Agustín Crespo, este viernes, en el piso que debe abandonar antes del 9 de diciembre, con todas sus cajas preparadas. | Toni Planells

Agustín Crespo ha arañado un mes más a la hora de abandonar el piso en el que reside desde hace 16 años en el edificio Lido de es Viver. Lo ha conseguido gracias al acuerdo al que llegó Rafa Sánchez, representante del sindicato CGT en Ibiza, con la Concejalía de Bienestar Social del Ayuntamiento de Vila, con Carmen Boned a la cabeza. Ahora se está buscando una solución habitacional para Crespo, de 69 años, tras el inminente desahucio que se hará efectivo el próximo 9 de diciembre.

Para entonces espera haber podido encontrar vivienda fuera de la isla, ya que los precios en Ibiza son absolutamente inviables para alguien en su situación.

Sánchez explica que «hay una resolución del juzgado que obliga al Ayuntamiento a dar respuesta al problema que tiene Agustín, pagándole la mudanza y un año por anticipado de alquiler. Tras ese año deberá afrontar él su alquiler con los escasos ingresos que tiene ahora mismo».

Vía Crucis

Crespo, que se define como poeta, llegó a Ibiza en 2005 procedente de Barcelona para ejercer su oficio de cocinero. «Estuve trabajando en varios restaurantes, el Ébano, el Xicu, incluso para la persona que ahora me desahucia».

Desde el primer momento se instaló en el piso del edificio Lido que deberá abandonar el próximo día 9 de diciembre. Y es que Agustín hace tiempo que no puede asumir el pago del alquiler, el único ingreso que recibe es el de los 469 euros del Ingreso Mínimo Vital, una cifra que le obliga a elegir entre «comer o pagar el alquiler».

Cuenta que su via crucis comenzó en 2017, cuando se le concedió la invalidez permanente, por problemas arteriales en una pierna y demás «historias». Ya tenía edad para jubilarse y cobrar la pensión correspondiente pero explica que «por una deuda con la Seguridad Social de la que ni me acordaba, al final no conseguí que se me pagara ningún tipo de pensión».
Desde entonces asegura que sobrevive con las ayudas que se le conceden desde los Servicios Sociales del Ayuntamiento de Vila y del Consell, pero sobre todo gracias a la ayuda de vecinos y de «gente con buena luz».

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Pone como ejemplo de «gente con buena luz» a María José «que se preocupa de que no le falte comida a mi perro», y se emociona a lágrima viva al contar una anécdota que vivió en el supermercado, cuando devolvió un producto a la estantería por el precio «que no podía pagar, se me acercó una empleada del Eroski y me dio un billete de su propio bolsillo para que pudiera hacer la compra».

Salud mental

Habla de salud mental y de la fortaleza que ha tenido que mantener para poder soportar la situación que lleva años sufriendo, «he llegado a pensar en irme al otro mundo» y reconoce que su mascota, que le acompaña desde que llegó a Ibiza, fue la razón por la que desistió de esa idea. «No tengo miedo a la muerte, solo le temo a la injusticia», asegura el poeta de vocación.

Habla también de un gran apoyo que está recibiendo desde el otro lado del océano por parte de una mujer «a la que daban poco tiempo de vida», con la que habla continuamente a través de las redes. «Desde que tenemos contacto, sus familiares y médicos la encuentran muy mejorada, tanto de ánimo como de salud».

Nuevo ciclo

«La vida son ciclos», asegura. Sobre el ciclo que le espera lo afronta «con esperanza». «A ver si encontramos un piso con la ayuda de Rafa (de CGT) cerca de Castellón. Allí podré tener cerca a mis nietos, que hace años que no les veo».

Agustín lamenta tener que dejar su «amada Ibiza» y se resigna, «con los precios que hay aquí es imposible que me pueda pagar una vivienda», antes de cuestionarse «aquí, ¿dónde están las Viviendas de Protección Oficial?».