Josep Antoni Alcover, investigador Científico del Imedea. | Marcelo Sastre

Josep Antoni Alcover (Caracas, 1954) despertó un gran interés entre quienes asistieron a su conferencia en Ibiza. Licenciado en Biología, en la especialidad de Zoología, y doctor en Biología por la Universidad de Barcelona, Alcover repasó en su charla las consecuencias medioambientales de la llegada de los humanos a las islas de Ibiza y Formentera. Este experto participó en el Curs Eivissenc de Cultura del Institut d´Estudis Eivissencs, dedicado este año a especies invasoras y los cambios que han provocado en el medio natural pitiuso.

Abordó un tema muy interesante en su conferencia: la fauna vertebrada de las Pitiusas y su contacto con los primeros colonizadores humanos.
—Básicamente hablé de la fauna que existía en Ibiza y Formentera antes de la llegada de los humanos y expliqué los cambios que hubo tras esta llegada, que fueron muchos y muy importantes.

¿Cuáles fueron esos cambios?
—Cuando llegaron los humanos a Ibiza y Formentera, podemos decir que se encontraron con las islas más extrañas de todo el Mediterráneo porque no había ninguna especie de mamífero terrestre. Por todos los lugares donde habían ido sí vieron roedores, cabras o elefantes, incluso. Aquí había mamíferos voladores como murciélagos y muchísimos pájaros y dos tipos de reptiles: lagartijas y víboras. Cuando llegaron los humanos, todo se transformó y llegaron nuevas especies, otras desaparecieron y cambió totalmente la ecología de las islas.

Es llamativo que en las Pitiusas no hubiera mamíferos terrestres.
—Sí, es una singularidad y no encontramos ningún paralelismo con otras islas mediterráneas ni con la zona del Mediterráneo continental. Deberíamos ir a islas oceánicas para encontrar algo parecido. De hecho, se han realizado comparaciones entre lo que sería la ecología prehumana de las Pitiusas y la de islas como Hawai o las Canarias. Obviamente, no es igual porque en lugares más alejados los animales han evolucionado durante más tiempo; hay más especies endémicas y aquí las diferencias entre especies de pájaros, por ejemplo, son más reducidas.

¿De qué época está hablando?
—Las dataciones publicadas más antiguas son del 2000 antes de Cristo. Podríamos decir que hablamos del 3000-2000 AC.

El ciclo de conferencias del Institut d´Estudis Eivissencs incide en lo que ha supuesto el factor humano para numerosas especies.
—Es interesante porque en las charlas pueden presentarse criterios de gestión, dando por entendido cómo eran las faunas prehumanas, qué se ha perdido, cuáles son las grandes transformaciones, hasta dónde se pueden revertir y qué es importante conservar. En este sentido, las conferencias pueden ayudar a formar criterios. En temas de invasiones hay mucha gente que opina y que lo hace sin demasiado criterio por unos sentimientos que puede tener. Es bueno que cualquier opinión esté fundamentada en criterios sólidos en cuanto a gestión de la naturaleza.

La doctora Antònia María Cirer alertó la pasada semana sobre el riesgo existente para la biodiversidad natural pitiusa.
—Es una preocupación y no sólo en el caso de Ibiza, sino en todas las Baleares. Realmente, cada vez más estamos más superpoblados y existe menos espacio para lo que sería una naturaleza silvestre. Debemos tener en cuenta también que somos una especie invasora que hemos llegado tardíamente a las islas. Antes había otras especies que han evolucionado durante millones de años y que tienen derecho a vivir. No las podemos eliminar a base de ocupar todo el territorio y que no haya lugares donde puedan sobrevivir. Es un tema de debate importante.

¿Conocerá la problemática de la invasión de serpientes?
—No sé si podrán erradicarse. Parece que en Formentera puede ser factible y está más controlado, pero en Ibiza es más complicado. Es un asunto particularmente complejo porque la especie introducida tiene comida en abundancia como ratas o ratones. Si sólo tuvieran como presa las lagartijas, sería más fácil que se regularan las poblaciones. Al tener las serpientes otras presas disponibles, es más complicado y el pronóstico no es demasiado bueno en el caso de Ibiza.

Esta plaga también es consecuencia de la mano humana.
—Una vez más vemos un daño colateral del turismo. Hay islas como Nueva Zelanda o Hawai donde se controla mucho todo lo que entra. Aquí hay una barbaridad de turistas que, posiblemente, dan una riqueza mal repartida, pero es prácticamente imposible controlar puertos y aeropuertos, sobre todo si no se hace de manera directa desde aquí, que somos los más interesados.

Trabaja en el Institut Mediterrani d´Estudis Avançats, ¿en qué está centrado ahora?
—Estoy con diferentes proyectos. He estado unos días en Ibiza porque hay gente que trabaja en el yacimiento de Es Pouàs, particularmente importante y merecedor de protección. Es un lugar a destacar en todo el Mediterráneo a nivel paleontológico y también en relación a la historia humana de las Pitiusas. Además, estoy trabajando en un estudio de faunas fósiles de Baleares y de islas como Madeira o las Azores.

Anteriormente, ha estudiado a animales como los murciélagos. ¿Se cree la hipótesis de que ellos transmitieron el coronavirus?
—No he trabajado en el campo de las enfermedades, pero los murciélagos sí pueden ser reservorios de determinadas especies de parásitos o de virus. En Baleares no ha habido nunca ningún problema en este sentido. Suele pasar más en zonas húmedas, muy tropicales, y donde hay concentraciones enormes de murciélagos. En Baleares, no son un problema ni mucho menos. Son más beneficiosos que otra cosa.