Un miembro de Voluntaris d’Eivissa, durante una recogida de residuos.

A Daniel le picó el gusanillo del voluntariado hace unos años y ahora no cambiaría por nada su labor. Este vecino de Santa Eulària, de 50 años, comenzó en 2010 a colaborar con la agrupación de Protección Civil de la localidad en la que reside.

«Mi mujer me animó, así que hice el curso básico que se necesita para entrar y que se lleva a cabo durante varios fines de semana. Me fui implicando y ahora es una forma de vida», explica Daniel Roig.

El voluntario resalta el compañerismo existente entre los miembros de la agrupación, pero reconoce que una gran mayoría de ciudadanos cree que estos cooperantes están desperdiciando su tiempo libre y no entienden el porqué: «Los bomberos o policías no pueden hacer ellos todo el trabajo y llega un momento en el que les tenemos que echar una mano. No cobramos ni un duro por ello, aunque nos ayudan con material, principalmente el Consell d’Eivissa y los ayuntamientos, porque el Govern balear ayuda poco».

En su caso, Daniel celebra que «mi familia sí entiende si de repente hay que ir a buscar a una persona o si tengo que salir corriendo porque se ha declarado un incendio». «He dejado muchas comidas a medias», reconoce también.

A todo ello, hay que añadir la dureza de las situaciones que muchas veces se ven obligados a afrontar. Recientemente, el voluntario tuvo que consolar a un vecino del municipio que acababa de perder a un familiar: «Aquella vez estuve una semana mal. Conocía a esa familia y esa persona estaba muy tocada. Uno queda bastante afectado con estas situaciones. Estuve a su lado, abrazándole y poco más».

Según explica este miembro de Protección Civil, en la actualidad la plantilla en Santa Eulària cuenta con unos 25 colaboradores y, dependiendo de la disponibilidad, se reparten los turnos con un mínimo de dos horas de duración. Cada uno compagina esta importante labor con sus profesiones habituales, por lo que el tiempo libre brilla por su ausencia para estas personas. Daniel destaca que los turnos más largos y duros se producen si hay que buscar a algún desaparecido o tienen que participar en las labores de extinción de un incendio.

Faltan jóvenes
Además, reconoce que echan de menos a más jóvenes en la agrupación: «No entienden estas cosas. No nos ven actuar y sería muy interesante que nos vieran. Debería haber más información de Protección Civil y que los jóvenes se sumaran al cuerpo. La media de edad ahora mismo es de unos 40 años».

Otra entidad sin ánimo de lucro que realiza una gran labor en Ibiza es la Associació de Voluntaris d’Eivissa. Su presidente, Juan Sillero, explica que tienen varios ámbitos de participación y actúan en temas sociales, medioambientales o deportivos.

Para los colaboradores de esta asociación, el 5 de diciembre (Día Internacional de los Voluntarios) es una jornada muy importante en la que, con una humilde entrega de diplomas, reconocerán la dedicación altruista de todos sus componentes.

Sillero cree que es complicado explicar por qué uno se convierte en voluntario. Simplemente, se pretende ayudar al prójimo, a los más necesitados. «Para nosotros es una satisfacción ver a alguien que sonríe cuando le vas a visitar a casa o le acompañas a comprar y le das conversación. Mucha gente mayor vive sola y simplemente quiere hablar y que se le escuche», argumenta.

La soledad de los mayores
Durante el confinamiento más duro, su proyecto Llamadas solidarias evidenció precisamente la soledad de muchos mayores en la isla de Ibiza. Cada voluntario llamaba a la persona asignada, hablaba con ella y, lo que es más importante, escuchaba. «Quienes recibieron las llamadas, nos lo agradecieron muchísimo», destaca el presidente.

Sillero recuerda cómo empezó a colaborar en acciones solidarias y de voluntariado. En su caso, fue durante los Juegos Olímpicos de Barcelona’92 y «ya en Ibiza, como tenía experiencia en otros proyectos, encajé en la asociación».

«Para que cada uno pueda adaptarse a lo que más le gusta, tenemos cinco ámbitos de actuación, desde medioambiente a animales. No hay excusa y cada uno puede hacer algo», anima también.

El presidente lamenta que muchas personas, al tener de todo, «pasan olímpicamente» de ayudar a los demás. Después, hay gente sensible que necesita cooperar para sentirse bien. También hay voluntarios vocacionales que siempre buscan cómo hacer el bien.

Este año, la asociación recibió el Premio al Mérito Ciudadano del Consell d’Eivissa y en 2020, el Premio al Voluntariado del Govern.

El caso de Cristóbal, desde el colectivo La voz de los que nadie quiere escuchar, es bien distinto. Este hombre asegura que el 5 de diciembre «no hay nada que celebrar» porque ninguna de estas entidades solidarias o los voluntarios deberían existir: «Se supone que tenemos ayuntamientos o un Consell y ellos son los que tendrían que preocuparse».

Con su asociación pretende demostrar que puede ayudarse a las personas vulnerables «sin tanta burocracia y papeleo, puesto que parece ser que la pobreza es necesaria para que algunos despachos sigan funcionando».

En la sede entregan a diario productos de primera necesidad, repartiéndose el trabajo pendiente y «echándonos una mano unos a otros». Desde el inicio de la pandemia son miles las personas que han recibido la ayuda de este colectivo.

«Gratificante»
La portavoz de Cruz Roja en las Pitiusas, Silvina Carrillo, comenzó sus prácticas de carrera en esta ONG y a ella también le picó el gusanillo del voluntariado: «Me pasó como a muchos, que no saben la cantidad de cosas que hacemos en Cruz Roja, como trabajar con mayores o con personas sin hogar».

«A veces oyes a alguno decir que en Ibiza no se pasa hambre y resulta que su vecina viene a por comida porque no le llega el dinero hasta final de mes», lamenta Carrillo.

A pesar de las dificultades, cree que ser voluntaria y ayudar es «gratificante» porque «hace que te sientas bien». También considera que «el día que deje de afectarnos algún caso en el que la persona no lo pasa bien, es que algo no funciona».

La portavoz recuerda cómo vivieron el confinamiento o la experiencia de reunir durante aquellas semanas en un pabellón a los sin techo de Ibiza. «Cuando le pones cara y nombre a personas que están en la calle, es duro», lamenta Carrillo.

Según asegura, en Cruz Roja pueden contar en la actualidad con unos 370 voluntarios. «Invito a todos a que vengan y prueben», concluye.