Los convivientes se divierten jugando al juego de cartas denominado Uno. | Marcelo Sastre

Al llegar, lo primero que llama la atención es una imponente imagen de Buda presidiendo el salón de la vivienda que comparten Adrián, Sandra o Sebastiano, entre otros. En el Día de la Salud Mental, todos los miembros de esta «familia» coinciden en señalar cómo les ha cambiado la vida la posibilidad de permanecer en un piso supervisado a cargo de la

Asociación Pitiusa de Familiares de Personas con Enfermedad Mental (Apfem).
Adrián, ibicenco de 48 años, prácticamente inauguró esta vivienda situada en un edificio de la carretera de Santa Eulària. En su caso, no duda en afirmar que «ya somos como una familia» puesto que este piso se ha convertido en su hogar desde el año 2018.

Varios compañeros han pasado por el lugar en todos estos meses. Algunos no se han adaptado, aunque finalmente han logrado formar un grupo estable que, incluso, convivió durante toda la pandemia. «Pasamos mucho tiempo confinados. Sin salir, limpiando todo el día», explican sonrientes. Adrián recuerda que fueron de los primeros en recibir la vacuna contra la COVID y celebra que ninguno se contagió.

Sebastiano tiene 61 años y es natural de Argentina. Ernesto es cubano y tiene 50 años. «Somos multinacionales», destacan.

Al igual que en Ibiza, el Govern sufraga en Mallorca un piso de similares características, con seis plazas para usuarios de «alta intensidad» puesto que sufren una patología dual y, en algunos casos, arrastran asuntos judiciales pendientes. El objetivo de este proyecto es promocionar su autonomía y acompañarles en su proceso de reintegración social. Los propios inquilinos solicitan este servicio para el cual existe ya una lista de espera.

Tras años asistido por Proyecto Hombre, la estabilidad que le proporciona esta nueva vida ha permitido a Adrián volver a estudiar. En su caso, un grado medio de Agricultura Ecológica en Can Marines. «Me levanto a las seis y me voy a estudiar. Son dos años y me encanta, me apasiona», reconoce.

Como en cualquier piso compartido, este grupo se reparte las labores domésticas. Un día a la semana, cada uno de ellos se encarga de preparar la cena y «los sábados comemos pizza», añaden. Asimismo, reciben a mediodía comida del catering de Apfem Aktúa. Sebastiano, precisamente, es el encargado de repartir estos alimentos por toda la isla.

Las tareas de la casa están perfectamente asignadas y celebran reuniones de convivencia una vez a la semana para exponer cualquier tipo de problema y solventarlo. «No me enfado por los canales de televisión», dice Sandra.

Ernesto es el último en llegar y reside en esta vivienda desde hace algunos meses. Ocupa ahora su tiempo estudiando para obtener la nacionalidad tras 14 años en el país. «Lo mejor es el seguimiento que tengo en el tratamiento y la tranquilidad de estar aquí», reconoce.

Sandra es la mujer de la casa y explica que, en su caso, la vivienda supervisada «me ha salvado la vida». Tras atravesar un periodo muy complicado debido a graves adicciones, asegura que contar con el apoyo de los monitores y tener a alguien con quien hablar «es muy importante».

Ella tiene claro que cuando pueda reintegrarse en el mundo laboral, le gustaría trabajar en algo relacionado con los animales. «Estuve unos meses en cama porque no me podía mover. Ahora, voy remontando», señala. Si está «de bajón», sabe que ahora tiene a sus compañeros para sentirse mejor.

Tras 15 años en España, Sebastiano valora la importancia de sentirse miembro de un grupo, de una familia.

Sebas reconoce también la ayuda que les supone vivir en el piso puesto que pueden ahorrar al correr el Govern con todos los gastos. «Lo peor es tener que volver a las 10 y media de la noche», afirma divertido.

Un monitor les acompaña a todas horas. Pueden salir libremente, aunque se les exige cumplir unos horarios para comer o cenar. Para el fin de semana, además de ver películas todos juntos, eligen una actividad de grupo, como realizar excursiones. «El otro día visitamos las cuevas de Can Marçà», explica Adrián. «El trabajo también nos lo buscan en Apfem», añade Sebastiano.

Un servicio de acompañamiento les asiste a la hora de realizar trámites ordinarios

Antonia Díaz, terapeuta ocupacional y responsable de este recurso, destaca la evolución personal del grupo en todos estos meses. Al principio, según explica, no tenían teléfono y sólo podían hacer tres llamadas a la semana. Hoy en día todos tienen móvil, ejemplo de que su vida está cada vez más «normalizada», según resalta esta profesional.

Díaz se refiere además a la importancia de los PIA o Plan Individual de Atención que se define para cada uno de los usuarios y en el que se incluyen rutinas, trabajos u objetivos. La responsable valora de manera muy positiva este servicio porque una vivienda «sirve de base, de empujón» a personas que han sufrido graves problemas durante sus vidas. Sin esperarlo, Sandra, Ernesto o Sebastiano han encontrado a su otra «familia». Todos juntos celebrarán el Día de la Salud Mental.