Antonia Cirer, coordinadora de SOS Sargantanes. | Daniel Espinosa

La lagartija ibicenca es una de las señas de identidad de la mayor de las Pitiusas. En su protección frente al acoso de las serpientes se ha volcado Antonia Cirer (Ibiza, 1957), a través de la asociación SOS Sargantanes. Un trabajo que acaba de ser reconocido con el premio Francesc de Borja Moll, que otorga anualmente la Obra Cultural Balear. Cirer tiene claro que el galardón debe servir para concienciar al Govern de la necesidad de implicarse en la erradicación de la serpiente para mantener vivas a las sargantanes. «Están en un riesgo mucho mayor del que se piensa», asegura, «y necesitamos que el Govern actúe con madurez y poniendo en marcha soluciones creativas y efectivas porque nos jugamos mucho».

SOS Sargantanes acaba de recibir el Premio Francesc de Borja Moll. ¿Qué significa este galardón para la asociación?
—Es uno de los principales premios de Baleares. Con él se reconoce el problema que está sufriendo la lagartija pitiusa y, además, se apoya a los voluntarios para seguir buscando una solución que permita erradicar las serpientes. Pero es un premio que también significa que la población civil, los voluntarios, estamos legitimados para poder exigir a la Administración que actúe de forma más contundente. Los remedios que se han puesto por parte del Govern han sido paliativos y un tanto infantiles.

¿En qué sentido?
—No se tomaron en serio en su día la invasión de serpientes y pensaron que era como el picudo rojo. No se dan cuenta de que lo que está sucediendo con las lagartijas en las Pitiusas puede cambiar de forma radical toda la fauna de estas islas. La lagartija está en un peligro mucho más grave de lo que se cree. Es una especie única en el mundo y hace un servicio ecológico imprescindible. Por ejemplo, mantienen a raya a múltiples microinsectos evitando plagas. Por otro lado, comen frutos y flores y con eso ayudan a la dispersión de las semillas y a la polinización. Todo esto desaparecería sin ellas. Y no podemos aportar un contrapeso. El Govern no ha valorado nada de esto. Así que el premio Francesc de Borja Moll nos legitima aún más para exigirle que ponga soluciones más drásticas y creativas.

Pero el Consell y los ayuntamientos sí se han implicado en esta lucha.
—Sí, pero hay un problema de competencias. Quienes tienen las competencias para erradicar las especies invasoras son el Gobierno central y el Govern. En Ibiza nadie tiene competencias para actuar. Solo el Govern puede cazar serpientes y hacer planes para erradicarlas, además de poner coto a lo que entra por el puerto. Nuestras instituciones solo pueden mirar desde la barrera y patalear. A ver, nosotros como asociación no manejamos dinero. Somos voluntarios pero no tenemos presupuesto. Los ayuntamientos pagan las trampas y el Consell se ha hecho cargo del diseño de nuestro logotipo y de la promoción. Los voluntarios hacemos nuestro trabajo, evitamos problemas políticos y nos movemos por el medio ambiente y por preservar la fauna autóctona. Pero el Govern sí tiene la obligación de mover presupuesto y de tener a unos técnicos capacitados y medianamente estructurados para hacer frente a este problema con más madurez y con estudios serios, que ya los tienen sobre la mesa. Dicen que la lagartija desaparece por culpa de los gatos o porque hay menos paredes de piedra seca pero es mentira. El problema es que las serpientes entran por el puerto y esto lo tiene que solucionar el Govern.

La asociación tiene ya más de 300 voluntarios. ¿Qué les mueve?
—Para la gente que vive en Ibiza, las lagartijas son como el aire que respiras. No te das cuenta de lo necesarias que son hasta que no están. Muchos de ellos se dieron cuenta de que, de repente, no veían a las lagartijas. Y comenzaron a colaborar. Hay que tener claro que las señas de identidad y la cultura no son solo una lengua o una historia compartida. Es también conocer a los seres vivos que te rodean, apreciarlos y tener con ellos una convivencia más o menos armónica. El premio Francesc Borja Moll promociona la cultura y la identidad de Baleares. Y está claro que las lagartijas forman parte de la identidad ibicenca. Es el único ser vivo vertebrado que puede decirse que es puramente ibicenco.

Usted me explicó este verano que estaban buscando cómo adiestrar a perros para cazar serpientes. ¿Lo han logrado ya?
—No, pero estamos en ello. En realidad, esta es una de las medidas que tendrían que llevar a cabo los técnicos del Govern. Sería mucho más revulsivo que lo de las trampas. Se trata de adiestrarlos como se hacía con los perros eriçoners, que se usan para cazar erizos. Puede ser un perro de cualquier raza pero lo importante es que esté adiestrado para cazar serpientes. Además, este sistema sería ideal para cuando la población de serpientes haya bajado notablemente y las que queden sea difícil cogerlas con trampas.

¿Cuántas serpientes han capturado este año?
—Entre abril y noviembre hemos capturado más de 900 serpientes, pero nos faltan todavía datos de algunos voluntarios, así que seguramente sean más de 1.000 ejemplares. Luego hay que sumar las que hayan capturado el Consell y otras personas que no están en la asociación pero que también las cogen.

¿Cuáles son las especies más habituales?
—Nosotros hemos detectado cuatro especies distintas. De estas, se han quedado dos, aunque una de ellas, la de escalera, está en regresión. La preocupante es la serpiente de herradura, que es la que está proliferando más. En estos momentos, representa más del 70 % de las capturas. Es una serpiente muy antropófila, que se adapta muy bien a los habitáculos humanos, a los corrales, las piscinas, los jardines...

¿Qué la hace tan peligrosa?
—Es una serpiente que se come a las lagartijas y compite con ellas por el hábitat porque las expulsa de las paredes de piedra seca. No son peligrosas para los humanos pero sí que comenzamos a detectarlas en entornos urbanos. Se han visto en Cas Mut, en la zona de es Raspallar (Sant Jordi) y en s’Illa Plana. También por el Cementiri Vell de Vila. Pueden llegar a la ciudad en cualquier momento, aunque es verdad que prefieren las zonas de depósitos de aguas, el tancó de ses figueres de pic, las paredes de piedra seca...