Christine Spengler.

Sus fotografías han dado la vuelta al mundo y, entre ellas, la conocida como las Madonnas afganas que Christine Spengler captó en Herat, Afganistán, en 1997. Desde su casa de Sant Antoni, la conocida fotógrafa de guerra relata cómo viajó a Kabul y consiguió pasar desapercibida para realizar su trabajo durante el primer dominio talibán en aquel país.
Spengler pasó, en cuestión de horas, de estar colaborando con el diseñador Christian Lacroix a enfrentarse a estos fundamentalistas.

Fue ella quien solicitó viajar a Afganistán para plasmar con su cámara el horror que hace décadas ya provocaban estos hombres. «Justo acababa de ver en la televisión que los talibanes que habían llegado a Kabul habían cortado la mano a una niña de 10 años porque llevaba esmalte de uñas», explica la reputada fotoperiodista.

Una de las imágenes tomadas en Afganistán por Christine Spengler.

Sin pensarlo dos veces, llamó a su redactor jefe en Paris Match y le convenció para poder viajar al país. Ser mujer, morena e ir en Kabul tapada con el velo le facilitarían su trabajo, según ella misma reconoce.

Ocho idiomas
«Ser mujer me ha ayudado mucho en este trabajo y ser morena. Además, he aprendido sola a defenderme en ocho idiomas», destaca Spengler, recordando que antes del viaje ya sólo podía pensar en aquel país conocido como la Perla de Oriente.

«El talibán que estaba en el control del aeropuerto, cuando vio mi pasaporte, gritó como si viera al diablo, pero cuando comprobó que iba vestida con el hiyab, hasta me felicitó», asegura.

El destino quiso que se encontrara allí con una española, directora del hospital de Herat donde Spengler captó a las Madonnas afganas. Esta mujer le solicitó que hiciera fotografías en el centro sanitario para mostrar al mundo el horror que sufrían aquellas mujeres. Más de 200 debían acudir al hospital para vacunar a sus niños. Vestida con un burka azul, la fotógrafa ocultó bajo esas ropas su cámara Nikon y «cuando llegué al hospital, era una de ellas».

Con mucho silencio, respeto y amor, según ella misma destaca, Spengler recuerda cómo realizó las icónicas fotografías de las mujeres afganas. «Llevaban a sus bebés en brazos medio moribundos y no me podían mirar porque en ningún momento les pedí que se quitaran el velo. No quería que les pasara nada después de que yo me hubiera marchado», afirma la conocida fotógrafa.

Tras dos meses en el país, llegó el momento de regresar. Para poder eludir el control talibán, Spengler relata cómo se pegó detrás de las orejas los dos carretes más importantes y los sujetó con un turbante. El velo «enorme» también ayudó a la francesa a ocultar el material. En su bolso, carretes vacíos para despistar a los talibanes.