Pedro Miguel López, tocando el órgano en la iglesia de Nuestra Señora de Jesús donde es párroco desde hace cinco años. | Marcelo Sastre

Pedro Miguel López (Santa Eulària, 1970) es uno de los sacerdotes más queridos de la isla de Ibiza. Allí donde ha estado ha dejado siempre un buen recuerdo, no solo por su faceta como pastor de fieles sino también como profesor de religión en el colegio Sa Real de Ibiza o como organista en distintos lugares de Ibiza e, incluso, de España. Además, el actual canónigo organista de la catedral de Ibiza y párroco de Nuestra Señora de Jesús es uno de esos curas que podrían llamarse «modernos» siendo muy activo en las redes sociales donde retransmite las misas de su parroquia y muestra con gran sentido del humor como es su día a día o como son sus vacaciones. Algo que le acerca mucho más al entorno en el que vive ayudando, como asegura como una gran sonrisa, «a que la gente deje de vernos a los curas como personas lejanos a ellos».

Acaba de regresar de vacaciones y en Asturias tuvo el privilegio de tocar el órgano en la basílica de Santa María La Real de Covadonga. Además, hace unos días tocó para la misa de Sant Bartomeu en la iglesia de Sant Antoni. Usted no para. ¿La música es su gran pasión?
—Una de las muchas sí. Pero lo primero de todo, tengo que decir que yo solo soy organista aficionado. Comencé a estudiar música con 10 años gracias a Sor Lourdes Pomares, monja trinitaria de Santa Eulària que si era pianista titulada y que nos inculcó la pasión por la música el pueblo a muchos otros niños.

¿Y cómo se fue atreviendo con los órganos hasta acabar siendo canónigo organista de la catedral de Ibiza?
—Poco a poco. Como yo era monaguillo una cosa fue llevando a la otra siempre que me iba dejando Sor Lourdes. Después, ya en el seminario seguí con mi formación musical y después en Toledo, donde estudié Filosofía, tuve la inmensa fortuna de conocer a Jaime León, prefecto de música catedralicio y maestro de capilla de la Catedral de Toledo quien me enseñó muchísimas cosas.

—Casi siempre se le ve tocando en los oficios religiosos en Ibiza. ¿Es el único o el más valiente?
—(Risas) No. Hay otros que tocan como yo e, incluso, mejor como por ejemplo Vicente Tur, párroco de Sant Joan, o Francesc Xavier Torres Peters.

—¿Qué siente cuando empieza a tocar el órgano?
—Es algo precioso que no se puede describir con palabras. Se tiene una sensación enorme de elevación. Ten en cuenta que estamos hablando de un órgano, un instrumento que es enorme, y por eso estar debajo de su tubería es algo que no se puede explicar. De hecho, cuanto más grande es el órgano mayor es la sensación de bienestar que se siente al estar junto a él.

—Dicen que hay órganos que tienen tubos tan grandes que cabe en ellos una persona. ¿Cuál es el más grande que ha tocado usted?
—Es cierto eso que dice porque su tamaño depende de su graduación y su afinación. Cuanto más graves son sus notas más grandes y gordos son sus tubos. Pues tal vez el más grande sea el Órgano de Echevarría de la Catedral Primada de Toledo. Fue construido en 1755 por Pedro Manuel Liborna Echevarría, enfrente del que hizo su padre en 1699 y gemelo en cuanto al mueble pero con tres teclados de marfil y ébano. No lo toqué en público porque su uso está muy restringido para el Día del Corpus cuando entra la Custodia en la Catedral pero fue una experiencia inolvidable.

—¿Y su experiencia más especial?
—Sin duda tocar el de la Catedral de mi querida Ibiza. Entre otras cosas porque es una pieza que desgraciadamente está afectada por la carcoma y ya no se puede recuperar.

—¿Es el órgano el instrumento litúrgico por excelencia?
—Por supuesto. Siempre ha estado ligado al cristianismo. Prácticamente desde sus inicios, acompañando siempre a la liturgia. Incluso, en la Constitución sobre liturgia número 120 del Concilio Vaticano II se establece que en la iglesia latina hay que tener en gran estima el órgano de tubos como instrumento musical tradicional ya que su sonido puede aportar notable esplendor a la ceremonias eclesiásticas y levantar poderosamente las almas hacia Dios y hacia las realidades eclesiásticas. Lo cierto es que una misa sin órgano no parece lo mismo.

—Usted escribió un libro titulado Historia de los órganos de Ibiza. ¿cuál es el más antiguo en la isla?
—Sí. Tiene unas 108 páginas, se publicó en el año 2000 con una editorial de Valencia y se presentó en un emotivo acto hace ya 21 años en la iglesia de Santo Domingo con la presencia del por entonces obispo de Eivissa, Agustín Cortés , el que era delegado episcopal de Patrimonio, Francisco Javier Torres Peters y con un concierto del organista de la catedral de Palma, Bartolomé Veny Vidal. Pues diría que el más antiguo es el de la iglesia del Convent, en Dalt Vila, construido en el siglo XVII y que parcialmente se salvó de los estragos de la Guerra Civil.

—En aquella presentación habló de solo tres órganos en Ibiza. Eso fue hace más de dos décadas. Actualmente como está la situación en Ibiza. ¿Hay más?
—En aquellos tiempos solo existían el de la Catedral, el que he citado de la iglesia del Convent o Santo Domingo y el de la iglesia de Santa Cruz que fue construido por en 1978 por el organista catalán Gabriel Blancafort, pionero en la recuperación del órgano tradicional español. Afortunadamente la cosa ha mejorado en los últimos años. Por ejemplo, en la iglesia de Sant Josep hay una joya que mucha gente no conoce y que se construyó en 2006 por el maestro mallorquín Pere Miquel Reynés i Florit. Tiene una gran calidad artística, estética y sonora que no está al alcance de otros muchos.

—¿Y el de la iglesia de Jesús? Usted fue el gran impulsor para que el pueblo tuviera su propio órgano de nuevo.
—Es cierto. Según la enciclopedia de Macabich el pueblo tuvo uno al que se le perdió el rastro en 1784. Afortunadamente, en noviembre de 2019, buceando por Internet, di con un órgano en Alemania que era una auténtica ganga. Nuevo cuesta unos 30.000 euros y de segunda mano costó unos 5.000 más los 1.000 de la instalación que fueron sufragados por tres familias devotas de nuestra parroquia.

—¿Dónde dio con él?
—En la ciudad alemana de Wolfsburg. Es de 1961, fue construido por Klaus Becker y pertenecía a una iglesia protestante de aquella localidad que se deshizo de él para adquirir uno de mayores dimensiones. Esto es muy habitual en Alemania ya que muchos templos cambian de órgano como de coche (Risas). Y la verdad es que el cambio ha sido muy positivo porque hasta entonces teníamos en la iglesia un Viscoun Prestige IX eléctrico con pedales que fue comprado por los comerciantes del pueblo y que aunque hacía su función no suena igual, sobre todo por su timbre y su vibración.

—Con todo lo que sabe de órganos. ¿Se ha atrevido a crear composiciones?
—Pues sí. Hasta el momento tengo ya una treintena de pequeñas obras. La mayoría son litúrgicas más algún arreglo. Por ejemplo tengo una misa en tres veces para do mayor, un himno a Sant Ciriac, una elevación, un adaggio o un Ave María…

—Antes habló de que el órgano lo encontró por Internet. Usted es muy activo en las redes sociales. ¿Es una manera de acercar la Iglesia a la gente joven?
—Bueno forma parte de mi forma de ser. Intento ponerle siempre sentido del humor a la vida. Creo que es una forma de hacernos presentes y sobre todo que la sociedad vea a los curas como gente que tiene una vida normal como ellos. Que no somos diferentes.

—En su caso, ¿como nació su vocación?
— A través del contacto con mi parroquia en Santa Eulária. Gracias a mi padre espiritual Vicente Costa y a las religiosas trinitarias como Sor Loudes. Creo que sentí que mi vocación ya no tenía marcha atrás el día de mi confirmación. Luego la fui madurando hasta que fui ordenado sacerdote un 6 de octubre de hace 20 años.

—Y desde entonces ha pasado por muchos sitios de Ibiza… Incluso ha sido 15 años capellán en el Hospital de Can Misses.
—Cuando terminé la carrera empecé mi trayectoria pastoral en la Iglesia de Santa Cruz, donde estuve mucho tiempo, primero como diácono y después como sacerdote. Luego estuve 10 años en Sant Jordi y desde el 7 de agosto de hace cinco en Nuestra Señora de Jesús. Y también el tiempo en el hospital donde conocí gente estupenda, La verdad es que me siento muy afortunado porque siempre me he sentido querido en donde he estado.

—¿Es cierto que muchos exalumnos suyos de Sa Real le llaman para bautizar a sus hijos?
— (Risas) Pues sí. En ese colegio fui profesor de religión y se ve que dejé una buena imagen porque me siguen llamando. Aunque ahora cuando les veo como han cambiado, con canas y alguna arruga de más, me doy cuenta que me estoy haciendo mayor… (Risas).