cosas, mejorar la formación de directivos y trabajadores porque, en un entorno como el turístico, estar al día permite adelantarse a las necesidades del cliente, ofrecer un mejor servicio y fidelizar.

Todo parece indicar que la temporada no va a ser catastrófica, a pesar del COVID-19. ¿Cómo lo está viviendo el sector hotelero?
—Con mucha cautela. No queremos lanzar las campanas al viento porque aún nos queda tiempo por delante. Con un medio julio y un agosto buenos, no podemos decir que sea una temporada espléndida. Es verdad que es mejor que la de 2020 y que, en general, tanto los trabajadores como los empresarios estamos haciendo un gran esfuerzo para adaptarnos continuamente a cada circunstancia, a cada restricción, a cada cuestión que se plantea. Realmente, hay un cierto optimismo, pero bastante realista. Estamos con la lengua fuera porque el esfuerzo es enorme y a veces decimos que nunca hubiéramos soñado con tener las ocupaciones que estamos teniendo estas semanas. No estamos saboreando ese, entre comillas, éxito porque es un trabajo continuo de adaptación y, como le digo, un esfuerzo de todos, de los trabajadores los primeros. Así que optimismo realista, con los pies en el suelo y con cautela.

Comparar con 2020 es raro porque fue un año completamente anómalo. Y comparar con 2019 tampoco se puede porque estábamos instalados en lo que conocíamos como la normalidad. ¿Van ustedes un poco a tientas?
— Verá, a mí me daba más miedo 2021 que 2020. Estamos sobre arenas movedizas y no sabes por dónde van a salir las cosas. Es difícil comparar con los años anteriores, ni en números, ni en situación, ni en nada. Por lo tanto, es difícil calibrar si este año está siendo bueno o malo. La sensación que se percibe no se puede materializar en índices o números. Pero es una sensación de que vamos saliendo poco a poco del agujero, vamos viendo la luz al final del túnel. Pensamos esto, pero lo hacemos con cierta cautela porque cualquier circunstancia puede hacer que volvamos dos pasos hacia atrás. Eestamos adaptándonos y viendo si podemos sacar todo el jugo a 2021. Es algo que nos atañe a todos, también a las administraciones, que deben seguir controlando en el aeropuerto y con las vacunaciones.

¿Cuál es la sensación a nivel nacional y balear?
—La verdad es que en Baleares somos unos privilegiados. Estamos en mejor situación que otras comunidades y estamos viendo el resurgimiento de la normalidad, de la vuelta del turismo. Esto se está dando aquí con más facilidad que en otras comunidades como Madrid. Es verdad que Madrid es un destino más urbano, pero lo está teniendo realmente difícil. Es evidente que no se puede generalizar a nivel nacional pero sí que estamos viendo en Ibiza que el segmento que más escoge la isla es el que se dirige a hoteles de cuatro y cinco estrellas. Hay un cambio del tipo de turista que nos está llegando.

Con respecto al resto de islas, ¿cuál es la situación de Ibiza?
—Está muy bien. El cliente quiere venir a Ibiza. Lo bueno que hemos conseguido es que, a pesar de la caída del turismo inglés o alemán, se está dando de forma espontánea una diversificación de los mercados. De hecho, cada día ves que hay más chárteres privados llegando a Ibiza y eso antes era impensable. Es verdad que hay hoteles que no han podido abrir, pero los que lo hemos hecho y estamos en ese segmento, de las cuatro y cinco estrellas, lo estamos viendo, somos la oferta que busca el cliente.

¿Cuántos hoteles están cerrados?
—Yo calculo que no ha podido abrir en torno a un 30% de la planta hotelera. Creo que se ha debido a que, al ir a este turismo de más calidad, hay establecimientos que no se adecúan. Además, estamos yendo a un modelo que es de margen, de más calidad, con más poder adquisitivo. No estamos tanto en un modelo de rotación y volumen. Mucha gente pensaba que, en Ibiza, si cerraban las discotecas no teníamos nada que hacer. Pero en el propio sector nos hemos llevado la sorpresa de que, a pesar del cierre del ocio nocturno, hay un tipo de turista que no está atraído por este ocio sino que se siente atraído por otras virtudes del destino.

Parece que sectores como el de la restauración están viviendo días que no imaginaban hace algunos meses y que, como usted dice, se constata que la supuesta dependencia de Ibiza del ocio nocturno no era tal.
—Sí, es algo curioso. A ver, las dos cosas son compatibles. Pero también es cierto que nos ha sorprendido gratamente esta constatación. Además, ver que un sector tan tocado como el de la restauración tiene ahora esta afluencia de clientes es para alegrarse. También me alegro porque veo que Ibiza tiene la posibilidad de ser fuerte con un pilar como el de la gastronomía. Tenemos una restauración y una gastronomía que son la envidia de muchos destinos y no lo ponemos en valor. En la isla tenemos una gastronomía que encanta a todo el cliente que viene. Tenemos, además, unos productos locales, de kilómetro 0, que son de una calidad muy buena. Sería positivo que la Administración apoyara a las empresas que intentan generar este producto local. Se lo ponen muy difícil a este sector y creo que deberían ser ayudados. No tendrían que ponerles tantas trabas administrativas que, a veces, hacen inviable este tipo de proyectos.

¿Qué trabas les ponen?
—Le pongo un ejemplo. Un cliente estaba buscando miel de Ibiza y me contaba que había contactado con un proveedor que le pedía 30 euros por kilo. Este cliente quería saber por qué era tan caro este producto local. Y la explicación está en que a los productores les piden cosas como un análisis que cuesta unos 3.000 euros y eso lo tienen que repercutir en el precio. Esto provoca que no puedan competir con otro tipo de mieles. En lugar de poner en valor y apoyar a este sector, se le pone muchas trabas. Si no cambiamos esto, iremos por mal camino.

Usted pide ayuda de la Administración, pero la realidad es que la adaptación del sector hotelero a lo que llaman la ‘nueva normalidad’ ha sido sin esta intervención.
—A ver, nosotros, cuando la Administración dice que va a ayudar al sector, solemos ser un poco escépticos. Ahora mismo, todo el esfuerzo que estamos haciendo empresarios y trabajadores es lo que hemos hecho siempre porque estamos acostumbrados a adaptarnos y a luchar. La Administración, por ejemplo, dice que dará ayudas, pero la realidad es que las que se han sacado son escasas y es difícil acceder a ellas. ¿Por qué estamos resurgiendo poquito a poquito? Porque la necesidad agudiza el ingenio. Y nosotros tenemos la necesidad de hacer viables nuestras empresas, de hacer viables los puestos de trabajo, de garantizar el futuro de las familias de nuestros trabajadores... Los trabajadores están trabajando muy duro porque ven los esfuerzos que están haciendo las empresas. A mí, cuando me hablan de conflictos de intereses entre empresarios y trabajadores, lo que respondo es que hay que buscar puentes. Y, en momentos tan complicados como los que estamos viviendo, lo que estamos viendo es que hay sintonía.

Da la impresión de que la pandemia está poniendo a cada uno en su sitio: empresarios y trabajadores van a todos a una, el peso de la Administración no es el que podríamos pensar ‘a priori’...
—Sí, coincido con usted. En el caso de la Administración, el problema está en que, cuando tú tienes que gestionar los recursos de una empresa, lo haces optimizando al máximo porque no son infinitos. En la Administración no sucede lo mismo. Los recursos no son de nadie, no se optimiza nada, no se optimizan los recursos humanos... Tal vez es que la forma en la que se trabaja a nivel funcionarial es porque los funcionarios no nos ven como clientes de la Administración. En una empresa, tú le das a tus clientes el mejor trato, eres eficiente, intentas fidelizar. Esto no sucede en la Administración, que es un ente cada vez más grande y que cada vez cuesta más mantener.

¿Qué tipo de turista está visitando Ibiza y Formentera este verano?
—Son un perfil de entre 25 y 48 años, con un poder adquisitivo medio-alto, tirando a alto. Es un cliente que ya había visitado la isla, un cliente ya fidelizado. Vuelve porque considera que es un destino en el que puede sentirse seguro, a pesar de la pandemia. Además, es un cliente que viaja en pareja y con uno o dos hijos. Algunos vienen también con amigos, pero son grupos pequeños. También es un cliente con facilidad para utilizar la tecnología, que aprovecha las vacaciones para teletrabajar y que valora mucho la gastronomía y la restauración del destino. Quiere aprender y conocer del destino. Es un cliente que necesita que le tramites todo, que le hagas las reservas en restaurantes, que le aconsejes a qué playas ir. Quiere conocer lo auténtico de la isla, ir a un restaurante con producto local... Es también muy agradecido y, si lo sabes seguir fidelizando, será un cliente para toda la vida. Me estoy encontrando también que son clientes con sensibilidad por la sostenibilidad, al menos en lo teórico. Pero, a la hora de ponerlo en práctica, aún queda trabajo por hacer

¿En qué se observa eso?
—Le pongo por ejemplo los desayunos en los hoteles. Se llenan el plato en el buffet pero no se comen lo que han cogido. No se han concienciado de que eso es también parte del respeto a la sostenibilidad y al destino. No es una cuestión económica. Es por el desperdicio que se genera y porque hay muchas personas que viven en situación de pobreza y no tienen acceso a esto. A veces ves a clientes que se llenan el plato y no tocan nada. Y esto es parte de la sostenibilidad.

Tienen ustedes, entonces, la obligación de la concienciación.
—Sí, yo pongo carteles en cada mesa para que se conciencien de que lo que tienen en el plato deben comérselo para que no haya desperdicios y salvar el planeta. Desde que los he puesto, estoy viendo un cierto cambio. Creo que es algo que tenemos que ir inculcando a los clientes. Esto sucede también con las toallas y con las toallas de playa. Hay que trasladar al cliente que esto supone un deterioro del ecosistema del destino. Pero todo se hace dentro de unos parámetros de calidad que son compatibles con la sostenibilidad, si se hace bien. También hay que decir que muchos de los turistas que vienen sí que están concienciados y sí que actúan en consecuencia.

Ibiza ha dependido tradicionalmente de los mercados británicos y alemán, pero eso ha cambiado este verano. ¿De dónde vienen ahora los turistas?
—Estamos viendo mucha diversificación de mercados. Está viniendo mucho francés, suizo, español, belgas y holandeses. También algún inglés, claro. Pero, en vez de haber más volumen, lo que hay es una microsegmentación y estamos viendo mucha diversificación. La verdad es que los mercados francés y suizo están siendo bastante fuertes esta temporada y, después, el español. Hemos tenido también americanos y alguno de Qatar y Emiratos Árabes.

¿A qué cree que se debe este cambio?
—En el caso de los franceses, creo que se debe a que ya no quieren más restricciones ni confinamientos. Muchos de ellos vienen ya vacunados. Y es muy interesante ver que vienen con sus hijos, incluso recién nacidos. Y eso significa que consideran que el destino es seguro. Por otro lado, estamos viendo un turismo familiar pero más sibarita, con poder adquisitivo alto. Como le decía antes, es un cliente que se rige mucho por las recomendaciones que le hagas.

Ya no es un turista de sol y playa únicamente.
—Evidentemente, es un turista al que le gusta el buen clima, pero no es que quiera estar todo el día en la playa y luego, por la noche, ocio. Le gusta ir a comer bien a mediodía, quiere ir a rincones de la isla que no estén masificados... Insisto en el tema de la restauración porque es un cliente que le gusta comer bien y con calidad.

¿Esto obliga a los hoteles a mejorar o a ofrecer otros servicios?
—Es verdad que las estancias están siendo más largas y eso es bueno. Y lo primero que necesitan es una buena conexión a internet. Pero eso ya es un básico. Como eso no lo tengas bien, no tienes nada que hacer. Y sí que es verdad que es un cliente que busca espacios que le inviten a relajarse, a estar cómodo, a poder teletrabajar. Creo que la calidad del turista que nos visita está mejorando igual que nosotros estamos intentando mejorar la calidad de nuestra planta y nuestro destino.

Algunos sectores se quejan de que este verano están teniendo problemas para encontrar personal. ¿Sucede lo mismo en el sector hotelero?
—Sí, es un problema que se está dando tanto en restaurantes como en hoteles. Esto se está sorteando día tras día de la mejor manera posible y con esfuerzos muy importantes para adaptarnos. Pero no podemos tener las plantillas al 100% porque no nos han dejado velar realmente por su salud. Desde el minuto uno pedimos que nos dejaran velar por su salud durante toda la temporada, por su propio bien y para que nuestras empresas pudieran seguir funcionando. En restauración estamos viendo establecimientos que están teniendo que cerrar 10 días cuando se detecta un caso. En un hotel eso no se puede hacer. Algunos compañeros lo están teniendo complicado y han tenido que buscar contratación de personal nueva para poder suplir las bajas. Es verdad que hemos intentado no tener parte de los hoteles cerrados. Hay puntas de ocupación importantes pero no sabemos cuánto va a durar esto. No podemos decir que no a una reserva y cerrar una parte del hotel. Ese es el último recurso. Y estamos utilizando todas las herramientas que podemos. En mi empresa, por ejemplo, yo estoy haciendo de todo. Hay que estar al lado del trabajador, apoyar, es tu proyecto, crees en él y te tienes que mojar. Y has de poner todos los medios al alcance de los trabajadores para que el cliente no perciba ningún problema y reciba el servicio con la calidad que merece.

Para acabar, países como Alemania han decidido que van a dejar de informar sobre la incidencia acumulada del virus y se van a centrar en las hospitalizaciones. Otros anuncian el fin de restricciones porque el virus sigue ahí y hay que adaptarse. Y parece que España entrará en esa línea también. Con los datos que usted maneja y con toda la prudencia del mundo, ¿hay alguna posibilidad de que la temporada se alargue?
—Yo le voy a responder con toda la sinceridad. La desestacionalización es un caballo de batalla con el que llevamos mucho tiempo. Se han hecho esfuerzos, aunque creo que no en el camino adecuado. Tal vez la pandemia pueda servir para buscar una estrategia más idónea. Pero, ahora mismo, yo veo difícil el que pueda darse este alargamiento de la temporada. Es verdad que es deseable y que todo es posible. Pero todo depende de cuestiones muy importantes. En primer lugar, de la conectividad. Sin conectividad aérea ni marítima no podemos recibir turistas. Y, en segundo lugar, dependerá del curso que lleven los datos del COVID. Creo que la estrategia de Alemania es buena porque la vacuna no implica que no haya contagios. Tenemos que aprender a vivir con este virus y políticos y empresas han de adaptarse a esto también. Dependemos, además, del ritmo de vacunación y de la mejora de las vacunas. Con todo esto, a mí me gustaría creer que podremos alargar la temporada. Pero yo soy una optimista con los pies en el suelo y considero que, aunque soy abierta de mente, tengo un cierto escepticismo. De hecho, muchos de nosotros lo hemos intentado muchos años y no se ha logrado.

Además de la falta de vuelos, ¿qué otros obstáculos hay para la desestacionalización?
—Uno de los más importantes es la falta de personal. Los trabajadores se han acostumbrado a ser fijos discontinuos y en invierno están cobrando el paro o alguna ayuda. Esto ha provocado en algunas ocasiones que, a la hora de abrir algunos establecimientos, el trabajador haya dicho que prefiere continuar con el paro porque su calidad de vida se va a ver afectada si en invierno también tiene que trabajar como lo ha hecho en verano. La verdad es que el verano, en ese aspecto, es muy intenso. Está claro que, si queremos alargar la temporada, hay cuestiones de fondo que hay que resolver y esta es una de ellas.